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Bosques martianos (6 de 6)

El bosque martiano del Ariguanabo

Pero mi viaje todavía no ha terminado. Antes de tomar el vuelo de vuelta a casa, paso con la bici por delante del aeropuerto sin detenerme. El motivo es que a pocos kilómetros está San Antonio de los Baños y en la carretera de San Antonio a Alquiza, ¡el Bosque Martiano del Ariguanabo!

El bosque martiano del Ariguanabo

Pocos turistas visitan el municipio de San Antonio de los Baños. Seguramente, algunos vienen porque aquí está la sede de la Escuela Internacional de Cine y Televisión. Otros, porque aquí nació Silvio Rodríguez, que entre sus canciones también se acordó de los bosques de su niñez: “Soy de un viejo bosque de oro maderal, que los hacheros fueron a extinguir…”. Otros, al menos yo, porque aquí está el Bosque Martiano del Ariguanabo.

El bosque martiano del Ariguanabo

Como canta Silvio, los bosques del municipio fueron diezmados desde el siglo XVIII por la demanda de maderas de calidad para la construcción de barcos de guerra en los cercanos astilleros de La Habana. Estas fértiles llanuras fueron plantadas con tabaco y, tras la revolución de Haití, con caña y café. Los árboles se han conservado en la ribera del río Ariguanabo que, con su bosque galería, se ha convertido en el símbolo de San Antonio de los Baños, al que vio nacer a su vera y acabó completando el nombre.

El Bosque Martiano del Ariguanabo aspira también a convertirse en un símbolo de San Antonio. Y no solo eso, aspira a convertirse en un símbolo del pensamiento martiano y de la cultura de conservación de la Naturaleza que promueve para Cuba.

Cuentan que el Bosque Martiano es muy apreciado por los lugareños. Hasta aquí vienen los viejos a caminar y es habitual ver a los niños de las escuelas y a los jóvenes pioneros escuchando las enseñanzas de “Felo” sobre Martí, la historia de Cuba y el respeto a la naturaleza.

Sin embargo, cuando llego al Bosque no hay nadie, por lo que puedo recorrerlo en soledad. A la entrada un gran portón de madera con un letrero identificativo flanqueado de una hilera de almácigos invita a adentrarse.

En lo que anteriormente dicen que fue un vertedero, Rafael Rodríguez “Felo” decidió en 1991 crear un bosque. Pero no un bosque cualquiera. Pero no un bosque cualquiera. Tenía que reunir todas las especies de árboles y arbustos que Martí menciona en su Diario de Campaña de Cabo Haitiano a Dos Ríos. Nació así el Bosque Martiano del Ariguanabo.

Dentro el espacio es amplio y sorprendente. Además de los 54 especies de árboles del Diario de Martí, a cada paso me detengo ante rocas grabadas con imágenes y textos alegóricos, como el de René Fuentes Cintado: “Sigan sembrando semillas no interesa de qué modo hasta que se pueble todo el caimán de las Antillas. Plantas que sean sombrillas abiertas para el verano, que la sierra baje al llano, que el llano a la sierra suba y que se convierta Cuba en un gran Bosque Martiano”.

El bosque martiano del Ariguanabo

Un paseo por el Bosque Martiano del Ariguanabo nos descubre que no es únicamente un homenaje a Martí y a la naturaleza cubana. También están representados otros símbolos de la historia de Cuba.

Hay un área dedicada al Gramma, en la que están plantados los árboles de las siete maderas con que se construyó el yate: el pino, la teca, el roble, la majagua, la caoba, el cedro y el jigüe, sabicú o soplillo.

Hay un museo campesino, con su arado criollo, su yugo o su rueda de carreta apoyada en una yagruma.

El bosque martiano del Ariguanabo
La yagruma (Cecropia spp.) es considerada una especie pionera, ya que coloniza terrenos desnudos, preparando las condiciones para que otros puedan establecerse.
 
Martí comienza uno de sus versos afirmando que “Yo sé los nombres extraños/ de las yerbas y las flores”. Prueba de ello es que escribió que “la hoja fénica de la yagruma estanca la sangre” o que “la sabina (Juniperus lucayana) da sabor y eficacia medicinal al aguardiente, y que el té de yagruma es bueno para el asma”.

Hay un homenaje a La Demajagua, el lugar de inicio de la guerra de independencia cubana, simbolizada por un bosque de majagua, con la campana y la catalina: “Porque el grito de independencia de Céspedes es el comienzo de una parte muy importante de nuestra historia”.

El bosque martiano del Ariguanabo
 
La majagua azul (Hibiscus elatus) tiene una madera azulada muy distintiva y elegante, como pude apreciar en una mecedora expuesta en una tienda de Santiago de Cuba. También de calidad es la madera de otra majagua naturalizada en Cuba (Hibiscus tiliaceus), pero procedente de Oceanía.
 
Parece sonar una estrofa de Freddy Labori “Chispa”, que puso música al Diario de Campaña de Martí:
 
Del mediodía marcha loma arriba,
la altísima loma de yaya de hoja firme,
majagua de Cuba y cupey,
majagua de Cuba y cupey,
de piña estrellada allá, loma arriba,
y el penacho de nubes arriba,
en libertad azul arriba.
 

Aprovechando el silencio de mi paseo solitario por el Bosque Martiano, leo debajo de un árbol las ideas sobre la Naturaleza a lo largo de la Historia que recoge Antonio Núñez Jiménez en “Hacia una Cultura de la Naturaleza”. Por su vinculación con la filosofía de los Bosques Martianos, me quedo con las del francés Eliseo Reclus:

“La verdadera escuela debe ser la naturaleza libre, con sus hermosos paisajes para contemplarlos, con sus leyes para estudiarlas, pero también con sus obstáculos para vencerlos. No se educan hombres animosos y puros en salas estrechas con ventanas enrejadas”, o, como no podía ser menos, con las de José Martí: “¿A quién preguntaremos, pues? A la Naturaleza”.

El bosque martiano del Ariguanabo

De vuelta a casa

Ya en el avión de vuelta a casa, recuerdo a mis amigos Carlos y Estela y a sus compañeros forestales, que me acompañaron en mi viaje y que me enseñaron su conocimiento sobre los árboles cubanos y su cariño a su tierra, a su gente y a sus bosques.

Recuerdo a Martí, a Alexander Von Humboldt, a Antonio Núñez Jiménez y a todos los que amaron y escribieron sobre Cuba y su Naturaleza.

Con un joven compañero cubano

Por supuesto, recuerdo a todos esos cubanos y cubanas que han compartido conmigo instantes de su vida diaria. Niños como el Neymar de El Pilón; ancianos como la vieja de la salvadera;  jóvenes como la chica a la que “buena, bonita y barata” le parece un alago; adultos como el ex-diplomático que alquila una habitación porque no tiene edad para ponerse a vender comida en la calle.

He compartido conversaciones con cubanos contrarios a la revolución y con cubanos militantes de la revolución… Esa revolución de símbolos y contradicciones; la revolución verde oliva, la revolución roja, la revolución verde de los Bosques Martianos…

Releo las palabras del Che en “Diarios de Motocicleta” sobre su viaje iniciático por Sudamérica:

Mi boca narra lo que mis ojos le contaron. ¿Qué nuestra vista nunca fue panorámica, siempre fugaz y no siempre equitativamente informada, y los juicios son demasiado terminantes?: de acuerdo

Así que intento no hacer juicios demasiado terminantes de mi corto recorrido por una tierra que me ha acogido al poco salsero ritmo de mis pedaladas. Una tierra de la que, entre todos sus símbolos y contradicciones, me quedo con una frase de Martí escrita en una piedra con forma de corazón en el Bosque Martiano del Ariguanabo:

“Quien dice educar, ya dice querer”.

El bosque martiano del Ariguanabo
El bosque martiano del Ariguanabo

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