El Piton de La Fournaise. Escuchando al fuego (2)
Cada vez que una colada de lava se enfría, comienza un nuevo proceso tan apasionante como la propia erupción. Las duras condiciones de las partes altas únicamente permiten la existencia de una vegetación rala, pero en las laderas bajas del volcán la vegetación es capaz de recolonizar los terrenos yermos y convertirlos en un exuberante bosque en un periodo de tiempo casi impensable.
Las primeras especies que aparecen son los líquenes, capaces de prosperar sobre las propias rocas. A los tres años ya se han instalado los musgos, los helechos y los licopodios, colonizando los pequeños huecos. A continuación llegan herbáceas y matorrales pioneros, como el Tomillo Marrón o el Petit Bois de Rempart (Agarista buxifolia), con sus flores rojas tan llamativas como tóxicas. A los treinta años, la humedad y el calor ya han generado condiciones edáficas para que se instalen pequeños arbustos como el Bois de Rempart (Agarista salicicola). A los doscientos años se han desarrollado pequeños árboles como el Bois de Fer Bâtard (Sideroxylon borbonicum). Y en trescientos años ya se ha formado un joven bosque con su acompañamiento de helechos y orquídeas: el bosque de Maderas de Color de los Bajos.
Emprendemos el último tramo de nuestro recorrido. Un pronunciado descenso nos lleva desde el borde superior del Enclos hasta el mar. Por el camino, podemos comprobar que el gradiente temporal de colonización del volcán por la vegetación se reproduce en el gradiente altitudinal. La vegetación pionera de las zonas altas se va transformando a medida que descendemos, hasta dar lugar al excepcional bosque de Maderas de Color de los Bajos o “Bois de Couleur des Bas” de Basse Vallée.
Los bosques húmedos de baja altitud de La Reunión han sido sistemáticamente destruidos desde los primeros tiempos de la colonización y actualmente la mayor parte de su área potencial está ocupada por cultivos. No obstante, sobreviven algunas pequeñas reliquias como los bosques de Mare Longue y de Basse Vallée. Estos bosques tremendamente ricos en endemismos son uno de los más amenazados a escala mundial, por lo que precisan de una protección particular.
Los primeros árboles que nos encontramos son propios de los bosques de los altos. El Mapou (Monimia rotundifolia) se distingue fácilmente por sus grandes y redondeadas hojas. Más difícil resulta identificar las distintas especies de Mahot. El Mahot Rojo (Dombeya reclinata) tiene las hojas de tono rojizo y con el borde caído o reclinado. El Petit Mahot (Dombeya ficulnea) muestra sus hojas horizontales y sus umbelas de flores rosadas. El Bois de Papaye (Polyscias bernieri) dispone sus hojas en racimos como la papaya.
También aparecen especies como la Vacoa o Pimpin des Hauts (Pandanus montanus) o la Palma Roja (Acanthophoeinix rubra).
Por debajo de los 800 metros de altitud ya podemos decir que estamos realmente inmersos en el bosque de Maderas de Color de los Bajos. Los bosques húmedos de baja altitud se componen de más de cuarenta especies de árboles que alcanzan entre los quince y los veinte metros de altura. Se trata posiblemente del bosque de mayor riqueza de La Reunión, que ya de por sí es considerada un hotspot o punto caliente de biodiversidad. Bajo el dosel apenas se observan las típicas lianas y bromelias de otros bosques tropicales. En su lugar, aparece una profusión de epífitas, como musgos, helechos y orquídeas. Didier se detiene cada pocos pasos para mostrarnos una nueva planta. Algunas de sus fotos de orquídeas consiguen reflejar la belleza del original, como la de Benthamina nigrescens y la del Ti-Carambole (Bulbophyllum nutans).
En las zonas bajas, cercanas a la costa, el bosque ha sido sustituido por plantaciones. Plantaciones de vainilla creciendo sobre los árboles, con cámaras de videovigilancia para evitar el robo de sus preciadas vainas. Plantaciones de árboles madereros exóticos, como el Jamrose (Syzygium jambos), ocupando el lugar de especies endémicas como sus peculiares primos los Bois de Pomme (Syzygium sp.), con sus flores y frutos colgando directamente del tronco. Pero también plantaciones de árboles indígenas, en un intento por conservar los valiosos endemismos que atesora La Reunión. Así, descubrimos los grandes frutos del Grand Natte (Mimusops balata), una de las cuatro especies de sapotaceas endémicas de la isla; o las hojas heterófilas del Bois d´Éponge (Polyscias cutispongia), un árbol en peligro crítico de extinción.
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