Progreso:

Un bosque en el mar (3 de 4)

Qassiarsuk

El viaje está llegando a su fin. Esperamos tranquilamente a orillas del fiordo de Qooroq a que llegue la zodiak que nos tiene que trasladar a Qassiarsuk, donde pasaremos nuestra última noche en Groenlandia antes de tomar el avión de vuelta a casa. Nos entretenemos contemplando un grupo de eideres que nadan plácidamente en el fiordo entre pequeños icebergs. Ha sido un viaje corto pero intenso. Lo que no sabemos es que Groenlandia todavía nos depara alguna que otra agradable sorpresa.

En el fiordo de Qooroq vierte su agua y su hielo uno de los glaciares más activos del sur de Groenlandia. La lancha avanza con cuidado hacia el frente del glaciar sorteando los cada vez más numerosos icebergs hasta que su densidad no nos deja avanzar más. Tomamos unos chupitos con hielo recién cogidos de una de esas formaciones de hielo flotante que parecen esculpidas deliberadamente por la naturaleza. No deja de ser una «turistada». Entre sorbo y sorbo comprendo que eso es realmente lo que somos, unos turistas afortunados en medio de una naturaleza fabulosa. Una naturaleza que nos grita que la cuidemos.

Esperando a la zodiak en el fiordo de Qooroq
El glaciar de Qooroq
El glaciar de Qooroq

Dejamos atrás poco a poco los icebergs de Qooroq y ya en el fiordo Tunulliarfik la lancha nos lleva rápidamente hasta Qassiarsuk, el que fue el primer asentamiento vikingo en Groenlandia. Se cuenta que en el año 983 un vikingo llamado Erik el Rojo fue desterrado de Islandia y navegó hacia el oeste. Cuando regresó tres años después llevó la buena nueva de que había descubierto una próspera tierra a la que denominó Greenland. Con este sugerente nombre consiguió convencer a un nutrido grupo de vikingos islandeses para que le acompañaran de vuelta a Groenlandia, donde establecieron dos asentamientos. En el actual Qasiarsuk, Erik levantó Brattahlid, la que se considera capital de la Groenlandia vikinga.

Qassiarsuk
Qassiarsuk

Contemplando Qassiarsuk desde un pequeño cerro puedo entender  que ésta fuera la “tierra verde” de Erik el Rojo. Pequeños prados de diversos tonos verdes ocupan los escasos terrenos relativamente llanos aptos para su cultivo. Los actuales groenlandeses se han convertido en granjeros, como los vikingos que un día se aventuraron hasta estas tierras en busca de verdes pastos. Posiblemente, antes de la llegada de los vikingos los bosques de abedules y sauces eran más abundantes en el sur de la isla y los nuevos colonos los transformaron en pastizales.

Una estatua de Leif Eriksson, el hijo de Erik, se alza en este pequeño cerro. Según las Sagas Islandesas, Leif Eriksson fue el primer europeo en pisar la América continental. ¡Una auténtica saga de exploradores!

Estatua de Leif Eriksson en Qassiarsuk
Estatua de Leif Eriksson en Qassiarsuk

Otro explorador está asentado en la actualidad en Qassiarsuk. Ramón Larramendi es un auténtico explorador polar y el director de la agencia de viajes “Tierras Polares” con la que en este viaje estamos descubriendo Groenlandia .

En Qassiarsuk nos alojamos en el Leif Eriksson Hostel, el “campamento base” de los viajes de Tierras Polares. Es nuestra última cena en Groenlandia y para celebrar la ocasión degustamos diversos productos locales entre los que destacan pequeñas tiras de carne de ballena. Al grupo de la mesa contigua le acompaña Ramón Larramendi y a la sobremesa nos acercamos todos a escucharle hablar de sus expediciones. Pese a que no llegamos a conversar personalmente me transmite una sensación de plenitud. La de alguien que ha encontrado su lugar.

Para cenar, ballena
Para cenar, ballena

Larramendi nos habla con pasión de uno de sus últimos proyectos árticos, el Trineo de Viento. En esquema se trata de un conjunto de trineos impulsados por os fuertes vientos polares gracias a cometas de diferentes tamaños. El Trineo de Viento ha recorrido ya más de 18.000 kilómetros por el Ártico y la Antártica en una decena de expediciones. El modelo actual es capaz de transportar a seis personas y hasta 2.000 kilos de carga y se ha convertido en una plataforma para la exploración científica y geográfica de las tierras polares y en un testigo privilegiado de los efectos del calentamiento global en las áreas polares.

El fiordo de Qooroq
El fiordo de Qooroq

En este viaje solo hemos podido intuir las consecuencias del cambio climático sobre Groenlandia, uno de los territorios de la Tierra en los que más evidentes son los efectos del deshielo debido al calentamiento global. Iniciativas como el Trineo de Viento son de gran utilidad no solo por su labor investigadora, sino para concienciar acerca de las repercusiones de nuestro modo de vida sobre esta parte del planeta tan bella como frágil. En el video “Un recorrido por el cambio climático en Groenlandia”, Ramón Larramendi y Manuel Olivera narran la expedición de circunnavegación de la isla en 2014 en la que recorrieron más de 4.000 km con el Trineo de Viento. Además de recoger 300 tomas de muestras de datos sobre la temperatura, densidad y humedad de la nieve en el interior de Groenlandia que serían analizadas posteriormente, sobre el terreno sacaron algunas conclusiones, basadas en su conocimiento de la región desde hace décadas. La más llamativa, que la exploración que emprendieron hace más de 25 años, en la que cruzaron el Ártico durante tres años en trineo de perros y kayaks, sería hoy imposible porque ya no hay hielo en ningún momento del año en muchas de las rutas que siguieron en trineo.

Esa exploración a la que hacen referencia en el video tuvo lugar a principios de los años 90, bastantes años antes de imaginarse siquiera el Trineo de Viento, Ramón Larramendi organizó con un grupo de compañeros sorprendentemente jóvenes una expedición en la que durante tres años recorrieron 14.000 kilómetros desde el sur de Groenlandia hasta Alaska con trineos de perros y kayaks. Y plasmaron las vivencias de ese fabuloso viaje en el libro “Tres años a través del Ártico”.

Me siento en el Leif Eriksson Hostel junto a uno de esos trineos de perros que siguen dejando sus huellas en el hielo de Groenlandia y me sumerjo en la lectura. Me desplazo velozmente en un trineo tirado por perros a través de las páginas de “Tres años a través del Ártico”, en las que intento aprender un poco más sobre la realidad de los pobladores del Ártico. Una realidad que en el fondo creo que no difiere gran cosa de la de tantos otros pueblos que permanecen ligados a la Naturaleza en sus bosques, montañas, costas, desiertos o hielos, en unos momentos en los que los modos de vida tradicionales entran en conflicto con la modernidad.

Trineo en el Leif Eriksson Hostel
Trineo en el Leif Eriksson Hostel

En el capítulo “Intentando ser esquimales”, Larramendi nos cuenta la filosofía con la que enfocaron esa gran exploración:

Dentro de ese poderoso anhelo de aventura y exploración, jamás me planteé lo posibilidad de hacerlo de un modo superficial, con la utilización de ayudas mecánicas, guías, o cualquier apoyo que disminuyese la unión, a veces lucha, entre hombre y naturaleza. Siempre he sentido como un gran error pensar que se puede disfrutar de la esencia de algo sin afrontar de verdad sus dificultades y padecer sus inevitables penurias. Quería vivir plenamente la esencia de lo que sentía, la aventura pura.” (…) “Siguiendo estos razonamientos, fui dándome cuenta de que para vivir algo en profundidad hace falta algo tan sencillo como tiempo, para aprender, conocer a las gentes, reflexionar.”

Qué poco que ver con nuestros viajes, en los que en unas escasas semanas pretendemos imbuirnos con la esencia de Groenlandia o de cualquier otro rincón del mundo que visitemos. Como reflexiona Ramón Larramendi en “Tres años a través del Ártico”, “me produce risa el pensar que en una semana alguien pueda aprender algo sobre este país y esta gente”. En todo caso, en la propia web de Ramón Larramendi se señala que “conocer es valorar y por ello acerca a los viajeros con espíritu de aventura y exploración a uno de los paraísos olvidados de nuestro planeta, inspirándose en las grandes expediciones polares, como lo fue su travesía polar”.

El último proyecto que está poniendo en marcha Ramón Larramendi es el “Inuit Climate Patrol”. Su objetivo es colaborar para que no desaparezca la cultura tradicional Inuit en la región groenlandesa de Thule, “el último lugar del mundo  donde todavía se lleva a cabo la vida tradicional de los cazadores: el trineo de perros, el kayak tradicional y la caza del narval con arpón”. Una cultura tradicional amenazada en los últimos años por las restricciones a la caza y el cambio climático.

Quad en un pueblo de Groenlandia
Quad en un pueblo de Groenlandia

Rescato una reflexión que plasmaba Larramendi en el capítulo “Los últimos cazadores” de sus “Tres años a través del Ártico” sobre su paso por Thule hace casi 30 años:

Estos dos mundos, el tradicional y el moderno, están por igual a su alrededor, creando una extraña mezcla y haciendo que no se sientan parte de ninguno, formando lo que llaman “la generación del cambio”, la generación perdida de gente que no pertenece a ningún sitio, que no sabe lo que es. A lo largo del viaje son suficientes unos minutos de charla con una persona, para darte cuenta de con quién estás hablando y de qué mundo es, si del tradicional, de la generación perdida, o de la moderna. No son los ropajes externos, ni el idioma, es la forma de pensar y de ver la vida”.

¿Qué te ha parecido este relato viajero?

Si quieres hacer algún comentario, este es tu espacio.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *