Progreso:

El bosque que les protegió (2 de 4)

La guerra de El Salvador. Cuando nada fue ya igual

La guerra de El Salvador,… me tiemblan hasta las raíces cuando recuerdo la guerra. La guerra se eternizó durante más de 10 años, entre 1980 y enero de 1991, y dicen que dejó más de 75.000 muertos. Yo lo viví todo; aún se pueden ver los cráteres de las bombas que cayeron a mi alrededor.

Fue una lucha desigual, entre un ejército amparado por el poder y una guerrilla campesina amparada por la esperanza. Se puede leer en el mural que recuerda a los caídos en Cinquera: “Si uno cae es porque alguien tenía que caer para que no cayera la esperanza».

Mural en recuerdo a los caídos en Cinquera

No soy capaz de describir todos los horrores de los que fui testigo inmóvil. Lo explican mejor en el Museo de la Memoria Histórica de Cinquera:

«La tormenta arrecia, y con ella la vorágine de violencia. Se vive al filo de la muerte; se vive en medio de dos contingentes armados. Cualquier colaboración solicitada a los civiles que se encontraban entre la línea de fuego podía, inmisericordemente, poner en riesgo sus vidas. Se dice que Cinquera llego a tener hasta 6.000 habitantes, pero tras la ola de violencia se redujo a tan solo 600.

Cada fuerza militar que entra victoriosa al pueblo ejecuta de forma sumarísima a los colaboradores de la fuerza rendida en el sitio. Esto origina una espiral de violencia ascendente que va creando un hostil y tenso ambiente de vida en la que solo el más fuerte sobrevive, violencia alimentada por odios y venganzas personales, que no sabe de derechos humanos en tiempos de conflicto, lo que trae como consecuencia la muerte justa o injusta por parte de «supuestos» colaboradores u «orejas» de uno y otro bando.

Tras la ocupación de Cinquera por la guerrilla, la Fuerza Armada montó de manera constante una serie de operaciones militares con la política de «tierra arrasada», bombardeos indiscriminados y masacres como las de Copapayo, Tenango, Guadalupe, Quebrada La Tigra, San Francisco Echeverria, entre otras, que darían como resultado más pérdidas de vidas humanas»

En el Museo de la Memoria Histórica de Cinquera
Museo de la Memoria Histórica de Cinquera

Cinquera, un pueblo enseñoreado por la muerte” es un artículo de El País de mayo de 1983 que habla sobre los efectos de la guerra en Cinquera: “Todos los elementos de la tragedia salvadoreña parecen haberse citado en Cinquera, un pueblo donde, a falta de grandes ricos, los pobres se matan entre sí desde hace cinco años”.

El Informe de la Comisión de la Verdad, designada por Naciones Unidas, dio por probadas distintas responsabilidades en la violación de los derechos humanos en más de 20.000 casos, de los que más del 95 % fueron obra de las FAES, paramilitares, cuerpos de seguridad o los Escuadrones de la Muerte. El informe confirmó que durante la guerra el ejército salvadoreño y los grupos paramilitares habían cometido múltiples y sistemáticos abusos a los derechos humanos, que desembocaron en miles de asesinatos y desapariciones forzadas.

Llegué a entender un poco esa lucha popular armada, posiblemente como la última vía de esperanza de esa gente que vivía ahí abajo, chiquitita y pobre, para poder alzar la cabeza sin miedo y con orgullo. ¿Mereció la pena? Yo qué sé, solo soy una vieja ceiba a la que las bombas dejaron medio sorda…

De la locura a la esperanza: la repoblación

Tras la guerra, Cinquera era un pueblo destruido en el que prácticamente sólo se mantenía en pie el campanario de la iglesia. El bosque había ocupado las casas, las calles, los campos y las montañas. Dicen que fue lo único bueno que les dejó la guerra, el Bosque de Cinquera. ¡Qué orgullo para esta vieja ceiba!

En Cinquera el bosque nació con la guerra. Antes, casi todo eran tierras agrícolas y solo había unos cuantos grandes árboles como yo entre los cultivos y unos cuantos más en las quebradas. Pero con el abandono de las tierras en una zona tan duramente golpeada por los combates, el bosque resurgió. Y sin pretenderlo se convirtió en refugio de los guerrilleros, en su protector.

Iglesia de Cinquera

Y es que en Cinquera los árboles protegimos a los guerrilleros, ocultando  campamentos, trincheras, refugios, personas. El enemigo llegaba por arriba, con aviones que bombardeaban 4 ó 5 veces al día. Al desayuno, al almuerzo, a la merienda, a la cena… parecía que llegaran a desear buen provecho… si es que había algo para comer. Los guerrilleros se las tuvieron que ingeniar para sobrevivir; aún se puede ver en el bosque la cocina vietnamita que construyeron y con la que podían cocinar sin ser detectados por el humo. Son tantas historias que contar: de batallas que ganaron; de batallas que perdieron; siempre en marcha, no más de 4 ó 5 días en el mismo lugar; siempre alerta; en ocasiones hasta alegres.

Con los Acuerdos de Paz se inició la repoblación de Cinquera. En realidad, las primeras siete familias retornaron cuando aún se mantenían los combates. ¡Unos valientes! Tras la guerra se asentaron los excombatientes, gracias a los Programas de Transferencia de Tierras. Llegaron estudiantes, a colaborar. Y más campesinos de diversas partes del país. Entre todos se tuvieron que organizar, que reinventar. En 1996 nació la Asociación para la Reconstrucción y Desarrollo Municipal (ARDM), que tanto ha hecho por proteger el bosque y a su gente.

Restos de un avión de combate en Cinquera

Habéis subido a la montaña con René, ¡le distingo de lejos con su gorra roja del Frente! Os voy a contar una pequeñita historia de René. A René le conozco desde hace mucho, ya que fue guerrillero y luchó mucho tiempo en estas montañas. Seguro que os ha contado ya todas sus batallitas de la guerra. La historia, esta vez, no es de combates. Cerca ya de los acuerdos de paz, despertó René una mañana, como tantas, en los alrededores de Cinquera. Y esa mañana se le acercó tímida una viejecita porque esos terrenos en los que acababa de pasar la noche creía que eran los suyos. Después de tantos años de guerra ella volvía a su hogar, devastado, para ver por última vez el lugar donde creció. La vieja le quiso vender sus terrenitos, que ya no le servían. René accedió y se quedó en ese bosque que tantos días y tantas noches le  había protegido. Y desde entonces, desde que terminó la guerra, René y sus compañeros de ARDM protegen el bosque. No tenían conciencia ecologista, ni conocían esa palabra, conservaron el bosque por las historias que guardaba y como agradecimiento, porque fue el bosque, en la guerra, el que primero les protegió.

La etapa de la ilusión: la reconstrucción

Imagino que en vuestros paseos por Cinquera René os habrá contado uno a uno los logros de ARDM desde que se firmaron los acuerdos de paz, hace parece ya tanto tiempo. Pero ha sido y es un camino difícil, que pienso que solo han podido recorrer desde la ilusión que genera el comprobar que tanta lucha y sufrimiento puede tener su fruto. ¡Haced caso a esta ceiba vieja y medio sorda que lo ha visto todo!

Como veo que seguís sentados a mi sombra os voy a contar sobre los proyectos de ARDM en Cinquera. Os aviso que tengo para un rato…

Escuchando a René

¿Por dónde empiezo? Ya sé, está claro. Desde el principio, ARDM apostó por el turismo ecológico. Por supuesto, ¿quién no iba a querer venir a admirar una enorme ceiba como yo? Jajaja. No, en serio. El ecoturismo ha sido su principal estrategia para proteger y poner en valor el Bosque de Cinquera. Para ello han diseñado un parque ecológico con recorridos guiados y han abierto un hostal y un restaurante en el pueblo.

Poco a poco han ido diversificando con imaginación los recursos y ya cuentan con una deshidratadora de fruta, un iguanario y un mariposario, aunque éste ha vivido mejores días.

También han construido el Museo de la Memoria Histórica de Cinquera. Un espacio en el que todos los visitantes puedan conocer y todos los habitantes puedan tener presente esa importante etapa de la historia de Cinquera, y de todo El Salvador, que fue la guerra.

Y por supuesto, los esfuerzos se encaminan a mejorar las condiciones de vida de la gente de Cinquera, con proyectos en salud y agua potable. Y no se olvidan de trabajar con los jóvenes, con las mujeres, o con los agricultores  y ganaderos. Todo un proceso integral de desarrollo.

Iguanario y mariposario en Cinquera

Todos estos avances nunca los podrían haber conseguido solos. Al contrario, desde el principio ARDM ha establecido alianzas con organizaciones de todo tipo, si bien sentando en todo momento ellos mismos las bases de su propio desarrollo. Les he visto trabajar mano a mano con PRODAC, con ONGs internacionales, con las ADESCOS, con  los municipios, con gestores del humedal del Cerrón Grande, con instituciones ambientalistas, con el Gobierno,… Pero si alguien ha colaborado con Cinquera desde el principio y sin descanso es El Salvador Elkartasuna. Muchos de estos proyectos de los que os he hablado han sido posibles gracias a los fondos conseguidos en Navarra por El Salvador Elkartasuna. Ya conocéis a Peio y Marcos, esos compatriotas vuestros y ahora ya nuestros. Peio y Marcos llegaron en pleno horror de la guerra para colaborar con el Frente como médicos y establecieron un lazo con Cinquera que se mantiene intacto a pesar del tiempo y la distancia. ¡Cuántas veces les he escuchado conversando  a mi sombra sobre viejos sueños  y nuevos proyectos, mientras contemplan desde esta atalaya el Bosque de Cinquera!

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