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Las raíces de África (8 de 11)

A la sombra de las raíces de África (IV). Las raíces de las Ceibas.

Entre Kaolack y Ziguinchor, capital de la Casamance, hay más de 260 km de carretera y todo un país que atravesar, Gambia. Decido hacer el trayecto en un Sept Place, viejos Peugeots con tres filas asientos que hacen rutas predefinidas y no salen de su punto de partida hasta que están completos, con siete pasajeros. Hago caso a los consejos y organizo mi viaje por etapas: voy en Sept Place hasta la frontera, cruzo Gambia en bici y de nuevo en taxi desde la reentrada en Senegal hasta Ziguinchor.

Parada de Sept Places en Kaolack
Puente en construcción sobre el río Gambia

Gambia es un peculiar país que se extiende unas decenas de kilómetros a ambas orillas del río del mismo nombre, fruto de las disputas entre Francia e Inglaterra durante la época colonial. Hasta que no inauguren el nuevo puente, que en 2018 está en construcción, para cruzar el río Gambia por la Transgambiana únicamente hay un transbordador, lo que provoca colas de varias horas de espera para los numerosos coches y camiones que pretenden cruzar el río. En bici, en cambio, puedo pasar en alguna de las piraguas que conectan las dos orillas para los viandantes. La estrategia sale bien y antes de que anochezca llego a Ziguinchor.

Llevo todo el viaje oyendo hablar de la Casamance: tienes que ir a la Casamance, la Casamance es otra cosa, te va a encantar la Casamance. Ya estoy en la Casamance. La Casamance está prácticamente aislada del resto de Senegal, con otro país, Gambia, a modo de muralla. Es el país de los Diola, de los reyes animistas, de los campos de arroz, de los bolongs, de los manglares, de las Ceibas.

En Ziguinchor me espera Yayá, que me va a descubrir el laberinto de bolongs del estuario del río Casamance y el monumental proyecto de restauración de manglares que lidera la ONG local OCEANIUM. Pero todavía no es momento de escribir sobre los manglares. Antes quiero recorrer en bici la Casamance hasta el extremo suroeste de Senegal: Cap Skirring.

Ziguinchor

En la Casamance enseguida noto un cambio significativo a mi alrededor. Los grandes Baobabs que me acompañaban han comenzado a ausentarse y en su lugar empiezo a observar enormes Ceibas (Ceiba pentandra) que llegan a competir en tamaño con los primeros. Si los Baobabs parecen mostrar sus raíces al aire plantados del revés, las Ceibas parecen presumir de sus potentes raíces tubulares o jambas exhibiéndolas con orgullo hasta varios metros por encima del nivel del suelo. Las raíces de las Ceibas también merecen ser “las raíces de África”.

Ceiba (Ceiba pentandra)
Ceiba (Ceiba pentandra)
Ceiba (Ceiba pentandra)
Ceiba (Ceiba pentandra)

Aunque a partir de ahora las Ceibas van a adquirir un completo protagonismo en mi viaje, todavía tengo la oportunidad de disfrutar de los últimos Baobabs de mi periplo por Senegal. Antes de internarme en bici por el país de los Diolas, Yaya me acerca en piragua hasta una isla entre los bolongs  para visitar el pequeño pueblo de Djilapao y, en particular, una pintoresca cabaña rodeada de Baobabs. La cabaña de Djilapao es una gigantesca escultura de barro de dos pisos obra de un escultor local ya fallecido. Su sorprendente interior está completamente decorado con bajorrelieves que muestran la vida cotidiana de la cultura Diola. Me llama la atención el que refleja a varios hombres y mujeres sentados  junto a las raíces de un gran árbol; representa los bosques sagrados.

Baobab junto a la cabaña de Djilapao
Baobab junto a la cabaña de Djilapao
Bajorrelieve en la cabaña de Djilapao
Bajorrelieve en la cabaña de Djilapao

Los Diolas conservan en gran parte sus creencias tradicionales: los bosques sagrados, los espíritus, los fetiches, las fiestas de iniciación… Los Diolas también son un pueblo guerrero que ha ofrecido históricamente una intensa resistencia a la influencia musulmana de las etnias del norte de Senegal y que en las últimas décadas mantiene un conflicto armado de baja intensidad frente al Gobierno con la presencia de movimientos guerrilleros separatistas.

Al atravesar la Baja Casamance por la carretera que une Ziguinchor y Cap Skirring descubro un paisaje en el que las gigantescas Ceibas aportan un toque de distinción a un entorno antropizado pero hermoso de terrenos abiertos con arrozales, palmerales y marismas. Debido a su importante producción de arroz y de frutas diversas a esta región le llaman “el granero de Senegal”.

La cabaña de Djilapao
La cabaña de Djilapao
“El granero de Senegal”
“El granero de Senegal”

Pero basta salirme de la vía principal para descubrir el auténtico paisaje del país de los Diolas. A pocos kilómetros de Ziguinchor, un desvío  me lleva a las tierras del antiguo reino de Bandial. Este territorio es conocido por sus bosques sagrados con fetiches en cada rincón y, sobre todo, por las casas con “impluvium”, una auténtica maravilla arquitectónica de los Diolas. En una tierra con abundancia de agua, pero la mayor parte salina, idear métodos para captar la procedente de las torrenciales lluvias se convirtió en una necesidad. Las casas con “impluvium”, al estilo de los antiguos impluvios griegos y romanos, son grandes estructuras circulares que llegan a albergar a varias familias, con un hueco hacia el interior a modo de enorme embudo por el que se vierte el agua de lluvia. Además de recoger el agua, esta ingeniosa estructura aporta una cálida luminosidad al patio central de la vivienda.

Son famosas las cabañas con “impluvium” de Énampore, pero yo decido visitar la que se encuentra en el cercano poblado de Seleki. En realidad es un alojamiento turístico de reciente construcción gestionado por Campamentos Solidarios, esa ONG española que ya conocí en el campamento de Faoye en Sine Saloum. Es una preciosa cabaña con “impluvium” construida al modo tradicional por los Diolas, los mejores arquitectos de África.

Cabaña con “impluvium” de Seleki
Cabaña con “impluvium” de Seleki
Cabaña con “impluvium” de Seleki
Cabaña con “impluvium” de Seleki

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