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Escuchando a las montañas (5 de 8)

El circo de Cilaos. Escuchando al aire

Escuchar al aire. Lo primero que escuchamos al cruzar el Col de Taïbit es el repetitivo “tec-tec” de un pájaro que nos lleva acompañando todo el camino. El pequeño pájaro endémico que se nos acerca curioso al acecho de los insectos que levantamos al caminar, es conocido precisamente como Tec-tec.

La Reunión no puede presumir de una fauna espectacular como la de su vecina Madagascar. A diferencia de ésta, y debido a su origen volcánico, nunca ha estado conectada físicamente al África continental. Los vientos dominantes son los alisios, que soplan de este a oeste dificultando la llegada de nuevas especies por el mar. Son principalmente los ciclones los que han conseguido hacer llegar por el aire  semillas y trozos de plantas, así como pequeños animales, hasta la isla. No es de extrañar que la escasa fauna que nos encontramos en el bosque sean sobre todo aves o invertebrados. Junto al Tec-tec o al Papangue, descubrimos aves como el hermoso Zoizo la Vierge, el Martin Triste, que maúlla como un gato, o el Zoizo Blanc, que en realidad solo tiene el culo blanco. También son fáciles de reconocer el azulado aleteo de la gran Mariposa la Pâture o las grandes hembras de la araña Bibe meciéndose al viento en sus telas, tan grandes y sólidas que incluso los pequeños pájaros se pueden quedar atrapados.

Tec-tec
Tec-tec
araña Bibe
Araña Bibe

En cambio, no hay ningún mamífero terrestre indígena de La Reunión. Las ratas y ratones son unos de los animales introducidos que más daños ocasionan a la fauna local. Junto a los gatos, constituyen una amenaza para la supervivencia de varias especies de aves en peligro de extinción como el Tuit-Tut de las faldas de la Roche Ecrite o el Petrel de  Barau de los altos del Piton des Neiges. Por su parte, la Musaraña india a veces es confundida con los ratones, de los que se distingue por su cola gruesa y su hocico puntiagudo; y porque en su dieta, además de invertebrados, incluye precisamente ratas y ratones.

El Tangue es un insectívoro originario de Madagascar que se caza por su sabrosa carne y que recuerda al erizo por sus pelos “erizados”. Una fábula cuenta que un Papangue sobrevolaba a un Tangue, que se refugió en su madriguera cuando el Papangue comenzó a incordiarle: “¿Has visto cómo vuelo? Soy el rey de los pájaros y todos se esconden al verme. Tú comes raíces y apenas ves el sol. ¿Cómo puedes vivir así?”. El Tangue asomó la cabeza y le respondió: “No hay necesidad de volar para disfrutar de la vida. Tú te crees el rey, pero  vives bien a costa del miedo de los demás”. El Papangue quiso marcharse volando, pero algo lo impedía. Se había quedado atrapado en la trampa con liga de un niño de la escuela. Como toda fábula, ésta también tiene su moraleja: “No lastimes a tu vecino; nadie sabe lo que pasará mañana”.

Musaraña india
Musaraña india
Tangue
Tangue

El Col de Taïbit es un estupendo mirador de los circos de Mafate y de Cilaos. A un lado, el caos de formas de Mafate, del que venimos; al otro, el paisaje más aéreo del circo de Cilaos, al que nos dirigimos. Enseguida nos llama la atención una curiosa formación rocosa que nos da la bienvenida a Cilaos, los “Trois Salazes”.  A pesar de su pequeño tamaño, estos tres peñascos basálticos ejercen de centinelas sobre ambos circos. Bory de Saint-Vicent escribió que “parecen tres muchachos que van a saltar”. En parte no le faltaba razón, pues se han convertido en uno de los puntos de escalada favoritos de la isla. Colgando en el vacío de un rápel o una tirolina en los “Trois Salazes” seguro que resulta sencillo escuchar al aire.

Al llegar a la ciudad de Cilaos retornamos a la civilización. Vuelven los coches y las aglomeraciones de visitantes que llegan a disfrutar de un fin de semana en la montaña. Cilaos se desarrolló a principios del S. XIX con el descubrimiento de unas fuentes de aguas termales, que lo popularizaron para el “cambio de aires”, de la costa a la montaña. Desde entonces ha continuado creciendo hasta alcanzar más de 5.000 habitantes, con una economía centrada en los viñedos, en el cultivo de lentejas y en el turismo. Cilaos continúa siendo un pueblo turístico por sus termas y por sus bellos paisajes montañosos coronados por el Piton des Neiges.

los “Trois Salazes”
Los “Trois Salazes”
Cilaos
Cilaos

Como tenemos programado un día libre de descanso en Cilaos, Didier nos propone visitar una capilla. Pero la “Chapelle de Cilaos” no se va a parecer en nada a la coqueta iglesia junto a la que nos alojamos. El macizo del Piton des Neiges tampoco se nos parece al típico volcán que podríamos imaginar. Después de  unos 12.000 años apagado, los colapsos y la erosión han moldeado su relieve de forma caprichosa. Y han dejado al descubierto algunos elementos de sus entrañas. Los diques y sills son antiguos conductos o fisuras por las que circulaba el magma y en los que solidificó antes de emerger a la superficie. Ahora nos los muestra la montaña como testigos de su antigua actividad. Pero más espectacular, la Chapelle es una auténtica cámara magmática, el corazón del viejo Piton des Neiges que milenios de erosión han sacado al aire. Un fenómeno geológico muy difícil de observar y de una peculiar armonía. Unos muros de más de cien metros de altura de sienita, una roca blanquecina y lisa formada en las entrañas de la Tierra, que ahora se abren a la luz penetra por lo alto y entre los que mana el agua de un pequeño arroyo. La Chapelle es un espacio de fuego que con el tiempo se ha convertido en una capilla de tierra, agua y aire.

la “Chapelle de Cilaos”
La “Chapelle de Cilaos”
El circo de Cilaos

Desde Cilaos parte la principal ruta de ascenso al Piton des Neiges. La fuerte y continua subida se hace más llevadera por el espectacular entorno. Caminamos por la Reserva Biológica de Grand Matarum. La vegetación que encontramos en el bosque del Grand Matarum es la misma que llevamos viendo los últimos días, con un sorprendente invitado: el Roble (Quercus robur), que los franceses introdujeron para elaborar las barricas de vino de Cilaos. Según avanzamos, las plantaciones de Criptomeria de las partes bajas se transforman en bosques de Maderas de Color y de Tamarin des Hauts, con sus indeseables especies invasoras, representadas aquí por el Troène o Privet (Ligustrum robustum). Nos entretenemos intentando reconocer algunos de los árboles del camino. El Bois de Laurent Martin (Forgesia racemosa) nos resulta ya inconfundible, con sus grandes y características flores acampanadas.

Bois de Laurent Martin (Forgesia racemosa)
Bois de Laurent Martin (Forgesia racemosa)

La Reserva Biológica del Grand Matarum se extiende desde los 1.200 metros de altitud de Cilaos hasta los más de 3.000 metros de la cima del Piton des Neiges, por lo que aglutina una gran variedad de ambientes y de especies endémicas de la isla. Entre todas, destaca la presencia de un ave marina: el Petrel de Barau o “Taille-Vent”.

Bory de Saint-Vicent fue el primero que escribió sobre este ave: “en primavera, un pájaro muy parecido a una gaviota llamado Taillevent abandona las orillas y viene a poner sus huevos en estos parajes escarpados que la naturaleza parece haber querido hacer inaccesibles”. El Petrel de Barau es con el Petrel Hawaiano la única ave marina que anida a gran altura, entre los 2.300 y los 3.000 metros de las laderas del Piton des Neiges. Tras la temporada de cría, los adultos permanecen seis meses en el mar, para volver en septiembre con la misma pareja y a la misma madriguera. Solo quedan entre 6.000 y 10.000 parejas de Taille-Vent, que tienen que luchar contra grandes amenazas. Al acantonarse en lo alto de las montañas han evitado seguir la misma suerte que otras especies de aves de La Reunión: la extinción a manos de mamíferos introducidos como gatos y ratas. De la otra gran amenaza hemos sido testigos hace un par de días en Marla. Un Petrel de Barau apareció a las puertas de nuestro albergue, desorientado por una contaminación lumínica que les recuerda el reflejo de las estrellas en el mar. Una vez en tierra, los petreles son incapaces de echar a volar sin ayuda, convirtiéndose en presas fáciles de los gatos. ¡Y se sabe que un solo gato callejero puede matar noventa petreles al año! Tras los oportunos cuidados nocturnos de los dueños del albergue, nuestro petrel consiguió por la mañana alzar el vuelo al tercer intento.

Petrel de Barau o “Taille-Vent”
Petrel de Barau o “Taille-Vent”
El circo de Cilaos
El circo de Cilaos

A las cotas en las que anidan los petreles, el bosque ha desaparecido dando paso a los brezales de altura. Sorprende averiguar que los matorrales que colonizaron estas montañas, con sus semillas arrastradas por el viento, no provienen de Madagascar o África del Sur sino de bastante más lejos: las montañas del Kilimanjaro. Sorprende mucho más aún descubrir que el Tamarin des Hauts, el árbol emblemático de La Reunión, viajó hasta aquí desde la otra punta del mundo. Recientes estudios genéticos han demostrado el cercano parentesco entre Acacia heterophylla, propia de La Reunión y Acacia koa, originaria de Hawai. La historia cuenta que hace unos 1,4 millones de años un petrel inició un viaje extraordinario desde el océano Pacífico al Índico. Un buen día despegó torpemente desde su colonia de cría en las islas Hawai  y se perdió en el mar. Más de 18.000 kilómetros después puso pie a tierra en otra pequeña isla, La Reunión. Sin saberlo, transportaba una pequeña semilla de acacia, que germinó en su nuevo hogar. La recién llegada creció rápidamente, floreció y, gracias a su capacidad de autofecundación, produjo nuevas semillas que continuaron su labor de colonización y evolucionaron hasta crear una nueva especie, el Tamarin des Hauts.

Tamarin des Hauts (Acacia heterophylla)
Tamarin des Hauts (Acacia heterophylla)

Continuamos ascendiendo sin descanso mientras pienso en petreles y acacias y extrañas luces en el mar y gatos y playas hawaianas. Y casi sin darnos cuenta, llegamos a la cumbre del Piton des Neiges. A pesar de que se recomienda escalarlo por la mañana temprano, cuando todavía no se ha ocultado entre las nubes, aprovechamos que la tarde está completamente despejada para disfrutar de sus magníficas vistas antes de que se retire el sol. Desde lo alto se domina la isla entera: la costa; los circos de Cilaos, Mafate y Salazie; los bosques de Bèlouve y Bebour; y a lo lejos, el Piton de La Fournaise.

Piton des Neiges
Piton des Neiges

Si hay un lugar en el que se puede escuchar al aire tiene que ser en la cumbre de una montaña. En lo alto del Piton des Neiges intento escucharlo y oigo las palabras de Didier: “la vida no se mide por el número de veces que respiramos, sino por el número de momentos que nos cortan la respiración”. En la cima de las montañas se escucha al aire y se corta la respiración. ¡Por eso subimos montañas como el Piton des Neiges!

Vista desde el Piton des Neiges

Tras bajar de la cumbre dormimos a casi 2.500 metros en el Refugio de la Caverne Dufour. Un panel nos recuerda la historia del Pitón des Neiges. Se estima que el volcán emergió del océano hace unos 3 millones de años, originando la isla de La Reunión. Tras fases de diversa actividad, se calcula lleva dormido al menos 12.000 años. Grandes derrumbes y deslizamientos de tierras y la erosión del agua han transformado este gigante en una topografía caótica distribuida en sus tres imponentes anfiteatros o circos: Salazie, Mafate y Cilaos. Pero en realidad, los circos originales eran cuatro. El circo de Bébour, al sureste del macizo, fue rellenado por las últimas coladas de lava del viejo volcán y ahora contiene la vegetación más exuberante de la isla: los bosques de Bébour y Bélouve.

Refugio de la Caverne Dufour
Refugio de la Caverne Dufour

Poco a poco, nuestro sendero se aleja del Piton des Neiges rumbo al otro gigante de La Reunión, el Piton de la Fournaise. Pero antes de despedirnos, cresteamos entre el circo de Cilaos a un lado y el cuarto circo, Bébour, al otro. Por desgracia, únicamente podemos contemplar los frondosos bosques de Bébour y Bélouve a lo lejos, en las planicies que se extienden hacia el este. La humedad que traen los vientos alisios, precisamente del este, provoca que estos auténticos bosques esponja rebosen de líquenes, musgos, helechos y orquídeas.

Unos cientos de metros por encima de las llanuras de Bébour y Bélouve, la humedad también se deja notar en nuestro sendero. Atravesamos un pequeño bosque de Maderas de Color. Junto a los grandes helechos arborescentes, los troncos y copas de los pequeños árboles aparecen completamente tapizados de plantas epífitas: líquenes como las Barbas de San Antonio (Usnea barbata), que llega a cubrir completamente árboles enteros; licopodios como la cinta de sacerdote (Huperzia gnidioides), con su aspecto de pelos de rastafari; musgos como los Sphagnum; o helechos epífitos como el helecho de lentejas pequeñas (Pleopeltis excavata). Una pequeña muestra que me consuela por no poder desviarme en una carrera al bosque esponja de Bélouve.

Fanjan Femelle (Cyathea sp.)
Fanjan Femelle (Cyathea sp.)
Cinta de sacerdote (Huperzia gnidioides)
Cinta de sacerdote (Huperzia gnidioides)
Helecho de lentejas pequeñas (Pleopeltis excavata)
Helecho de lentejas pequeñas (Pleopeltis excavata)

Un largo descenso nos conduce hasta Bourg-Murat, en la meseta de la Plaine des Cafres. Bory de Saint-Vicent ya describió esta zona en su exploración de la isla: “Hemos dicho que Bourbon está formada por dos grandes montañas, una antiguamente volcánica y la otra aún ardiente. El punto de contacto de estas dos montañas está en una línea NE-SW (…), estas mesetas únicas se llaman Plaine des Cafres y Plaine des Palmistes”. ¡Estamos a punto de llegar al Piton de La Fournaise, al volcán activo de La Reunión, a la montaña de fuego!

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