Progreso:

Las raíces de África (7 de 11)

A la sombra de las raíces de África (III). El delta del Saloum.

El paisaje empieza a cambiar su color. Hasta que llegue a Kaolack continúo atravesando el área de la cuenca de cacahuete. Pero la cercanía al delta del Saloum me regala agradables sorpresas en el camino.

Atravieso el precioso palmeral de Samba Dia. El Ronier (Borassus aethiopum) es una palmera con múltiples usos. Con la savia se produce vino, con las hojas se elaboran artesanías, los frutos se comen frescos o cocinados y la madera es muy apreciada en la construcción de edificios debido a su gran resistencia a las termitas. Su tronco liso y de hasta 20 metros le ha otorgado el apelativo de “centinela de la sabana”, pero también ha provocado su sobreexplotación. El palmeral de Roniers de Samba Dia se ha convertido en una singularidad a disfrutar y a proteger.

Ronier (Borassus aethiopum)
Ronier (Borassus aethiopum)

Pedaleo pausado por carreteras estrechas sin apenas tráfico, observando el también pausado quehacer de la población local. Muchos trabajan al sol en los campos de mijo o de cacahuete, otros están sentados a la sombra esperando sin prisas no se sabe qué o a quién. Yo también aprovecho la sombra de alguno de los numerosos Neems (Azadirachta indica) o Mangos (Manguifera indica) plantados al borde de cualquier camino para reponer fuerzas y descansar. La gente no me presta mucha atención. Se limita a sonreír y saludarme con amabilidad y continúa con sus tareas. Únicamente los niños se acercan curiosos para conocer a un extraño que viaja en bici y romper así por un rato la monotonía. Acostumbro a compartir con ellos una mandarina o un puñado de cacahuetes que al instante reparten entre toda la pandilla, con especial cuidado de que los más pequeños reciban su parte correspondiente.

Atravesando la bolongs
Atravesando los bolongs

Me aproximo a los bolongs, o canales de agua salada característicos de los deltas del Sine-Saloum y de la Casamance. Los colores del paisaje cambian de nuevo; los verdes manglares contrastan con las amplias extensiones de tannes, o blancas y amarillas extensiones de tierra salada sin rastro de vegetación que la fluctuación de las azules mareas dejan al descubierto.

Después de una larga y calurosa jornada disfruto de un creo que merecido descanso al borde de un bolong en un alojamiento gestionado por la ONG española Campamentos Solidarios, en la pequeña población Serer de Faoye.

Un descanso en el camino
Un descanso en el camino
Un descanso al final del camino
Un descanso al final del camino

Pese a que Faoye y Foundiougne están a unos escasos 37 km de distancia en línea recta, les separa un laberinto de canales y manglares, por lo que la ruta más corta consiste en un rodeo de más de 80 km atravesando la región de Fatick. Mariama Bâ describe en “Mi carta más larga” la esencia del paisaje por el que avanzo camino de Fatick:

¡Cuántas generaciones han visto desfilar este mismo paisaje! Tía Nabou comprobaba la vulnerabilidad de los seres frente a la eternidad de la naturaleza. Por su duración, la naturaleza desafía al tiempo y se venga del hombre. Los baobabs lanzaban al cielo los nudos gigantes de sus ramas, las vacas atravesaban con lentitud el camino y desafiaban con sus miradas tristes los vehículos; los pastores con pantalones bombachos, con el cayado al hombro o en mano, guiaban el ganado. Hombres y animales se confundían como en un cuadro llegado del fondo de los siglos.”

Baobab (Adansonia digitata)
Baobab (Adansonia digitata)

El ritmo pausado de mi pedaleo se confunde con  ese cuadro llegado del fondo de los siglos de Baobabs, hombres y animales. Pero el embrujo me dura solo hasta que alcanzo el cruce con la carretera que une Dakar con Mali, que soporta un incesante tráfico de camiones. De nuevo se contraponen la melancólica tradición con la pragmática modernidad. Siendo igualmente pragmático, decido recorrer el tramo de  peligrosa carretera en taxi hasta Fatick, para retomar desde allí mi ruta en bici hacia Foundiougne, de nuevo por pausadas carreteras locales.

Baobab (Adansonia digitata)
Baobab (Adansonia digitata)
Baobab (Adansonia digitata)
Baobab (Adansonia digitata)

Foundiougne es otro de esos lugares que parece anclado en el tiempo. Su ubicación privilegiada en la orilla del rio Saloum lo convirtió en un puerto estratégico para el comercio del cacahuete en la época colonial. Viejos almacenes y edificios administrativos dan fe de este pasado glorioso. Hoy es una ciudad tranquila, alejada de las principales rutas y con un atractivo añadido: está llena de grandes Baobabs. Un lugar en el que parece ser el hombre quien desafía al tiempo y se alía con la naturaleza. Un lugar en el que no cuesta imaginarse a los viejos griots narrando historias ancestrales a la sombra de estos hermosos gigantes.

Baobab (Adansonia digitata)
Baobab (Adansonia digitata)

Como la leyenda de la liebre, la hiena y el Baobab. Cuentan que una liebre estaba sentada a la sombra de un Baobab cuando éste comenzó poco a poco a abrir su corteza y a mostrarle los tesoros que guardaba en su interior. La liebre quedó deslumbrada con todas las joyas, flores, frutas, música y alegría que resplandecían en las entrañas del Baobab y se llevó las que pudo cargar encima para ofrecérselas a su familia. Cuentan que la hiena sintió envidia al ver a la liebre tan dichosa y decidió probar suerte. Cuentan que el Baobab se alegró al ver que tenía nuevamente compañía, que abrió su interior a la hiena y que ésta se abalanzó sobre tal cantidad de riquezas, con tanta avidez que mordió el corazón del Baobab con intención de arrancarlo de cuajo. Cuentan que sorprendido y atemorizado, el Baobab cerró instintivamente su corteza atrapando a la hiena en su interior. Desde entonces, oculta sus ramas bajo tierra y solo enseña sus raíces al aire. Cuentan que antes el corazón de los hombres era como el del Baobab, rebosante de riquezas, alegría y música, dispuesto a ofrecerlas al que se las pidiera. ¿Cuándo lo encerró en su interior para evitar que se lo devoraran las hienas?

Inicio mi etapa hacia Kaolack, esperando no encontrarme con hienas en mi camino, ni en mi vida. Kaolack, un importante centro de comercio del cacahuete, es precisamente el destino final de mi recorrido en bici por la zona central de Senegal antes de poner rumbo a la Casamance, al sur del país.

Camino a Kaolack los Baobabs continúan llenando mis ojos a lo largo del largo viaje, acompañados a tramos por unas anaranjadas Acacias (Acacia seyal) con las que parecen rivalizar por atraer mi atención. Atravieso las Forêts Classées de Djilor y de Koutal. Las Forêts Classées son bosques protegidos, en los que se intenta conservar los retazos de lo que en su día constituyeron extensas masas arbóreas, hoy fuertemente degradadas. Los factores de degradación de estos bosques  son básicamente antrópicos: obtención de leña y carbón, incendios, sobrepastoreo,… y ni siquiera los bosques protegidos se libran de la degradación. Un estudio comparativo de las Forêts Classées de Koutal y de la cercana de L´île Kouyong muestra que la segunda, preservada por motivos religiosos, mantiene unos niveles de naturalidad y diversidad muy superiores al bosque de Koutal, profundamente alterado por la actividad humana. En Kaolack acaba mi periplo por los dominios de los gigantescos Baobabs de Senegal, con el deseo de que esta tierra de grandes árboles y grandes gentes continúe mostrando orgullosa sus raíces al aire por mucho tiempo.

Baobabs (Adansonia digitata)
Baobabs (Adansonia digitata)
Acacia seyal
Acacia seyal

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