El bosque martiano del Ariguanabo.
Antes de tomar el vuelo de vuelta a casa, paso con la bici por delante del aeropuerto sin detenerme. El motivo es que a pocos kilómetros está San Antonio de los Baños y en la carretera de San Antonio a Alquiza, ¡el Bosque Martiano del Ariguanabo!
En lo que anteriormente dicen que fue un vertedero, Rafael Rodríguez “Felo” decidió en 1991 crear un bosque. Pero no un bosque cualquiera. Tenía que reunir todas las especies de árboles y arbustos que Martí menciona en su Diario de Campaña de Cabo Haitiano a Dos Ríos. Nació así el Bosque Martiano del Ariguanabo, un homenaje a Martí y a la naturaleza cubana.
Ya en el avión, rememoro estas semanas en las que he recorrido Cuba en bici. Una tierra de la que, entre todos sus símbolos y contradicciones, me quedo con una frase de Martí escrita en una piedra con forma de corazón en el Bosque Martiano del Ariguanabo: “Quien dice educar, ya dice querer”.
Cuba
Nuestro viaje «Conectando Bosques» nos lleva hasta Cuba. Recorreremos la isla en bici a través de sus árboles y sus bosques. Iniciamos un viaje a los «Bosques Martianos».
Desde que empiezo a recorrer en bici las carreteras cubanas descubro que me estoy internando en un país de símbolos. Pronto descubriré que también es un país de contradicciones. Cuba es símbolos y es contradicciones, posiblemente porque necesita a los símbolos para sobrellevar las contradicciones entre la revolución y la vida cotidiana de los cubanos.
Uno de los principales símbolos cubanos es sin duda José Martí. Y reflejo de la vigencia de la figura de Martí en la sociedad cubana son los “Bosques Martianos”, en los que se plantan algunos de los 54 árboles que José Martí mencionó en su “Diario de Campaña de Cayo Haitiano a Dos Ríos” durante la Guerra de Independencia Cubana de 1895.
Son 54 árboles que pretendo descubrir y conocer en este viaje por tierras cubanas, y a través de ellos descubrir y conocer un poco a la tierra y al pueblo cubano. ¿Me acompañas?
Este es mi tercer viaje a Cuba, pero el primero en el que visito Santiago y el oriente cubano. Y el primero en el que pretendo recorrer parte de la isla en bici.
Salgo de Santiago de Cuba y enseguida estoy pedaleando paralelo a la costa en dirección a la Sierra Maestra. Es para mí una jornada de adaptación, a la bici con alforjas, al clima y al paisaje. El paisaje lo enmarca el azul del mar, a mi izquierda, el verde de la Sierra Maestra, a mi derecha y por cualquier lado las pinceladas de grupos o hileras de esbeltas palmeras, la palma real.
Recorrer un país en bici facilita el contacto con la gente, lo que en las zonas rurales de Cuba es sinónimo de buen trato y camaradería. Pero también significa estar siempre en camino, sin crear mayores vínculos con lo que se va dejando atrás, más pendiente de lo que aguarda más adelante.
Recorrer un país en bici, además, es cansado. Sobre todo cuando planificas etapas de casi 100 km bajo el sol abrasador del Caribe. Por eso, después de seis días bordeando la Sierra Maestra y con más de 450 km en las piernas, decido poner pie a tierra en Contramaestre y tomar un autobús hasta Guantánamo, donde tengo previsto iniciar la segunda etapa de mi viaje, ¡por el Oriente cubano!
La costa sur de Guantánamo es la zona más seca del país. Por ello, la vegetación que me encuentro cambia radicalmente y en poco tiempo paso de pedalear junto al bosque húmedo tropical de la Sierra Maestra a hacerlo por un terreno dominado por cactus.
Para llegar a Baracoa tengo que escalar La Farola, el puerto de montaña más alto de Cuba. La ascensión es exigente, pero las vistas espectaculares. Aprovecho un par de miradores para reponer fuerzas, sacar fotos y comprar fruta. Finalmente, un letrero de “Alto de Cotilla” me indica que he llegado a la cima. Hacia el otro lado, hacia el norte, el paisaje cambia y empiezan a aparecer grandes extensiones de pinares.
Desciendo hacia Baracoa entre el aroma de los pinares y de repente me encuentro con una cuadrilla de trabajadores forestales cargando un camión con troncos de pino. Me explican que están realizando un raleo en el pinar.
Como queriendo refrendar la importancia del manejo forestal en Cuba, poco más adelante me encuentro con un cartel al borde de la carretera en el que Raúl Castro, puño en alto, arenga a los forestales a “virarse para la tierra y hacerla producir”.
Recorrer Cuba en bici me está permitiendo explorar las áreas rurales de la isla, pero también descansar y disfrutar de la arquitectura y los encantos de las áreas urbanas, en ciudades tan monumentales como Sancti Spiritus, Trinidad o Cienfuegos.
Precisamente en el escudo de Cienfuegos aparece reflejada una jagua en producción (Genipa americana), símbolo de salud, esperanza y abundancia. En Cienfuegos amanezco contento, pero no por dormir bajo una jagua, sino porque estoy a punto de salir hacia otro de los lugares emblemáticos de mi viaje: ¡la Ciénaga de Zapata! Allí me encontraré con Carlos, Carlitos, otro forestal cubano y viejo amigo, al que ya vine a visitar hace varios años a su casa en Jagüey Grande.
Me interno en la Ciénaga de Zapata con mi amigo Carlos y otros dos compañeros forestales. Visitamos la zona de Las Salinas, para observar los flamencos y otras aves acuáticas. Como buenos forestales, me acaban mostrando un área de tratamientos selvícolas en una masa de soplillo (Lysiloma latisiliquum), un árbol con madera y leña de buena calidad, además de melífera y con buen ramón para el ganado.
Cuando piense en La Habana, siempre me vendrá la imagen de ese puzle de 1.000 piezas que representa una callejuela de la Habana Vieja. Se ven edificios de diversas alturas, unos pintados de colores, otros desconchados. Rejas de hierro forjado protegen las ventanas. Por encima, un revoltijo de cables y antenas parece querer sombrear la calle bajo el sol del Caribe. La gente camina relajada, sin prisas, por la acera y por la carretera, ante el escaso tráfico. Al fondo se intuye un autobús escolar amarillo y un bicitaxi. Al frente, un viejo coche rojo de los años 30 parece posar orgulloso. Y al final de la calle se alza el Capitolio, como queriendo recordar los esplendores de la vieja Habana.
Antes de tomar el vuelo de vuelta a casa, paso con la bici por delante del aeropuerto sin detenerme. El motivo es que a pocos kilómetros está San Antonio de los Baños y en la carretera de San Antonio a Alquiza, ¡el Bosque Martiano del Ariguanabo!
En lo que anteriormente dicen que fue un vertedero, Rafael Rodríguez “Felo” decidió en 1991 crear un bosque. Pero no un bosque cualquiera. Tenía que reunir todas las especies de árboles y arbustos que Martí menciona en su Diario de Campaña de Cabo Haitiano a Dos Ríos. Nació así el Bosque Martiano del Ariguanabo, un homenaje a Martí y a la naturaleza.
Ya en el avión, rememoro estas semanas en las que he recorrido Cuba en bici. Una tierra de la que, entre todos sus símbolos y contradicciones, me quedo con una frase de Martí escrita en una piedra con forma de corazón en el Bosque Martiano del Ariguanabo: “Quien dice educar, ya dice querer”.
Bosques martianos (5 de 6)
La Habana.
Cuando piense en La Habana, siempre me vendrá la imagen de ese puzle de 1.000 piezas de mi padre que representa una callejuela de la Habana Vieja. Se ven edificios de diversas alturas, unos pintados de colores, otros desconchados. Rejas de hierro forjado protegen las ventanas. Por encima, un revoltijo de cables y antenas parece querer sombrear la calle bajo el sol del Caribe. La gente camina relajada, sin prisas, por la acera y por la carretera, ante el escaso tráfico. Al fondo se intuye un autobús escolar amarillo y un bicitaxi. Al frente, un viejo coche rojo de los años 30 parece posar orgulloso. Y al final de la calle se alza el Capitolio, como queriendo recordar los esplendores de la vieja Habana.
Bosques martianos (4 de 6)
Rumbo a la Ciénaga de Zapata.
Recorrer Cuba en bici me está permitiendo explorar las áreas rurales de la isla, pero también descansar y disfrutar de la arquitectura y los encantos de las áreas urbanas, en ciudades tan monumentales como Sancti Spiritus, Trinidad o Cienfuegos.
Precisamente en el escudo de Cienfuegos aparece reflejada una jagua en producción (Genipa americana), símbolo de salud, esperanza y abundancia. En Cienfuegos amanezco contento, pero no por dormir bajo una jagua, sino porque estoy a punto de salir hacia otro de los lugares emblemáticos de mi viaje: ¡la Ciénaga de Zapata! Allí me encontraré con Carlos, Carlitos, otro forestal cubano y viejo amigo, al que ya vine a visitar hace varios años a su casa en Jagüey Grande.
Me interno en la Ciénaga de Zapata con mi amigo Carlos y otros dos compañeros forestales. Visitamos la zona de Las Salinas, para observar los flamencos y otras aves acuáticas. Como buenos forestales, me acaban mostrando un área de tratamientos selvícolas en una masa de soplillo (Lysiloma latisiliquum), un árbol con madera y leña de buena calidad, además de melífera y con buen ramón para el ganado.
Bosques martianos (3 de 6)
Por el oriente cubano.
La costa sur de Guantánamo es la zona más seca del país. Por ello, la vegetación que me encuentro cambia radicalmente y en poco tiempo paso de pedalear junto al bosque húmedo tropical de la Sierra Maestra a hacerlo por un terreno dominado por cactus.
Para llegar a Baracoa tengo que escalar La Farola, el puerto de montaña más alto de Cuba. La ascensión es exigente, pero las vistas espectaculares. Aprovecho un par de miradores para reponer fuerzas, sacar fotos y comprar fruta. Finalmente, un letrero de “Alto de Cotilla” me indica que he llegado a la cima. Hacia el otro lado, hacia el norte, el paisaje cambia y empiezan a aparecer grandes extensiones de pinares.
Desciendo hacia Baracoa entre el aroma de los pinares y de repente me encuentro con una cuadrilla de trabajadores forestales cargando un camión con troncos de pino. Me explican que están realizando un raleo en el pinar.
Como queriendo refrendar la importancia del manejo forestal en Cuba, poco más adelante me encuentro con un cartel al borde de la carretera en el que Raúl Castro, puño en alto, arenga a los forestales a “virarse para la tierra y hacerla producir”.
Bosques martianos (2 de 6)
Pedaladas a los pies de la Sierra Madre.
Este es mi tercer viaje a Cuba, pero el primero en el que visito Santiago y el oriente cubano. Y el primero en el que pretendo recorrer parte de la isla en bici.
Salgo de Santiago de Cuba y enseguida estoy pedaleando paralelo a la costa en dirección a la Sierra Maestra. Es para mí una jornada de adaptación, a la bici con alforjas, al clima y al paisaje. El paisaje lo enmarca el azul del mar, a mi izquierda, el verde de la Sierra Maestra, a mi derecha y por cualquier lado las pinceladas de grupos o hileras de esbeltas palmeras, la palma real.
Recorrer un país en bici facilita el contacto con la gente, lo que en las zonas rurales de Cuba es sinónimo de buen trato y camaradería. Pero también significa estar siempre en camino, sin crear mayores vínculos con lo que se va dejando atrás, más pendiente de lo que aguarda más adelante.
Recorrer un país en bici, además, es cansado. Sobre todo cuando planificas etapas de casi 100 km bajo el sol abrasador del Caribe. Por eso, después de seis días bordeando la Sierra Maestra y con más de 450 km en las piernas, decido poner pie a tierra en Contramaestre y tomar un autobús hasta Guantánamo, donde tengo previsto iniciar la segunda etapa de mi viaje, ¡por el Oriente cubano!
Bosques martianos (1 de 6)
Un relato forestal viajero por Cuba en 2014.
Desde que empiezo a recorrer en bici las carreteras cubanas descubro que me estoy internando en un país de símbolos. Pronto descubriré que también es un país de contradicciones. Cuba es símbolos y es contradicciones, posiblemente porque necesita a los símbolos para sobrellevar las contradicciones entre la revolución y la vida cotidiana de los cubanos.
Uno de los principales símbolos cubanos es sin duda José Martí. Y reflejo de la vigencia de la figura de Martí en la sociedad cubana son los “Bosques Martianos”, en los que se plantan algunos de los 54 árboles que José Martí mencionó en su “Diario de Campaña de Cayo Haitiano a Dos Ríos” durante la Guerra de Independencia Cubana de 1895.
Son 54 árboles que pretendo descubrir y conocer en este viaje por tierras cubanas, y a través de ellos descubrir y conocer un poco a la tierra y al pueblo cubano. ¿Me acompañas?