Progreso:

Un bosque en el mar (2 de 4)

El Gran Trekking de Groenlandia

En Igaliku iniciamos el “Gran Trekking de Groenlandia”. Solo parecen salir a despedirnos unas pocas ovejas que pastan despreocupadas.

Tradicionalmente los Inuits eran cazadores, pescadores y recolectores y vivían totalmente adaptados a un medio extremadamente hostil en una continua lucha por la subsistencia. Sin embargo, hoy en día hay que desplazarse hasta el norte de Groenlandia para conocer a los últimos cazadores Inuits que han decidido mantener vivas sus antiguas tradiciones de la caza de morsas, osos, narvales, focas y aves como los pequeños mérgulos.

En el sur de la isla, por el contrario, el desarrollo ha permitido la generación de nuevas alternativas económicas, como la pesca industrial, la creciente industria turística y la ganadería. A principios del siglo XX se introdujo la cría de ovejas y actualmente se estima una cabaña de más de 20.000 cabezas, que se alimentan en los pastos en verano y estabuladas a base de pienso y heno el resto del año. La cabaña de caribúes es más pequeña y se mantienen libres en las montañas hasta el momento en que los recogen con caballos y quads. Además de ovejas y caribúes, también hay alguna granja de vacas, como las que pronto veremos en Iterlak.

Ovejas en Igaliku
Igaliku
Igaliku

Caminamos por la orilla del fiordo, observados por majestuosos pigargos europeos que se dirigen a pescar. Al dejar atrás Igaliku comprobamos que la ubicación entre fiordos, prados y montañas de sus casas de colores dispersas conforman un paisaje tan idílico que se afirma que es el pueblo más bonito de Groenlandia. Sin embargo, también comprobamos que se sitúa en un enclave de difícil acceso en el que resulta complicada la llegada de las comodidades de la civilización. La política del Gobierno groenlandés busca concentrar a la población en las principales ciudades de la isla, con lo que pretende disminuir los gastos en servicios básicos a una población tan diseminada. Por desgracia, esto implica el despoblamiento rural y una pérdida de parte de los valores tradicionales de los Inuits.

La base de la organización tradicional de los Inuits es la comunidad, una estructura muy adaptada a la vida en un medio tan hostil. Los roles familiares estaban muy definidos: el hombre tenía el papel de cazador y la mujer el de costurera y un buen cazador podía llegar a tener dos mujeres, ya que había muchas pieles que trabajar. Una muestra del papel básico de la comunidad para la vida en el ártico es la leyenda del “quivittok”. Si por alguna circunstancia desgraciada, algún Inuit tenía que abandonar su comunidad e irse a vivir aislado era muy difícil que consiguiera sobrevivir. Y si sobrevivía en estas condiciones, los Inuit pensaban que se habría convertido en quivittok, un personaje sobrenatural al que se le atribuyen poderes como cazar caribúes a la carrera, levitar o hablar con los animales. ¿Cómo de otra forma podría vivir en soledad en este entorno? Los Inuits tienen miedo al quivittok y cuando suben a las montañas le dejan frutas u otros regalos.

Por la orilla del fiordo de Igaliku

Nosotros seguimos caminando por el borde del fiordo y llegamos hasta la granja abandonada de Iterlak, donde dicen que habita un quivittok. Por si acaso, no nos detenemos demasiado y avanzamos hasta la cabaña de Hobiton, en la que pasaremos la segunda noche y que los Inuits, hoy convertidos en granjeros, suelen usar cada otoño cuando recogen sus ovejas.

Llega el momento de que dejemos atrás las zonas costeras y nos adentremos por fin en el interior de la isla. Vamos en busca de la soledad de unas montañas por las que solo transitan unos pocos granjeros en la época en que suben a buscar el ganado. Durante los cuatro siguientes días de trekking tendremos que movernos en autonomía, cargando todas nuestras provisiones y equipos. Por suerte, contaremos con la comodidad de poder alojarnos en las cabañas de Jespersen y Motzfeldt, en realidad containers trasladados en helicóptero y habilitados con cocinas y literas. En estos cuatro días podremos descubrir la belleza y rudeza de Groenlandia, o mejor dicho, del extremo sur de Groenlandia, porque la exploración del inmenso campo de hielo que ocupa la mayor parte de la isla queda para los verdaderos aventureros.

La cabaña de Hobiton
La cabaña de Hobiton
La cabaña de Jespersen
La cabaña de Jespersen

Vamos a subir montañas desde las que alcanzaremos a ver el inalcanzable indlandsis; a cruzar ríos de los que beberemos el agua más pura que se puede beber; a andar por sendas por las que solo andan las ovejas; a andar sin sendas por morrenas y glaciares; a bañarnos en lagos bañados de icebergs; y atravesaremos uno de los escasos bosques naturales de Groenlandia.

Vista del glaciar Jespersen

Nada más salir de la cabaña de Hobiton nos espera un duro ascenso a lo largo de un estrecho desfiladero en un ambiente alpino dominado por grandes montañas. El esfuerzo merece la pena y al superar el collado se despliega un fabuloso paisaje. Una lengua glaciar desciende directamente desde el gigantesco campo de hielo que se extiende tras las montañas. A mis pies adivino la cabaña de Jespersen, nuestro refugio para las dos próximas noches. Y en las abrigadas laderas que flanquean el camino de descenso a la cabaña se refugia uno de los pocos bosques  de Groenlandia. El peso de las mochilas, en las que llevamos todo lo necesario para sobrevivir estos días en autonomía, nos hace caminar lentamente, como lento es el desarrollo de estos árboles en un entorno tan adverso.

Abedules en Groenlandia

En Groenlandia solo crecen bosques de abedules en unos pocos emplazamientos. Aunque es posible encontrar ejemplares en las regiones costeras, los abedulares de Groenlandia se refugian en localidades aisladas del interior. El más renombrado es el bosque del valle de Quinngua, protegido de los vientos por escarpadas montañas, en el que se pueden encontrar abedules de más de 10 metros de altura.

Junto a los abedules de montaña (Betula pubescens spp. czerepanovii) crecen otros pequeños árboles y arbustos como el fresno de montaña de Groenlandia (Sorbus groenlandicus), el aliso de montaña (Alnus crispa), el sauce de hoja gris (Salix glauca) y la única conífera local, el enebro común (Juniperus communis).

Betula pubescens spp. czerepanovii
Betula pubescens spp. czerepanovii
Salix glauca
Salix glauca
Juniperus communis
Juniperus communis

Soy consciente de lo singular de este bosque e intento perderme entre abedules con troncos retorcidos de formas imposibles. No se me ocurre un nombre científico más descriptivo que el que hasta hace poco se daba al abedul de montaña: Betula tortuosa. Los abedules de este valle escondido en las laderas del glaciar Jespersen son ciertamente tortuosos, lo que les aporta una belleza especial a la que muy pocos groenlandeses prestan interés.

En un bosque de Groenlandia

En realidad, Groenlandia ofrece tantas bellezas en cada rincón, que resulta entendible que casi nadie repare en sus bosques. Aprovechando el día de descanso en la cabaña de Jespersen, ascendemos un pequeño pico de unos 800 metros, desde el que tenemos la oportunidad de disfrutar de un magnífico paisaje de los valles glaciares árticos, con la imponente presencia del indlansis al fondo. Un paisaje por el que nos vamos a internar los próximos días.

El glaciar Jespersen
El glaciar Jespersen

Nuestro itinerario continúa a la mañana siguiente por el borde del glaciar Jespersen. A ratos avanzamos entre los pedruscos de la morrena y a ratos por el hielo de la lengua del glaciar. Caminamos con dificultad por la morrena del glaciar sorteando pequeños y grandes bloques de rocas. Hace rato que han desaparecido los abedules. En realidad ha desaparecido casi toda forma de vida. Pero de pronto sorprendemos a una solitaria liebre ártica que no sabemos qué puede estar buscando en un terreno en el que casi no crecen ni las hierbas. Como queriendo dar un toque alegre a estos desangelados pedregales, entre las rocas encontramos pequeñas plantas que florecen con bellos colores. Entre otras, me parece identificar a Chamaenerium latifolium o a Silene acaulis.

Silene acaulis
Silene acaulis
Liebre ártica (Lepus arcticus)
Liebre ártica (Lepus arcticus)

En algunos tramos intentamos progresar sobre la lengua del glaciar Jespersen. Como no estamos equipados con crampones, tenemos que andar con cuidado para sortear las grandes grietas que atraviesan el hielo del glaciar y bajo las que discurren ríos de gélidas aguas de deshielo.

La lengua del glaciar Jespersen
La lengua del glaciar Jespersen

Mientras caminamos por el glaciar, no puedo evitar pensar en todas las noticias que se pueden leer sobre las alarmantes evidencias del deshielo de los glaciares de Groenlandia, provocado por el calentamiento global. Las repercusiones del deshielo de la segunda reserva mundial de hielo continental tras la Antártida son evidentes. A nivel global, con el aumento del nivel de los océanos. A nivel local, con las graves dificultades de poblaciones locales como los últimos Inuits cazadores del norte para adaptarse a un entorno cambiante. Paradójicamente, el cambio climático también trae a Groenlandia nuevas oportunidades para la agricultura, la silvicultura o la minería, en un modelo de desarrollo no anhelado por todos.

La lengua del glaciar Jespersen

Tras una intensa jornada entre hielos y rocas llegamos a la cabaña de Motzfeldt, otro container estratégicamente ubicado a los pies de los glaciares de Jespersen y de Evighedsbraeen. No me resisto a darme un rápido baño en el pequeño lago en la confluencia de los dos glaciares, entre pequeños icebergs que se desgajan de las lenguas de hielo. Quiero empaparme todo lo que pueda de este paisaje único y espléndido, que a la vez que nos hace sentir pequeñitos, nos muestra los enormes efectos sobre todo el planeta de nuestros “pequeñitas” acciones.

La última jornada del trekking descendemos en paralelo al cauce del Río Negro, que desagua las aguas de fusión de los glaciares y del lago Motzfeldt. Inventamos el camino entre grandes y pequeños bloques de rocas por los que solo se dibujan algunos senderos de ovejas Al atardecer montamos las tiendas de campaña cerca de la desembocadura del Río Negro en el fiordo de Qooroq.

La morrena del Río Negro
La morrena del Río Negro

Hemos disfrutado de la inolvidable experiencia de compartir unos días aislados en un trekking por los impactantes escenarios que dibujan los glaciares Jespersen´s Brae y Evighedsbraeen, el lago Motzfeldt y la morrena glaciar del Río Negro, sin más compañía que una despistada liebre ártica, un grupo de eiders y los majestuosos pigargos europeos. Contemplamos el último atardecer con una sensación de paz y de plenitud que solo se presenta en medio de la naturaleza salvaje. Una naturaleza como la que todavía se puede encontrar en Groenlandia.

Plano de nuestro recorrido en Groenlandia

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