El circo de Salazie. Escuchando al agua
Como toma de contacto con La Reunión visitamos en autobús el circo de Salazie, más húmedo y frondoso que sus vecinos de Mafate y de Cilaos. Los vientos alisios del sureste se tropiezan con las montañas del interior provocando que la isla presente dos zonas climáticas muy definidas: una al sureste, “al viento”, extremadamente húmeda y con precipitaciones que han alcanzado la desbordante cantidad de 16.000 mm en un año; otra al noroeste, “bajo el viento”, más seca. La abrupta orografía enmaraña la clasificación, al generar más de 200 microclimas diferentes.
Desde St. Denis, la capital de la isla, enfilamos la costa hacia el este en dirección a la Rivière du Mat, por la que corre la única carretera de entrada al circo de Salazie. El paisaje enseguida se cubre de extensos campos de caña de azúcar, que nos retrotraen a aquellos oscuros tiempos de esclavitud que marcaron el carácter de la isla. El autobús se aproxima a la primera parada del día. Pero no vamos a conocer algunas de las numerosas plantaciones de caña; se trata de otro cultivo igual de exigente en humedad y calor: ¡la vainilla!
La Vainilla (Vanilla planifolia) es una orquídea originaria de México y Centroamérica, pero su cultivo está íntimamente ligado a La Reunión. Cuenta una leyenda azteca que la primera planta de vainilla nació de la sangre de la princesa Tzacopontziaza, capturada y degollada por los sacerdotes del templo junto al príncipe Zkatan-oxga, que la había secuestrado por amor. Cuenta la leyenda que en el lugar al que arrojaron sus corazones, el joven se reencarnó en un vigoroso arbusto. Y cuenta que al poco tiempo una delicada liana con frutos de agradable y penetrante aroma envolvió al arbusto. Era la princesa abrazando dulcemente a su amante.
La vainilla era una planta sagrada para los aztecas, que utilizaban la “flor negra” para dar sabor a las bebidas de cacao. Tras la conquista, su consumo se popularizó en Europa. Sin embargo, todos los intentos para cultivarla fuera de su hábitat natural resultaban un fracaso. Hasta mediados del S. XIX no se descubrió que la vainilla se poliniza de forma natural por unas abejas del género Euglossa. A principios del S. XIX, los franceses ya habían introducido la vainilla en La Reunión, entonces Isla Bourbon, para ensayar su cultivo. Pero no fue hasta 1841 cuando Edmond, un joven esclavo negro de la isla, descubrió el secreto para la polinización artificial de la flor de la vainilla. Con un simple y delicado gesto, levantando un pequeño tabique que separa los estambres de los estigmas, se permitía la autofecundación.
Edmond, el esclavo que revolucionó el cultivo de la vainilla con un método que aún hoy se sigue utilizando en todo el mundo para polinizar una a una las efímeras flores, murió en 1880 en la miseria. Mientras, La Reunión se convertía en el principal exportador de vainilla del mundo.
Reanudamos la marcha y el autobús comienza a ascender hacia el circo de Salazie por la angosta Rivière du Mat. El ambiente antropizado de las llanuras costeras se transforma súbitamente en una sucesión de vertiginosas laderas con una vegetación exuberante en las que el agua parece rebosar en forma de brumas y cascadas. Estos acantilados de apariencia inaccesible, auténticas murallas naturales, se denominan “remparts” o “paredes montañosas”. Contemplo absorto este majestuoso paisaje y comprendo que los “Pitons, Cirques et Remparts” de La Reunión formen parte de la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. ¡Y estamos a punto de empezar un trekking por su interior!
En el centro del circo de Salazie, el Piton d´Anchaing destaca tanto por su presencia como por sus historias. Cuenta la leyenda que un “marron” o esclavo fugitivo llamado Anchaing se refugió en lo alto de esta montaña junto a su esposa Héva. En ese tiempo, todo el circo de Salazie era un territorio inexplorado y virgen, por lo que la casi inaccesible cima de la montaña se convirtió en un hogar seguro. Un manantial les ofrecía agua fresca y el escaso suelo fértil de la cima les proveía de alimentos. Tuvieron siete hijos, que nunca se aventuraban más allá de la montaña y vivieron felices durante más de diez años, a salvo de los cazadores de esclavos que escrutaban el circo en su búsqueda. Pero un fatídico día, Anchaing tuvo un descuido y prendió un fuego. Cuando Bronchard, uno de los más temibles cazadores de esclavos, divisó el humo que salía de la cumbre, comprendió que había descubierto a su presa. A partir de aquí, las versiones de la leyenda difieren. Una asegura que Anchaing, Héva y sus hijos fueron capturados y devueltos a la esclavitud para siempre; otra, que al morir el amo, su hija se apiadó y los liberó; otra, que Bronchard mató a Anchaing de un disparo; y la más fiable, que al verse acorralados, Anchaing y Héva saltaron al vacío y huyeron transformados en Papangue, una rapaz endémica de La Reunión. En cualquier caso, Anchaing y Héva se han convertido en el mito reunionense de la lucha por la libertad. Se cuenta que si se presta atención al pasar bajo el Piton d´Anchaing, se puede escuchar a la pareja, allá arriba, cultivando su trozo de tierra.
En la leyenda de Anchaing y Héva aparecen los cuatro elementos de la creación: fuego, agua, aire y tierra. Cuatro elementos que modelan día a día la naturaleza y la cultura de la isla y a través de los que el Parque Nacional de La Reunión nos acerca a la educación ambiental por el descubrimiento y la interpretación de este territorio excepcional: “Cada elemento, a través de su expresión en la vida del lugar, da su alma a una región particular de la isla: el fuego marca las características volcánicas del macizo de Fournaise; el agua impregna la planicie de barlovento y el circo de Salazie; el aire anima la personalidad aérea del circo de Cilaos, las cuestas y crestas asociadas; la tierra en Mafate recuerda las raíces de la isla”. Cuatro elementos a través de los que escuchar a las montañas de La Reunión.
El circo de Salazie es agua. Agua que con su potencia y energía, transformada en cascadas y aguaceros torrenciales, configura el paisaje. Pero a los pies del Piton d´Anchaing el agua se tranquiliza y se convierte en un pequeño remanso de paz: la “Mare à Poule d´Eau”. Los primeros colonos blancos que se internaron en el circo de Salazie en busca de nuevas tierras, arruinados por los efectos de un terrible ciclón en 1829, se instalaron a la orilla de este estanque. Los relatos antiguos lo describen como un sitio encantador, lleno de pájaros de todos los colores. Hoy, la “Mare à Poule d´Eau” es un apreciado lugar de esparcimiento de la población local, en el que solo se mantienen vestigios de las antiguas construcciones criollas.
En la década de los 50, un teleféricounió la “Mare à Poule d´Eau” con el bosque de Bélouve, situado en una planicie casi ochocientos metros más arriba, en lo alto de la pared montañosa. El teleférico Paul Charly, bautizado en honor a un forestal de la época, se empleó hasta 1980 para extraer la madera talada en el bosque de Bélouve. El cable era capaz de transportar hasta dos toneladas de madera, principalmente Tamarin des Hauts (Acacia heterophilla), un árbol icónico de La Reunión.
Hell Bourg forma parte de la lista de los pueblos más bellos de Francia. Tal vez por su ubicación a los pies de la aparentemente infranqueable muralla verde que da acceso a Bélouve. O tal vez por su peculiar arquitectura criolla. Hell Bourg nació del agua. En la década de 1830 se encontraron por casualidad unas fuentes termales en el interior del todavía casi inexplorado circo de Salazie. Tras la apertura en 1852 de un balneario y un casino, los baños termales de Hell-Bourg empezaron a atraer a visitantes locales y a viajeros para “tomar las aguas” sanadoras. Los acaudalados propietarios de la costa comenzaron a construir estupendas villas criollas en las que pasaban parte del año huyendo del calor del verano, el llamado “cambio de aires”. En 1948 un ciclón destruyó los manantiales y puso punto final al esplendor del balneario. O mejor, punto y aparte, ya que la vuelta del turismo, esta vez turismo de naturaleza, está logrando que Hell Bourg reverdezca de nuevo.
Las casas criollas de Hell Bourg exhiben una arquitectura característica que les aporta su singular encanto: las escaleras de acceso a una galería o “varangue” abierta al exuberante jardín, los lambrequines que adornan puertas, ventanales y aleros, los vivos colores,… La mayoría están construidas en madera, algunas con un sistema tradicional de La Reunión: las tejuelas o “bardeaux”. El revestimiento con “bardeaux” permite proteger la edificación de la humedad al facilitar que escurra el agua, por lo que es una solución adoptada en diversas regiones lluviosas del planeta. En La Reunión se emplea madera de Tamarin des Haut, en pequeñas tablas de unos 20 cm de longitud que llegan a costar de 4 a 8 euros cada una. Aunque los viejos campamentos que se instalaban en el bosque con “bardeautiers”, fabricantes de “fangeans” y carboneros ya no existen, todavía perviven algunos artesanos que elaboran “bardeaux” manualmente.
En Salazie los cultivos también están asociados al agua. En 1840 se importó de México el Chouchou (Sechium edule). Los frutos de este chayote rápidamente se incorporaron a la cocina criolla y con su paja o “paille chouchou” aprendieron a elaborar cestas y sombreros. Pero el Chouchou también es una especie invasora que se ha extendido por el circo, en un intrincado tapiz verde que impide el crecimiento de otras especies. El Chouchou ha colonizado incluso las laderas prácticamente inaccesibles de un enclave singular en el que brilla el agua: la cascada del Velo de la Novia o la “Voile de la Mariée”. Cuenta la leyenda que poco después de la abolición de la esclavitud en 1848, un pequeño propietario de la costa se instaló en el circo de Salazie. Tras la muerte de su esposa, se dedicó en cuerpo y alma a proteger a su única hija, que poco a poco se convirtió en una hermosa joven. Ante la negativa de su padre, la joven decidió casarse en secreto. Pero al ser sorprendida, ya al pie del altar, salió corriendo y, cegada por su velo de novia, se despeñó por un precipicio cercano. Cuando el padre descubrió el velo colgando de una rama, comprendió la magnitud de la desgracia y rompió a llorar sobre la tela. Sus lágrimas siguen cayendo en una triste cascada sobre el velo de la novia, la “Voile de la Mariée”.
La historia real de la “Voile de la Mariée” me parece al menos tan interesante como la leyenda. Encima del acantilado por el que se desploma la cascada, se esconde entre las nubes un auténtico bosque esponja. Las torrenciales lluvias y las persistentes brumas convierten las planicies de Bélouve y Bebour en uno de los lugares con las precipitaciones más altas de la isla. Allí el bosque húmedo tropical, revestido de musgos, helechos y otras epífitas, funciona como un gigantesco reservorio de agua, que se infiltra lentamente a través de un grueso colchón de humus. Por debajo, las capas de cenizas impermeables que se alternan con los basaltos en las “paredes montañosas” provocan la surgercia del agua en numerosas cascadas a media ladera.
Cerca, a las afueras de Hell-Bourg, la estatua del alma de Francia, “l´âme de La France”, levanta los brazos y muestra sus pechos desnudos. Parece invitarnos a descubrir al elemento que da su alma al circo de Salazie: el agua. Agua que crea y destruye; que se muestra reposada y violenta. Agua que ha moldeado un paisaje de pendientes verticales cubiertas por nubes, cascadas y bosques exuberantes. Y sobre todo, agua que sirve de conexión entre los habitantes de Salazie y sus montañas.
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