Los Mbororo. Los ganaderos nómadas
Los Mbororo son un pueblo ganadero. De hecho, mbororo significa “vaca”. Por eso, me siento alagado de que en mi primer contacto con un poblado Mbororo el jefe me bautice como “kalaldi”, que es el gran toro o semental. Desde ese momento, aprovecho cualquier oportunidad para presentarme como “kalaldi”, lo que resulta muy gracioso para los Mbororo y otros pueblos de los alrededores.
Resulta curioso que el humor acaba siendo la mejor herramienta para romper barreras entre personas de culturas tan dispares como un pueblo nómada del norte de Camerún y un grupo de cinco turistas españoles con sus inseparables cámaras de fotos.
La escena tiene lugar en las cercanías de Poli, en la región Adamawa, al norte de Camerún. Nosotros llegamos anoche a Bukaru Camp, una iniciativa que busca promover un turismo responsable en la región de forma que revierta en el desarrollo de las comunidades locales. Por desgracia, la región se encuentra a poca distancia de la frontera con Nigeria y la sola mención de Boko Haram disuade a muchos turistas de visitarla. Así, somos el segundo grupo que se aloja en todo el año en el Bukaru Camp y en los cerca de 10 días que estaremos en el área de Poli no veremos ningún turista.
Los Mbororo son un pueblo nómada o seminómada, que realiza movimientos estacionales en busca de los mejores pastos para su ganado. En Poli, los Mbororo se asientan en terrenos pertenecientes a los Dowayo, a los que pagan un tributo por ocupar sus tierras y a los que contratan para las labores agrícolas como cultivar mijo y maíz. Como pueblo nómada, están acostumbrados a vivir al día, los niños y niñas casi no van a la escuela y son malos comerciantes. Además, suelen estar mal considerados por los pobladores locales, como pudimos comprobar por el tono despectivo con el que se refería a ellos uno de los “notables” de Poli.
En la sociedad Mbororo primero son las vacas y después la familia y el clan. Lo puedo comprobar cuando observo que se ponen nerviosos si pretendo fotografiar a las vacas. El jefe me da permiso, otro Mbororo se enfada y un niño no quiere que me acerque demasiado al ganado. Para rematarlo, una mujer me asegura que las fotos les chupan la sangre a las vacas.
Los propios Mbororo, en cambio, se dejan fotografiar encantados y tanto niños como mayores posan serios pero orgullosos. Quizás saben que son muy fotogénicos. Sus rasgos elegantes denotan que son un pueblo peul y sus escarificaciones faciales y tatuajes les aportan una personalidad muy marcada. Estas escarificaciones y tatuajes se los realizan desde pequeños como signo de distinción y para resultar más atractivos, si bien en su origen eran una autodeformación para evitar que los capturaran los traficantes de esclavos árabes.
Los Mbororo suelen casarse entre ellos, con lo que consiguen mantener su cultura y sus peculiares características físicas. Se conciertan matrimonios de conveniencia desde niños y al llegar a la pubertad (¡a los 18 años los chicos y a los 13 años las chicas!) participan por primera vez en una ceremonia anual en la que los chicos se engalanan y bailan y las chicas eligen su pareja o deciden permanecer solteras si no les satisface el novio escogido por la familia.
Los Mbororo mantienen un estrecho vínculo con los árboles de su entorno. El Barkelli o “biblia de los Mbororo” es un pequeño arbolito de uso medicinal de gran importancia para los Mbororo. Con sus hojas elaboran fetiches, como los que les ayudan a buscar a las vacas cuando se las roban. Cuando migran se llevan una hoja de Barkelli en el bolso y en el lugar donde instalaron el campamento plantan un ejemplar.
Otro árbol muy útil para los Mbororo es el Baobab (Adansonia digitata). Además de sus frutos, los Mbororo utilizan la corteza del Baobab para hacer esterillas y sus hojas para elaborar una pasta para el “cuscús de maíz”.
Tenemos la oportunidad de visitar un clan Mbororo nómada, otro seminómada y otro sedentario y podemos percatarnos de ciertas diferencias en su forma de vida.
El poblado del clan nómada está compuesto por una especie de casas-iglú de aspecto bastante provisional, ya que todos los años las abandonan para sus desplazamientos estacionales en busca de los mejores pastos para sus ganados.
En el poblado del clan seminómada se pueden ver tanto casas-iglú como bukarus más elaborados que encargan construir a los Dowayo. En estos bukarus viven permanentemente los miembros del clan que por edad u otros motivos no migran con el ganado.
Todas las viviendas del poblado del clan sedentario son bukarus, a los que nos invitan con orgullo. Nos sorprende la profusa decoración de su interior, con todo tipo de juegos de cazuelas, latas y palanganas cuidadosamente apiladas.
El clan sedentario nos deja en la retina una imagen que en poco se parece a la de otros clanes Mbororo que hemos conocido. Unos, más apegados a su forma tradicional de vida; otros, a la modernidad. No nos atrevemos a valorar si representa un cambio positivo o no. Sólo a ellos les corresponde decidirlo.
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