El Piton de La Fournaise. Escuchando al fuego (1)
Bourg-Murat es un pueblo casi sin encanto al borde de la única carretera que divide la isla por su interior. Y digo casi sin encanto porque en Bourg-Murat se encuentra “La Cité du Volcan”, un interesante museo que nos va a mostrar la fabulosa historia geológica de la isla.
En el museo aprendemos la diferencia entre las erupciones eruptivas y las efusivas o la teoría del punto caliente, que explica la formación de La Reunión. Se dice que la primera erupción volcánica en este punto ocurrió hace más de 60 millones de años, creando lo que ahora es la meseta india de Deccan y contribuyendo, según otra teoría, a la extinción de los dinosaurios. A medida que las placas oceánicas se movían hacia el norte, el punto caliente continuó su labor de creación. Sucesivamente fueron surgiendo del mismo lugar las islas de Chagos, Las Maldivas, Isla Rodríguez, Mauricio y finalmente, La Reunión. Si la teoría es correcta, el Pitón de la Fournaise es la manifestación actual de este punto caliente.
Decididos a pasar de la teoría a la práctica, a la mañana nos ponemos en marcha en dirección al Piton de la Fournaise. Atravesamos la Plaine des Cafres por un paisaje que nos resulta familiar, con vacas, prados y hasta Tojos (Ulex europaeus). El grupo se divide y algunos prefieren recorrer este tramo en coche, ya que una carretera llega hasta el mismo Refugio del Volcán. El resto preferimos continuar caminando.
Como afirma Christian Germanaz en un estudio sobre la evolución del turismo en el volcán de la Fourniese,
“La introducción del automóvil trastoca el sentido de la pista, el camino o el camino tradicional. Ahora se trata de llegar rápidamente a etapas, destinos, borrando al mismo tiempo la temporalidad y la geografía de lo que podríamos llamar el intermedio, es decir, estos interludios espacio-temporales entre los lugares visitados, necesarios para hacer aflorar una relación de intimidad entre el viaje y el viajero y propiciar el encanto del itinerario”.
El camino es descubrimiento. Y este camino nos sigue deparando agradables sorpresas. Empiezan a aparecer pequeños bosquetes de un arbolito que todavía no conocíamos, el Petit Tamarin des Hauts (Shopora denudata). A pesar de que parece localmente abundante, la supervivencia del Petit Tamarin des Hauts se encuentra amenazada. Si nos fijamos, apenas encontraremos individuos jóvenes, lo que revela un preocupante problema de regeneración natural.
Más adelante, nos asomamos sobre la Rívière des Remparts, uno de los grandes valles más impactantes de la isla. Enmarco la foto de la garganta tras un pequeño arbusto de flores amarillas. El Fleur Jaune (Hypericum lanceolatum), que los lugareños recogen por sus propiedades medicinales, es una planta muy habitual entre los 600 y los 2.600 metros en toda la isla.
Como también es habitual en La Reunión, fueron los cimarrones los que primero colonizaron este desfiladero. Bory de Sant-Vicent recorrió la Rivière des Remparts en 1801 y conoció a uno de sus primeros pobladores blancos: “algunos árboles talados, árboles de papaya, cien pies de café plantados en hileras escalonadas, berros a lo largo de las corrientes de agua y una pobre cabaña con techo de paja eran los títulos de posesión del señor Ojard” … “Las laderas de una altura aterradora, cubiertas de verdor oscuro por encima de las cuales las palmas alzaban sus cabezas oscilantes, parecían rodearte por todos lados; reinaba una calma en esta soledad”. Más tarde, el cultivo y la destilación del Geranio y del Vetiver facilitaron la prosperidad de sus pobladores y el declive de sus bosques.
El camino continúa ascendiendo paulatinamente, al mismo ritmo que nos va invadiendo una densa niebla. Si La Reunión es la isla con más de 200 microclimas, nosotros bromeábamos con que siempre nos tocaba el mismo. Por suerte, hasta ahora Didier solo está teniendo que utilizar su enorme paraguas como sombrilla.
La niebla ya se ha disipado cuando llegamos al Oratorio de Santa Teresa. Desde aquí podemos contemplar por primera vez la desértica Plaine des Sables, con el Piton Chisny al frente, y al fondo, ¡el Piton de la Fournaise!
Los oratorios, como éste de Santa Teresa, son una constante al borde de los senderos. Unas veces están dedicados a la virgen, y otras a Saint Expedit, un legionario romano que en el año 303 dC fue decapitado en Armenia por su fe cristiana. El culto a Saint Expedit, venerado también por el hinduismo, es una muestra del sincretismo que impregna la cultura criolla de La Reunión, en la que la magia y la brujería de los antiguos esclavos africanos se funde con el resto de creencias y religiones de la isla, en una convivencia en cualquier caso pacífica y armoniosa.
Al poner pie en la Plaine des Sables parece que nos hemos trasladado a otra isla. Casi a otro planeta. Dicen que hace 65.000 años, el centro volcánico estaba situado en la Plaine des Sables, cuando un gran accidente tectónico lo desplazó a su ubicación actual en la caldera del “Enclos”. Hace solo unos 1.000 años, una gran erupción en el exterior de la caldera originó el Piton Chisny y cubrió de arena la Plaine des Sables, confiriéndole su aspecto marciano actual.
A pesar de su imagen desértica, en la Plaine des Sables se han identificado 93 especies de plantas diferentes, algunas exclusivas de la zona a nivel mundial. Didier se esmera en mostrarnos los secretos del volcán, como algunas de las plantas que colonizan estas arenas de lapilli: una llamativa gramínea de espigas púrpuras (Pennisetum caffrum) o un pequeño brezo que llaman Tomillo Marrón (Erica galioides).
Dejamos a un lado el Piton Chisny y seguimos camino hasta el refugio del Volcán, que ascenderemos por la mañana. Pero antes, de madrugada, regresamos a la cima del Piton Chisny para contemplar el amanecer sobre el volcán.
El Piton de la Fournaise es uno de los volcanes más activos del mundo. Las dos últimas erupciones tuvieron lugar en febrero y abril. Aunque los múltiples sensores que lo monitorizan empiezan a mostrar indicios de una próxima actividad, ante nuestra expectante mirada el volcán se muestra relajado. Nos vamos haciendo a la idea de que la vista desde el Piton Chisny del sol surgiendo tras el volcán es lo más parecido a una erupción que vamos a poder contemplar.
La leyenda de Grand-Mère Kalle está ligada al volcán. Se cuenta que la joven esclava Kalle se enamoró del hijo de su dueño y se quedó embarazada. Kalle tuvo que huir a las montañas para evitar la ira de su suegro, que pretendía matarla. En los bosques nació su hijo, al que llamó Tikalla. El amo consiguió encontrarla y consumó su venganza matando al nieto bastardo. Se cuenta que desde entonces, Grand-Mère Kalle vaga por las montañas, convertida en bruja y secuestrando a los niños que andan solos de noche. Se cuenta que se la puede ver a medianoche en forma de un gran pájaro negro que grita “tout, tout, tout”. Se cuenta que Grand-Mère Kalle vive en las laderas del Piton de la Fournaise y que es ella la que desencadena las erupciones cuando está especialmente enfadada.
El mirador del Pas de Bellecombe ofrece una de las mejores perspectivas del Piton de la Fournaise. Encaramado sobre el Enclos, el Pas de Bellecombe constituye también el único paso de acceso al volcán.
El Enclos Fouqué, con sus nueve kilómetros de anchura y su forma de herradura abierta al mar, es la espectacular caldera principal del volcán, en la que actualmente se origina la mayor parte de las erupciones. La gran pirámide central del volcán empequeñece al resto de cráteres de la caldera. A los pies del Pas de Bellecone, destaca Formica Leo, un pequeño cono volcánico de singular belleza por sus formas que recuerdan a las construcciones de la hormiga león, que se encuentra parcialmente sumergido por las coladas que descienden de la cumbre.
El camino asciende por el Enclos sobre dos tipos de coladas de lava basáltica. Las lavas AA, más viscosas, son oscuras y tienen un aspecto áspero y rugoso. Las lavas cordadas o de tipo “pahoehoe” son más claras, provienen de coladas más fluidas y sus ondulaciones recuerdan a cuerdas. Pequeños hilos dorados, llamados “cabellos de Pele” en honor a una diosa hawaiana de los volcanes, resplandecen sobre las rocas.
En la cima del Piton de la Fournaise, el cráter Dolomieu impresiona con sus 1.000 metros de anchura y sus 300 metros de profundidad. Al fondo, el más pequeño cráter Bory, con sus 2.632 metros de altitud, marca el punto culminante del volcán. Impresiona todavía más escuchar que la parte emergida de La Reunión no representa más que el 3% del volumen total de un gigante submarino de unos 7.000 metros de altura.
Didier nos desentraña las entrañas del Piton de la Fournaise. Nos habla de erupciones, de coladas, de bombas volcánicas, de tubos de lava… Didier ha aprendido a escuchar al volcán, a escuchar al fuego y desde sus entrañas nos intenta transmitir el poder de las entrañas de fuego del volcán.
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