A la sombra de las raíces de África (II). La Petit Côte.
Desde M´Boro, en la Grande Côte, atravieso la región de Thies hacia Guéréo, en la Petit Côte. Los Wolof, el grupo étnico mayoritario en Senegal, ocupan tradicionalmente toda esta área entre Saint Louis y Dakar, llegando por el sur hasta Fatick y Kaolack. Su influencia en el país en el ámbito socioeconómico y cultural se refleja en que más del 80 % de los senegaleses tienen el wolof como primera o segunda lengua. Naturalmente, yo no hablo wolof y, desgraciadamente, apenas francés. Sin embargo, a pesar de que casi no me puedo comunicar verbalmente, acercarme a la gente en bici me facilita la comunicación no verbal y pedaleo entre saludos, gestos y sonrisas.
Senegal
Nuestro viaje «Conectando bosques» nos lleva hasta Senegal. Iniciamos un viaje en bici en el que pretendo recorrer Senegal de norte a sur. Un viaje por «las raíces de África» a lo largo de 10 entradas:
El Parque Nacional de Djoudj se extiende junto a la frontera entre Mauritania y Senegal. Este humedal bien podría parecer un gigantesco espejismo a los millones de aves que todos los años atraviesan en un viaje de ida y vuelta el Mediterráneo y el Sáhara, esa implacable barrera a los movimientos migratorios entre África subsahariana y Europa. Pero Djoudj no es ningún espejismo y representa un verdadero oasis para las oleadas de aves que se aventuran a cruzar el desierto escapando del frio invierno europeo.
A poca distancia de los humedales de Djoudj, descubro otro paraíso, otra “tierra prometida”. La Reserva de fauna de Guembeul constituye un privilegiado refugio para diversos ungulados sahelianos, esos que han establecido su territorio a las mismas puertas del inhóspito desierto.
Por desgracia, no todas las historias de migraciones entre África y Europa se pueden contar con el mismo final feliz que la de las aves de Djoudj o la de los antílopes de Guembeul.
En el Parque Nacional de Djoudj comienzo un viaje en bici en el que pretendo recorrer Senegal de norte a sur. Un viaje por las raíces de África.
Saint Louis es la principal ciudad del norte de Senegal. Emplazada en la desembocadura del río Senegal, sus costas han visto migrar a miles de ilusiones y a muchas de ellas naufragar por el camino. A una orilla del río, Saint Louis se desparrama como cualquier otra ciudad africana con espacio para medrar. A la otra orilla, la ciudad se condensa en una estrecha barra de arena formada entre el río y el mar en el llamado Barrio de los Pescadores o Guet Ndar. En medio, en una isla del río, se alza irreal la vieja y acogedora ciudad colonial. En contraste con el apacible y relajado centro colonial de Saint Louis, el Barrio de los Pescadores es reconocido como uno de los más hacinados de África.
Kebemer es uno de los tres departamentos de la Región de Louga, que se extiende al sur de Saint Louis entre la costa atlántica y las áreas semidesérticas silvopastorales del noreste de Senegal. Entre ambos territorios, se localizan otras dos importantes zonas ecogeográficas: los “Niayes” y la cuenca del cacahuete.
La cuenca del cacahuete, que cubre un 25 % del país, alberga aproximadamente la mitad de su población. Representa el paisaje típico de sabana con Acacias y Baobabs y es objeto de una intensa actividad agrícola, con cultivos de secano como el cacahuete, el mijo y la alubia o niebe. La producción local de cacahuetes y cereales depende completamente de las lluvias, que con los efectos del cambio climático cada vez son más irregulares.
Los “Niayes” o depresiones interdunares, gracias a la fertilidad de sus suelos y la disponibilidad de agua, concentran la mayor parte de la producción hortícola del país. En esta privilegiada situación, su principal problema es la naturaleza dinámica del entorno de dunas, que en su avance llegan a invadir espacios agrícolas necesarios para la subsistencia de las poblaciones.
He venido a Kebemer para conocer los proyectos de Solidaridad Internacional para la fijación de dunas.
La ONGD Solidaridad Internacional y su socio local Fadec Nord llevan trabajando desde 2009 en un proyecto de fijación de dunas en el área de Lompoul para proteger las cuencas hortícolas y en consecuencia a los pequeños agricultores locales.
Acompaño a los técnicos del proyecto a visitar las plantaciones. El camión todoterreno se detiene en mitad de las dunas reforestadas este pasado verano. Resulta sorprendente ver crecer las plántulas de eucalipto en la misma arena. Desde que conocí este proyecto, me llamó la atención que la principal especie utilizada sea un Eucalipto (Eucalyptus camaldunensis) en lugar de las especies locales adaptadas a condiciones extremas. Al bajar del camión y pisar la arena comprendo que elegir la especie óptima para plantar en estos terrenos seguramente no es tan sencillo.
De Saint-Louis a Cap Skirring. Un viaje en bici del extremo norte a la punta sur de Senegal es una invitación a descubrir el país, su gente y su paisaje. En bici se avanza lentamente, fuera de las homogeneizadoras rutas turísticas, y se siente el cambio pausado y paulatino del entorno. Desde el árido Sahel al norte hasta la frondosa Casamance al sur hay dos elementos que configuran el paisaje de la zona costera de Senegal: la continua presencia humana y la continua presencia de Baobabs. Inicio un recorrido por Senegal a la sombra de los Baobabs, un árbol que dicen que está plantado al revés, con las ramas enterradas y las raíces al aire. Un viaje a la sombra de las raíces de África.
Desde M´Boro, en la Grande Côte, atravieso la región de Thies hacia Guéréo, en la Petit Côte. Los Wolof, el grupo étnico mayoritario en Senegal, ocupan tradicionalmente toda esta área entre Saint Louis y Dakar, llegando por el sur hasta Fatick y Kaolack. Su influencia en el país en el ámbito socioeconómico y cultural se refleja en que más del 80 % de los senegaleses tienen el wolof como primera o segunda lengua. Naturalmente, yo no hablo wolof y, desgraciadamente, apenas francés. Sin embargo, a pesar de que casi no me puedo comunicar verbalmente, acercarme a la gente en bici me facilita la comunicación no verbal y pedaleo entre saludos, gestos y sonrisas.
Pedaleo pausado por carreteras estrechas sin apenas tráfico, observando el también pausado quehacer de la población local. Muchos trabajan al sol en los campos de mijo o de cacahuete, otros están sentados a la sombra esperando sin prisas no se sabe qué o a quién. Yo también aprovecho la sombra de alguno de los numerosos Neems o Mangos plantados al borde de cualquier camino para reponer fuerzas y descansar. La gente no me presta mucha atención. Se limita a sonreír y saludarme con amabilidad y continúa con sus tareas.
Llevo todo el viaje oyendo hablar de la Casamance: tienes que ir a la Casamance, la Casamance es otra cosa, te va a encantar la Casamance. Ya estoy en la Casamance. La Casamance es el país de los Diola, de los reyes animistas, de los campos de arroz, de los bolongs, de los manglares, de las Ceibas.
En la Casamance, los grandes Baobabs que me acompañaban en mi viaje han comenzado a ausentarse y en su lugar empiezo a observar enormes Ceibas (Ceiba pentandra) que llegan a competir en tamaño con los primeros. Si los Baobabs parecen mostrar sus raíces al aire plantados del revés, las Ceibas parecen presumir de sus potentes raíces tubulares o jambas exhibiéndolas con orgullo hasta varios metros por encima del nivel del suelo. Las raíces de las Ceibas también merecen ser “las raíces de África”.
Solo tengo que avanzar unos cuantos kilómetros por la carretera a Cap Skirring para llegar al reino de Oussouye. A diferencia del antiguo reino de Bandial, el reino de Oussouye ha perdurado hasta la actualidad. Merece la pena detener la ruta unos días en Oussouye, no solo para conocer al rey, sino también para pedalear sin rumbo fijo por sus pistas de tierra a la búsqueda de alguno de los numerosos bosques a los que su carácter sagrado ha contribuido a conservar.
En Oussouye parece que la gente respeta el bosque. Es un placer recorrer en bici estos caminos a la sombra de las raíces de África, las de las grandes Ceibas y las de su gente.
El paisaje de Senegal y Gambia está enmarcado por cuatro grandes ríos que atraviesan la región de este a oeste: Senegal, Saloum, Gambia y Casamance. Estos cuatro ríos conforman en sus desembocaduras grandes deltas y estuarios con un elemento distintivo casi en común, los manglares.
Los manglares de Senegal y Gambia están dominados por el Mangle Rojo (Rhizophora mangle y Rhizophora racemosa), con presencia de Mangle Negro (Avicenia africana), Mangle Blanco (Laguncularia racemosa) y Mangle Gris (Conocarpus erectus) en terrenos más elevados, más alejados del influjo de las mareas y con mayores niveles de salinidad.
10.2 Echando raíces en el agua (II). Los manglares de Senegal y Gambia.
Al atravesar Gambia camino de la Casamance me sorprende encontrarme unos espectaculares manglares a más de 100 kilómetros de la costa. En realidad, los manglares visten las orillas del río Gambia desde su desembocadura hasta prácticamente 240 kilómetros hacia el interior y van ganando tamaño según se alejan del mar, siendo posible encontrar formaciones de manglares de más de 20 metros de altura entre los 100 y los 160 kilómetros río arriba.
Los manglares son “paisajes habitados”, con evidencia de uso y ocupación desde hace milenios, por lo que su dinámica está profundamente interrelacionada con la vida de la población local. Además de ser fuente de madera y leña, aportan a las poblaciones costeras recursos alimenticios diversos como las ostras que crecen en las raíces del Mangle Rojo o los peces, cangrejos y camarones que se refugian entre ellas.
Los manglares aparecen ya frente a Ziguinchor en la orilla norte del río, pero solo al desviarnos por alguno de los numerosos afluentes nos internamos en un laberinto irreal de agua, raíces y frondosidad. Las aves son los habitantes del manglar que primero salen a recibirnos: martines pescadores, pelícanos, garzas, o cormoranes a los que el ruido del motor desconcentra de su rutina pescadora. Pronto nos cruzamos con las primeras piraguas artesanales, que dejan claro que la vida de la población local está íntimamente ligada a la del manglar.
Y pronto también, tras la primera línea de manglares, descubro las hileras plantadas de pequeños Mangles. Al contemplarlas de cerca, me sorprende la gran extensión de las zonas replantadas. Son antiguos terrenos de manglares que desaparecieron durante las sequías de los 70 y los 80 y que permanecían degradados y prácticamente sin vegetación.
Las raíces de África (5 de 11)
A la sombra de las raíces de África (I). La Grande Côte.
De Saint-Louis a Cap Skirring. Un viaje en bici del extremo norte a la punta sur de Senegal es una invitación a descubrir el país, su gente y su paisaje. En bici se avanza lentamente, fuera de las homogeneizadoras rutas turísticas, y se siente el cambio pausado y paulatino del entorno. Desde el árido Sahel al norte hasta la frondosa Casamance al sur hay dos elementos que configuran el paisaje de la zona costera de Senegal: la continua presencia humana y la continua presencia de Baobabs. Inicio un recorrido por Senegal a la sombra de los Baobabs, un árbol que dicen que está plantado al revés, con las ramas enterradas y las raíces al aire. Un viaje a la sombra de las raíces de África.
Las raíces de África (4 de 11)
Echando raíces en la arena (III). Fijando las dunas de Lompoul.
La ONGD Solidaridad Internacional y su socio local Fadec Nord llevan trabajando desde 2009 en un proyecto de fijación de dunas en el área de Lompoul para proteger las cuencas hortícolas y en consecuencia a los pequeños agricultores locales.
Acompaño a los técnicos del proyecto a visitar las plantaciones. El camión todoterreno se detiene en mitad de las dunas reforestadas este pasado verano. Resulta sorprendente ver crecer las plántulas de eucalipto en la misma arena. Desde que conocí este proyecto, me llamó la atención que la principal especie utilizada sea un Eucalipto (Eucalyptus camaldunensis) en lugar de las especies locales adaptadas a condiciones extremas. Al bajar del camión y pisar la arena comprendo que elegir la especie óptima para plantar en estos terrenos seguramente no es tan sencillo.
Las raíces de África (3 de 11)
Echando raíces en la arena (II). Kebemer.
KKebemer es uno de los tres departamentos de la Región de Louga, que se extiende al sur de Saint Louis entre la costa atlántica y las áreas semidesérticas silvopastorales del noreste de Senegal. Entre ambos territorios, se localizan otras dos importantes zonas ecogeográficas: los “Niayes” y la cuenca del cacahuete.
La cuenca del cacahuete, que cubre un 25 % del país, alberga aproximadamente la mitad de su población. Representa el paisaje típico de sabana con Acacias y Baobabs y es objeto de una intensa actividad agrícola, con cultivos de secano como el cacahuete, el mijo y la alubia o niebe. La producción local de cacahuetes y cereales depende completamente de las lluvias, que con los efectos del cambio climático cada vez son más irregulares.
Los “Niayes” o depresiones interdunares, gracias a la fertilidad de sus suelos y la disponibilidad de agua, concentran la mayor parte de la producción hortícola del país. En esta privilegiada situación, su principal problema es la naturaleza dinámica del entorno de dunas, que en su avance llegan a invadir espacios agrícolas necesarios para la subsistencia de las poblaciones.
He venido a Kebemer para conocer los proyectos de Solidaridad Internacional para la fijación de dunas.
Las raíces de África (2 de 11)
Echando raíces en la arena (I). Saint Louis.
Saint Louis es la principal ciudad del norte de Senegal. Emplazada en la desembocadura del río Senegal, sus costas han visto migrar a miles de ilusiones y a muchas de ellas naufragar por el camino. A una orilla del río, Saint Louis se desparrama como cualquier otra ciudad africana con espacio para medrar. A la otra orilla, la ciudad se condensa en una estrecha barra de arena formada entre el río y el mar en el llamado Barrio de los Pescadores o Guet Ndar. En medio, en una isla del río, se alza irreal la vieja y acogedora ciudad colonial. En contraste con el apacible y relajado centro colonial de Saint Louis, el Barrio de los Pescadores es reconocido como uno de los más hacinados de África.
Las raíces de África (1 de 11)
Un relato forestal viajero por Senegal en 2018.
El Parque Nacional de Djoudj se extiende junto a la frontera entre Mauritania y Senegal. Este humedal bien podría parecer un gigantesco espejismo a los millones de aves que todos los años atraviesan en un viaje de ida y vuelta el Mediterráneo y el Sáhara, esa implacable barrera a los movimientos migratorios entre África subsahariana y Europa. Pero Djoudj no es ningún espejismo y representa un verdadero oasis para las oleadas de aves que se aventuran a cruzar el desierto escapando del frio invierno europeo.
A poca distancia de los humedales de Djoudj, descubro otro paraíso, otra “tierra prometida”. La Reserva de fauna de Guembeul constituye un privilegiado refugio para diversos ungulados sahelianos, esos que han establecido su territorio a las mismas puertas del inhóspito desierto.
Por desgracia, no todas las historias de migraciones entre África y Europa se pueden contar con el mismo final feliz que la de las aves de Djoudj o la de los antílopes de Guembeul.
En el Parque Nacional de Djoudj comienzo un viaje en bici en el que pretendo recorrer Senegal de norte a sur. Un viaje por las raíces de África.