Pedaladas a los pies de la Sierra Maestra
Santiago de Cuba-Chivirico-Marea de Portillo-El Pilón-Manzanillo-Bayamo-Contramaestre
Este es mi tercer viaje a Cuba, pero el primero en el que visito Santiago y el oriente cubano.
Le debía la visita a Estela, que ya me había “amenazado” con que la siguiente me tocaba conocer su pedacito de isla. Así que aquí estoy, obediente, recién aterrizado y camino de Santiago en un viejo coche de los años 50, con mi bici todavía empaquetada en la baca y mi imaginación recorriendo ya la isla a pedaladas.
Disfruto un par de días del ritmo pausado y vital de Santiago de Cuba y de la compañía de mi amiga. Estela es ingeniera forestal, como yo, y la conocí hace ya unos cuantos años en unos cursos en Costa Rica. Oyendo hablar a Estela de su oriente de verdes montañas, que gestiona desde el Servicio Forestal Estatal, no dudo en dejar la ciudad para adentrarme en las zonas rurales del país en bici, la que me parece que puede ser la mejor manera de conocerlo, a ritmo pausado y vital.
Salgo de Santiago y enseguida estoy pedaleando paralelo a la costa en dirección a la Sierra Maestra. Es para mí una jornada de adaptación, a la bici con alforjas, al clima y al paisaje. El paisaje lo enmarca el azul del mar, a mi izquierda, el verde de la Sierra Maestra, a mi derecha y por cualquier lado las pinceladas de grupos o hileras de esbeltas palmeras, la palma real.
Sin embargo, la palma real no siempre tuvo este lugar preponderante en el paisaje cubano. Es una especie de luz, que necesita espacios abiertos para propagarse, con lo que la intensa deforestación de la isla en los últimos siglos ha sido el principal causante de su expansión. A esta expansión ha contribuido la costumbre de muchos agricultores de mantener las palmas al desmontar las tierras, tal vez por su duro tronco, tal vez por el escaso espacio que ocupa, tal vez por el tradicional aprovechamiento del palmiche para alimento del ganado, o tal vez por su porte y belleza. El caso es que las palmas reales me flanquean el camino en mis primeras pedaladas por Cuba, como si me dieran la bienvenida y me alentaran en mi avance.
La palma real (Roystonea regia) es el árbol nacional de Cuba. Según una leyenda, el Sol y una joven taina sostuvieron un idilio. Para estar más cerca de su amado, la muchacha subía a una ceiba. Con un sombrero hecho de ramas y bejucos, protegía su rostro de los fuertes rayos del astro rey. Siempre presto a causar sufrimiento, Mabuya – el espíritu del mal- fulminó a la jovencita con un rayo. La bondadosa Atabex, diosa madre de la naturaleza, transformó el carbonizado cuerpo de la hermosa aborigen en la palma real, la eterna amante del sol. (www.radiohc.cu) El yarey (Copernicia fallaensis) es una palma endémica cubana que, al contrario que la ubicua palma real, se encuentra en peligro de extinción. |
Después de recorrer algo menos de 80 km y tras degustar en la playa un buen plato de langosta y unos jugos de caña, llego a Chivirico ya al anochecer. Me alojo en el hotel del pueblo, donde me esperan Yarián y Ana Gilda, compañeros de trabajo de Estela, también forestales. Yarián se ofrece a acompañarme a la mañana en bici hasta El Uvero, su pueblo, con lo que conoceré de su mano los paisajes que recorramos.
Recién amanece, reemprendo la marcha al encuentro de Yarián. Pretendo llegar hasta El Pilón, a unos 120 km, por lo que preveo una larga jornada. Sin embargo, Yarián detiene pronto su bici. Para mi sorpresa, hemos llegado a la entrada de un Bosque Martiano. El primer Bosque Martiano fue una idea de un cubano de San Antonio de los Baños, con objeto de difundir la propia idea de Martí de defensa de la naturaleza. El Gobierno cubano ha hecho suya esta iniciativa y busca reproducirlos a lo largo de todo el país con el programa “Creación y conservación de bosques: un acercamiento a José Martí, a la cultura de la Naturaleza”, que se desarrolla coordinando esfuerzos del sector educacional y las comunidades en toda Cuba.
El Bosque Martiano del Uvero es modesto y de momento sólo recoge una muestra de los 54 árboles que menciona Martí en su Diario. Como los troncos tienen los nombres grabados, puedo distinguir el jobo, la baría, el cedro o un copey que abraza suavemente a un almácigo, al que intenta estrangular.
Al almácigo (Bursera simaruba) se le conoce popularmente como “árbol del turista”, ya que tiene una corteza rojiza que se desescama fácilmente, como la piel de los turistas al sol. Al copey (Clusia rosea) y al jagüey (Ficus spp.) se les conoce como “matapalos”. Ambos son en su juventud plantas epífitas que germinan sobre otros árboles. Sus raíces aéreas van descendiendo hasta alcanzar el suelo, rodeando al árbol huésped al que acaban por estrangular, en una clara lucha por la luz en la que consiguen derrotar a árboles mucho mayores y más fuertes. El fruto del jagüey es un higo, casi siempre pequeño, pero en algunas especies alcanza un tamaño parecido al de la higuera europea (Ficus carica) |
El jobo (Spondias mombin) es una especie nativa de fruto comestible. Su corteza, hojas y raíces tienen usos medicinales. Con su corteza también se elaboran bonitas artesanías, como las que veré en Baracoa. El cedro (Cedrela odorata) es uno de los principales árboles maderables de Cuba y. Fray Bartolomé de las Casas, hace ya cinco siglos dijo: “(…) y entre otros hay muy hermosos cedros, odoríferos y colorados, gruesos, como gruesos bueyes, de que hacían grandes canoas los indios, que cabían cincuenta y setenta hombres para navegar por la mar, y déstos era Cuba muy rica en su tiempo y abundante.” La baría (Cordia gerascanthus), que se cubre de flores blancas en los primeros meses del año, y el ateje (Cordia collococca) son parientes del laurel (Cordia alliodora). |
Unos kilómetros más adelante llegamos al Uvero, enclave conmemorativo del primer enfrentamiento de importancia en la Sierra Maestra entre la guerrilla comandada por Fidel Castro y el ejército de Batista.
En el Uvero, Yarián me muestra un camión maderero de la época anterior a la revolución, que trabajaba en la zona transportando madera de caoba y de cedro con destino a los Estados Unidos, en unos tiempos de fuerte deforestación de la Sierra.
Al escribir de las laderas de la Sierra Maestra, parcialmente deforestadas, tengo que apoyarme en Antonio Núñez Jiménez y su relato de cómo se destruyeron los bosques de la Sierra Maestra:
“(…) Los primeros que subieron a estas montañas fueron los indios. Nuestros aborígenes no vivían en las montañas cuando Cristobal Colón llegó a Cuba en 1492. Ellos vivían pacíficamente en las playas, en las orillas de los ríos, en las mesetas y en las lomas poco elevadas. Los españoles comenzaron a esclavizarlos para que trabajasen en las minas y en los campos, donde los maltrataban, entonces los indios se fugaron a los montes intrincados, donde les era más fácil resistir a sus conquistadores que poseían armas de fuego y temibles perros y veloces caballos. Así llegaron los primeros hombres a los picos de las montañas de la Sierra Maestra y otras cordilleras de Cuba, obligados a talar los bosques hasta entonces vírgenes para poder sobrevivir”.
“Después del establecimiento de la república mediatizada en 1902, y aún antes, los latifundistas yanquis y cubanos se posesionaron de las mejores tierras de los llanos y desalojaron a los antiguos labriegos, quienes para no morirse de hambre tuvieron que subir las estribaciones de la cordillera”(…) “Este proceso histórico del capitalismo originó en gran medida la destrucción de los bosques de la Sierra Maestra y la consiguiente erosión de sus suelos”. “Tanto los indios, como los negros cimarrones y los guajiros que subieron a las montañas hicieron allí sus siembras para subsistir, siempre a costa de los bosques”. “Durante cuatrocientos años las prácticas agrícolas han sido casi iguales. Al asentarse en un inclinado punto de la sierra, se levantaron los ranchos de guano o tabla. Se cortaron los árboles del bosque virgen, se les dio candela y el terreno quedó listo para las siembras. (…) La tierra por primera vez cultivada daba una cosecha muy buena de malanga, ñame o maíz, pero al sobrevenir las primeras lluvias, parte del suelo se escapaba hacia las profundas cañadas y valles (…) El campesino tenía entonces que mudarse y repetir el proceso de la tumba del monte, la candela y luego la siembra”.
La historia de los bosques de Cuba es la de un continuo proceso de deforestación desde la llegada de Cristóbal Colón, momento en el que se estima que había una cobertura forestal del 95 %, hasta el triunfo de la revolución cubana, cuando la cobertura no era superior al 16 %. A partir de entonces, la tendencia se ha ido revirtiendo y actualmente se estima una cobertura boscosa del 28 %.
La destrucción de los bosques cubanos se inició cuando los colonizadores españoles descubrieron en las maderas preciosas cubanas un recurso de extraordinaria importancia para la construcción naval. Pero fue a partir de la expansión acelerada de la industria azucarera y de otros cultivos como el algodón y el tabaco, y el desplazamiento de grandes masas de campesinos pobres hacia las montañas cuando se produjeron los mayores impactos al bosque con la deforestación a gran escala de las llanuras y el desmonte de grandes superficies en las montañas para lograr el sustento de las familias. A la vez, continuaba el constante saqueo de las maderas preciosas: caoba, cedro, guayacán, jigüe o sabicú, granadillo,…
La caoba antillana (Swietenia mahagoni) es una de las especies madereras más valiosas del mundo. Aunque en Cuba se han introducido otras especies como la caoba hondureña (Swietenia macrophylla) o la caoba africana(Khaya spp.), la caoba antillana posee la madera de mayor valor y ha sido objeto de comercio a Europa desde el siglo XVI. Durante siglos, la caoba fue uno de los árboles más codiciados debido a su oscura madera, de una fuerza y durabilidad enorme. Sin embargo, nunca tuvo una distribución especialmente extendida y su exportación comenzó a prohibirse por motivos de conservación ya en la década de 1950. Los españoles fueron los primeros en darse cuenta del valor del árbol para la industria naval, cuando observaron a los indígenas del Caribe hacer canoas con sus troncos. La calidad de esta madera también fue muy apreciada para la construcción de los palacios que la nobleza española pudo permitirse gracias al saqueo de las Américas. La caoba se convirtió en uno de los materiales predilectos en la elaboración de muebles de calidad. A medida que pasaron los años, los barcos viejos se fueron convirtiendo en auténticos depósitos de madera para el comercio de muebles; de hecho, hay muchos muebles finos de la época que en realidad son resultado del reciclaje de viejos buques. |
Me despido de Yarián, agradeciéndole todas sus enseñanzas sobre los bosques de la Sierra Maestra y continúo camino paralelo a la costa con intención de llegar a El Pilón, pese a su aviso de que viendo que se está haciendo tarde y mi ritmo sobre la bici no cree que vaya a ser capaz de llegar antes del anochecer. Enseguida, desoyendo los consejos y embrujado por el paisaje, me detengo ante la magnífica estampa de una ceiba.
La ceiba (Ceiba pentandra) es el árbol más alto de Cuba y es capaz de elevarse por encima del dosel en busca de luz hasta alcanzar más de 50 metros. Los impresionantes contrafuertes de su tronco y raíces le permiten mejorar su apoyo sobre suelos superficiales, más aún considerando que vive en una región de huracanes. En Cuba todavía se hacen ritos santeros bajo las ceibas. Cerca de aquí, entre los mayas y otros pueblos indígenas de Centroamérica es conocida como “árbol del mundo”, una conexión simbólica de los cielos con el mundo terrenal y con el inframundo. Otro gigante cubano es el najesí (Carapa guianensis), abundante en los bosques húmedos de Baracoa y que llega a conformar bosquetes casi puros. |
La carretera costera desaparece paulatinamente bajo las ruedas de mi bici y se transforma en una pista de tierra, ideal para recorrerla a pedales. ¡Me siento radiante avanzando en solitario y descubriendo nuevos rincones a cada pedalada!
Atravesando un pequeño pueblo me topo con un magnífico ejemplar de mango a cuya sombra conversan tranquilamente los lugareños. Más adelante me cruzo con un grupo que charla bajo otro pequeño árbol, un noni. Es la Cuba que vive a la sombra, relajada, de conversadera sin prisas, lejos de esa otra Cuba al sol y al son del turista.
El mango (Manguifera indica) es un árbol originario del sudeste asiático, pero perfectamente adaptado a la isla, como demuestra el hecho de que éste sea uno de los lugares en los que se cultiva un mayor número de variedades de mangos. El noni (Morinda citrifolia) es otra especie introducida, en este caso por sus usos medicinales |
Pero como me avisó Yarián, el camino se me iba a hacer largo. El plácido paseo junto al mar que me imaginaba se convierte en un rompepiernas, un sube y baja continuo que me obliga a echar pie a tierra varias veces, sin vergüenza, puesto que por momentos mi única compañía son unas cabras que desafían al calor.
Ya de noche cerrada llego a Marea de Portillo. Como todavía me faltan unos 15 km para El Pilón, no me queda más remedio que pasar allí la noche. Me sorprendo alojándome en un típico hotel “todo incluido”, repleto de turistas canadienses de la tercera edad… A la mañana, con el estómago lleno y merecidamente descansado, reanudo mi camino para llegar, esta vez sí, a El Pilón. Disfruto de un corto recorrido de unos 15 km junto a la costa, contemplando los manglares.
El mangle rojo (Rhizosphora mangle), el mangle prieto (Avicennia germinans), el patabán (Laguncularia racemosa) y la yana (Conocarpus erectus) son las cuatro especies de mangle que se pueden encontrar en Cuba, de mayor a menor tolerancia al agua salada y en consecuencia, de mayor a menor cercanía al mar. |
En El Pilón duermo en una casa particular, en lo que será mi forma de alojamiento habitual en las próximas semanas. Como es domingo, aprovecho para tomar unas cervezas en la plaza con los jóvenes del pueblo y me retiro porque al día siguiente me espera otra larga jornada de casi 100 km hasta Manzanillo.
Al poco de salir de El Pilón me enfrento con los repechos del Alto del Mareón, donde un letrero rememora que ese fue el punto que atravesó el grupo rebelde liderado por Almeida, en el que se encontraba el Che, todavía médico de la expedición, camino de la Sierra Maestra y de la Historia. ¡Estoy descubriendo los rincones en los que se fraguó la Revolución Cubana! Tras el desembarco del Granma, las tropas rebeldes lideradas por Fidel Castro sufrieron sus primeras derrotas y fueron dispersadas, aunque lograron reagruparse tiempo después ya en plena Sierra Maestra. En el Uvero, por donde pasé ayer, tuvo lugar la primera victoria de importancia del ejército rebelde, en lo que algunos autores consideran su mayoría de edad. El Che, en sus diarios, relata la planificación de la batalla:
“Por la noche nos pusimos en marcha; era una caminata larga, de unos 16 kilómetros, pero totalmente en bajada por los caminos que había construido especialmente para sus aserraderos la Compañía Babún. Empleamos sin embargo, unas ocho horas de marcha pues se vio interrumpida por una serie de precauciones extras que había que tomar, sobre todo al ir acercándonos al lugar de peligro. Al final se dieron las órdenes de ataque que eran muy simples; había que tomar las postas y acribillar a balazos el cuartel de madera”.
Desde Manzanillo continúo rodeando la Sierra Maestra por el norte, ya alejado de la compañía del mar. Este es mi primer viaje en bici, solo y con alforjas. Una forma de viajar cercana con el paisaje y con la gente. Como con la viejita que sale a conversar conmigo cuando me detengo a la sombra de una salvadera que crece junto a su casa¸ que se me queja de que su tejado salió una vez volando al paso del huracán Sandy y que se me queja de que otros turistas no paran en su casa para saludarla. O como el hombre que me sale al paso con un manual de instrucciones en italiano de una nave frigorífica, para ver si logro traducirlo, ya que al no entender italiano no son capaces de hacerla funcionar.
Recorrer un país en bici facilita este contacto con la gente, lo que en las zonas rurales de Cuba es sinónimo de buen trato y camaradería. Pero también significa estar siempre en camino, sin crear mayores vínculos con lo que se va dejando atrás, más pendiente de lo que aguarda más adelante.
La salvadera (Hura crepitans) se utiliza en Cuba generalmente como árbol de sombra en jardines y carreteras. El fruto, al madurar y secarse, estalla lanzando las semillas a distancia, lo que le otorga tanto su nombre científico “crepitans”, como su nombre común, “salvadera”, de salva, el saludo hecho con armas de fuego. La corteza posee un látex caustico y las semillas son venenosas, lo que ha provocado muchos envenenamientos por accidente en Cuba. |
Recorrer un país en bici, además, es cansado. Sobre todo cuando planificas etapas de casi 100 km bajo el sol abrasador del Caribe. Por eso, después de seis días bordeando la Sierra Maestra y con más de 450 km en las piernas, decido poner pie a tierra en Contramaestre y tomar un autobús hasta Guantánamo, donde tengo previsto iniciar la segunda etapa de mi viaje, ¡por el Oriente cubano!
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