Un relato forestal viajero por Groenlandia en 2014
Hielo. La primera imagen de Groenlandia desde el avión es la de un enorme granizado. Abajo aparecen escarpadas montañas nevadas abrazadas por glaciares que arrojan bloques de hielo al mar. Al fondo se extiende el indlandsis, esa inmensa masa de hielo y nieve de hasta 2.000 metros de espesor que cubre cerca del 80 % de la superficie de la isla.
Con la nariz pegada a la ventanilla y la boca abierta observo por primera vez esta tierra de hielos perpetuos en la que me voy a internar en un trekking de siete días a través de fiordos, glaciares y montañas. Un trekking en el que pretendo descubrir alguno de los escasos bosques que han logrado adaptarse a uno de los territorios con las condiciones ambientales más extremas del planeta.
Al aterrizar en Narsarsuaq, “gran planicie” en groenlandés, se presenta un paisaje más amable. El blanco y el gris helado que se veían desde el avión se han transformado en el verde de los extensos pastizales y matorrales que cubren el sur de Groenlandia. Lo que un día los vikingos bautizaron como Greenland, “la tierra verde”. Pero todavía me cuesta creer que en estas tierras árticas puedan prosperar bosques.
Al salir del aeropuerto enseguida diviso ya los primeros sauces y abedules achaparrados, que quedan lejos de merecer siquiera el calificativo de arbolitos. Antes de la última Edad de Hielo, parte de Groenlandia estaba cubierta por árboles, como muestran algunos restos fosilizados. Tras la glaciación, algunas especies como sauces, abedules, serbales y enebros colonizaron de nuevo las zonas costeras del suroeste de la isla, de clima más benigno. Y regresaron los bosques a Groenlandia.
La única coníferas que crece de manera natural en Groenlandia es el enebro rastrero. Se ha sugerido que la causa principal de la ausencia de coníferas es la posición aislada de la isla que dificulta la llegada de plantas con semillas pesadas desde Europa o Norteamérica y no las limitaciones ecológicas. Lo que observo al poco de salir del aeropuerto parece corroborar esta teoría. Pies dispersos y bosquetes de pinos y abetos se extienden por las laderas cercanas: se trata del “Arboretum Groenlandicum”.
Hace más de 100 años se iniciaron las experiencias para introducir árboles en Groenlandia, con el objetivo de analizar su posible adaptación a las condiciones locales. Cerca de Narsarsuaq, se realizaron ya en 1892 las primeras plantaciones forestales con pinos silvestres y abetos rojos, algunos de los cuales todavía sobreviven con alturas no superiores a cinco metros. Son los llamados “árboles de Rosenvinge”. Nuevas plantaciones han tenido lugar a partir de la década de 1950, fundamentalmente de coníferas provenientes de Norteamérica y del norte de Europa. En el bosque de Kuussuaq, en el fiordo de Tasermiut, en 2005 se realizaron los primeros aprovechamientos madereros en una pequeña repoblación de coníferas.
El “Arboretum Groenlandicum”, que tengo frente a mí, es la mayor plantación forestal de la isla. En un área de unas 150 hectáreas se han plantado más de 130.000 ejemplares de más de 200 especies arbóreas distintas, con el apoyo del Gobierno y diversas instituciones danesas e internacionales. Se estima que permanecen individuos vivos de más de 50 especies diferentes. Las mejor adaptadas parecen ser el alerce siberiano (Larix sibirica), varios abetos y piceas norteamericanas (Abies lasiocarpa, Abies balsamea, Picea glauca,…), el pino lodgepole (Pinus contorta) y el álamo balsámico (Populus balsamífera). Por el contrario, el pino silvestre (Pinus sylvestris) y el abeto rojo (Picea abies) de Escandinavia han obtenido pobres resultados.
Sin tiempo para visitar el arboreto, monto con mis compañeros de travesía y nuestros guías, Álvaro y Leti, en una zodiak que nos lleva a través de fiordos salpicados de icebergs hasta el pequeño embarcadero de Itilleq. Desde Itilleq nos tenemos que dirigir a pie por el Camino de los Reyes hasta Igaliku, el que dicen que es uno de los pueblos con más encanto de la isla. En Igaliku pasaremos nuestra primera noche antes de iniciar por la mañana el “Gran Trekking de Groenlandia”, organizado por la agencia Tierras Polares.
Al poco de salir de Itilleq nos topamos con “The Children´s Forest”, una pequeña plantación forestal en la que desde 2004 se añade un árbol por cada recién nacido, diferentes especies si es niño o niña. Una danesa afincada en la zona ha promovido esta experiencia, con objeto de inculcar en los niños groenlandeses el amor a los árboles.
Esta primera noche en Groenlandia me cuesta conciliar el sueño por la falta de oscuridad y por la emoción de haber empezado ya un viaje a la tierra de los Inuit, los habitantes tradicionales del Ártico americano. Un viaje a los bosques de los Inuits. De momento he podido ver que las plantaciones forestales del “Arboretum Groenlandicum” y de “The Children´s Forest” son iniciativas promovidas por personas venidas de fuera. Pero, ¿cuál será la relación de los Inuits con los escasos bosques que, como ellos, han conseguido sobrevivir en este entorno frío y hostil? Espero poder ir descubriéndolo a lo largo de los próximos días de trekking…
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