Lagos, lagos y lagos
En Suecia hay unos 100.000 lagos, moldeados por los glaciares que se retiraron hace solo 10.000 años. El paisaje de Suecia se caracteriza por la abundancia de lagos y zonas húmedas: casi una décima parte de su superficie está ocupada por lagos y hasta una quinta parte por zonas húmedas como ciénagas, pantanos y marismas. Resulta un placer conducir rodeado de bosques y lagos.
No he necesitado recorrer muchos kilómetros por Suecia para comprender que el “modelo forestal sueco” ha llevado a la regularización y simplificación de sus extensos bosques boreales. Ahora quiero descubrir cómo eran en su día esos bosques, la taiga, antes de que comenzara su explotación forestal. Por ello, marco sobre el mapa tres paradas en mi ruta. Son tres parques nacionales. En el Parque Nacional Tiveden se encuentran algunos de los bosques mejor conservados del sur de Suecia, entre pequeños lagos y zonas con grandes rocas. En el Parque Nacional Skuleskogen los bosques primarios se unen con el mar en un paisaje singular. En el Parque Nacional Muddus se puede pasear entre extensas zonas pantanosas y algunos de los mejores bosques boreales del país.
Los 30 parques nacionales de Suecia, que cubren un área superior a las 700.000 hectáreas, junto a las más de 5.000 reservas naturales garantizan la conservación de la biodiversidad del país. De acuerdo a la Agencia Sueca de Protección Ambiental o “Naturvardssverket”,
“los parques nacionales son pequeños fragmentos de la naturaleza que una vez cubrió toda Suecia, y eso los hace dignos de protección. Ya en 1909, Suecia estableció sus primeros nueve parques nacionales, que también fueron los primeros en Europa. (…) Entonces, como ahora, la idea era preservar la naturaleza virgen para las generaciones presentes y futuras, pero también hacer que los parques nacionales fueran atractivos para el turismo y las actividades al aire libre”.
Paso mi primera noche en Suecia en un área privada para autocaravanas muy cerca de la entrada al Parque Nacional Tiveden. Antes del atardecer me siento en un banco de madera colocado estratégicamente en lo alto de una roca. Me quedo un rato relajado y contemplo los bosques y lagos que tengo frente a mí. Un paisaje que me va a acompañar durante muchos kilómetros.
El Parque Nacional Tiveden se encuentra en el sur de Suecia, entre dos de los mayores lagos del país: Vänern y Vättern. En sus poco más de 2.000 hectáreas, el paisaje es una sucesión de pequeños lagos, zonas pantanosas y grandes bloques de rocas redondeadas que aportan una belleza especial a unas colinas pobladas de pinos y abetos rojos. Teniendo en cuenta que gran parte de los bosques de esta parte de Suecia están muy transformados por la explotación forestal moderna, los bosques maduros de Tiveden adquieren un valor significativo.
ara conocer Tiveden, me acerco hasta la entrada principal del parque para recorrer uno de los senderos que parte de ese punto, el Oxögabergsrundan. En sus 6,7 kilómetros de longitud el sendero atraviesa densos bosques de abetos rojos cubiertos de musgos y con gran cantidad de árboles caídos; pinares más abiertos entre las grandes losas redondeadas y tapizados de líquenes y arándanos rojos (Vacccinium vitis-idaea) en los que se puede sorprender al urogallo. Entre las coníferas aparecen dispersos pequeños árboles de hoja caduca, como los abedules (Betula spp.), álamos temblones (Populus tremula), cerezos de racimos (Prunus padus) o, menos frecuentemente, los serbales de cazadores (Sorbus aucuparia) con sus relucientes frutos rojos.
Caminar en soledad por los bosques de Tiveden me invita a relajarme y a disfrutar de una naturaleza muy diferente de los bosques domesticados que ocupan gran parte de Suecia. Almuerzo a la orilla de uno de los más de 60 lagos del parque nacional mientras me evado mirando hojas de los nenúfares (Nuphar lutea o Nymphaea alba) que flotan sobre la superficie oscura y calmada del agua.
Pero lo que de verdad me interesa de Tiveden son sus bosques viejos. Aunque dicen que los pinos más viejos de Tiveden tienen unos 420 años, camino bajo ejemplares que pueden rondar los 200 o 300 años, entre troncos retorcidos y cubiertos de hongos, musgos y líquenes.
Históricamente, no se han instalado asentamientos permanentes en los bosques de Tiveden. Pese a localizarse en una región densamente poblada, la topografía, la proliferación de zonas rocosas y la escasez de suelo dificultaban en extremo su puesta en cultivo. Y aunque el pastoreo también era residual, el fuego ha moldeado significativamente el paisaje. Los incendios más antiguos y de mayor extensión fueron seguramente originados por rayos en verano; posteriormente proliferaron incendios primaverales más pequeños provocados para la regeneración de los pastos; y a mediados del siglo XIX se detuvieron abruptamente, en un momento en el que la explotación intensiva de la madera empezó a generalizarse.
Con el abandono del uso del fuego, y una vez descartado su aprovechamiento forestal, el bosque de Tiveden está evolucionando desde una masa más abierta de pinos, abedules y álamos temblones hacia un bosque más denso dominado por abetos. Y además de esta sucesión a gran escala, en los bosques de Tiveden se produce otra dinámica a menor escala pero enormemente relevante. Ante la ausencia de aprovechamiento forestal, son las perturbaciones naturales como los vendavales o las plagas las que rigen los procesos de regeneración del bosque, originando la proliferación de madera muerta, hogar y despensa para gran número de hongos, líquenes, musgos, invertebrados y otros animales.
En Tiveden he descubierto bosques de verdad. Bosques a los que si dudar se puede llamar bosques.
Continúo mi camino rumbo al norte de Suecia y decido desviarme poco a poco hacia el este ya que quiero llegar hasta el mar Báltico. Me dirijo al Parque Nacional Skuleskogen, un paisaje singular en el que los bosques maduros se extienden hasta la costa. Por algo Skuleskogen significa “el bosque de Skule”.
Las poco más de 3.000 hectáreas del Parque Nacional Skuleskogen se caracterizan por una topografía muy accidentada, con picos rocosos que se elevan desde el mar en un terreno surcado por profundas grietas. Este particular relieve se originó de una forma también particular. La retirada de la espesa capa de hielo que presionaba el terreno durante la glaciación, provocó que el suelo se elevara progresivamente y emergiera sobre el mar, lo que se conoce como rebote postglaciar. Este fenómeno no se ha detenido aún y el suelo se continúa elevando casi un centímetro al año.
Comienzo mi caminata en la entrada sur del parque, desde la que diversas rutas recorren la zona más cercana a la costa. El primer tramo del sendero discurre a través de valles ocupados por un frondoso bosque de abetos rojos. A pesar del intenso desarrollo de la industria maderera durante la segunda mitad del siglo XIX, el bosque tiene un aspecto de bosque maduro, con árboles que superan los cien años. Se trata de uno de los escasos bosques maduros que perviven en la costa sueca. Abunda la madera muerta sobre la que viven muchos seres vivos: musgos y líquenes como Usnea longissima (símbolo del parque), escarabajos, pájaros carpinteros…
A medida que el sendero coje altura, el suelo se vuelve más pedregoso y somero. El pino silvestre, acostumbrado a soportar peores condiciones ambientales, sustituye aquí al abeto rojo. Son pinos pequeños, dispersos, engañosos. Tan engañosos que algunos de los ejemplares más enanos llegan a superar los 500 años de edad. Y tan inaccesibles que se han salvado de la explotación forestal.
Asciendo por encima de la línea de árboles hasta la cumbre de Slåttdalsberget, que con 280 metros es el pico más alto de Skuleskogen y ofrece una estupendas vistas en las que el mar, los lagos, las islas y las montañas parecen fusionarse. Más de un tercio del parque está compuesto por formaciones de roca desnuda, muy pobres en vegetación. Y entre estas formaciones destaca la grieta de Slåttdalsskrevan, con 40 metros de profundidad, 200 metros de longitud y 8 metros de anchura. Una visita casi obligada para los visitantes del parque y también para mí. Para acabar la caminata, bajo a remojar los pies en el Báltico, visito la península de Tärnättholmarna y regreso a la furgoneta por un sendero que bordea la costa.
Ha sido un paseo a través de montañas que un día no muy lejano emergieron del mar. Un paseo entre pequeños lagos que en la distancia se confunden con ese mar. Y sobre todo, un paseo por los unos bosques maduros como los que un día no muy lejano cubrieron gran parte de la costa sueca.
Retomo la ruta hacia el norte y por fin llego a la mítica Laponia, el hogar de los Samis. Me espera el vasto Parque Nacional Muddus / Muttos, el de la taiga boreal. El de las vastas zonas pantanosas y los vastos bosques primarios. Con más de 50.000 hectáreas, el parque nacional forestal más grande de Suecia.
Como al día siguiente quiero madrugar, duermo en la furgoneta en el aparcamiento de Skájdde, desde donde salen algunos de los principales senderos del parque. Me espera una larga caminata por uno de los bosques más tranquilos y silenciosos de Suecia. El primer tramo son unos 7 km hasta la cascada de Muttosfallet.
Los bosques de Muddus han escapado de la explotación forestal por su inaccesibilidad. Abundan las zonas pantanosas y su principal curso de agua, con cascadas de hasta 42 metros de altura, no es apropiado para la extracción de troncos por flotación. Gracias a su propia naturaleza, en Muddus se conservan algunas de las mayores superficies de bosques casi vírgenes de Suecia.
Sin embargo, estos bosques han estado ocupados por gentes desde el fin de la última glaciación. En aquella época, los pobladores de Muddus eran cazadores y recolectores. Su principal presa era el reno salvaje, que cazaban con trampas excavadas en lugares de paso y de las que aún se conservan los restos. Algunos viejos pinos también muestran cicatrices de haber sido antiguamente descortezados. Son pequeñas señales de un modo de vida que convive en armonía con el bosque desde hace miles de años. Algunos afirman que Muttoss podría derivar de una palabra Sami que significa “adecuado” o “justo”, posiblemente en referencia a a naturaleza de la zona que ofrece todo lo necesario para vivir.
Los antiguos cazadores de renos consiguieron poco a poco domesticar a sus presas y se convirtieron en pastores de renos. En la actualidad, los Samis continúan siendo pastores de renos y mantienen las mismas rutas migratorias que un día utilizaron los renos salvajes. En la zona conviven los Samis del bosque, que mantienen sus renos en la zona durante todo el año con los Samis de la montaña, que en verano llevan los renos a las montañas.
Desde Muttosfallet tomo un sendero que me lleva hacia el este. El paisaje es una mezcla de zonas pantanosas y bosques de coníferas. Un contraste de diversas tonalidades de verde. La zona central de Muddus está ocupada por extensas turberas que solo dejan paso al arbolado en las pequeñas elevaciones. Los grandes bosques se extienden por algo menos de la mitad de la superficie del parque. El abeto rojo domina en el oeste y el centro y el pino silvestre en el este y el sur. Un aparente equilibrio condicionado por diversos factores que como pronto comprobaré no siempre son naturales.
El camino continúa hacia el sur y después de otros 10 km me asomo al impresionante desfiladero de Måskosgårsså, que corta el terreno abrupta y sorpresivamente. En este área hay hasta una decena de profundos cañones que han contribuido a su tradicional aislamiento. Y gracias a este aislamiento, en Muddus se han encontrado pinos de más de 700 años, que se cuentan entre los más ancianos de Suecia.
El último tramo de camino de vuelta a la furgoneta son otros 8 km bordeando el límite sur del parque, que discurren en paralelo al lago de la presa Messaure en el río Luleälven.
A solo un par de km de Skájdde atravieso un área recientemente incendiada en la que jóvenes pinos sobrevivientes muestran sus cortezas parcialmente carbonizadas mientras muchos troncos secos se extienden por el suelo. A pesar del aspecto desolador que deja tras de sí el paso de un incendio forestal, el fuego constituye un elemento protagonista en la dinámica de la taiga.
Por un lado, los incendios marcan el equilibrio entre los bosques de abetos rojos y pinos silvestres. El abeto rojo prefiere los suelos profundos y fértiles de los valles mientras que el pino se adapta a terrenos más pobres y áridos. La alternancia entre ambas especies también está determinada por el fuego. En ausencia de incendios, el abeto rojo coloniza progresivamente los terrenos ocupados por pinares a medida que éstos van mejorando las condiciones ambientales. Pero cuando llega el fuego, la corteza del pino resiste mucho mejor que la del abeto rojo y junto a los abedules y los temblones, los pinos son capaces de recolonizar los terrenos quemados. Por otro lado, los viejos pinos silvestres que perviven en el parque no solo han sobrevivido a numerosos incendios sino que se han visto favorecidos por los mismos. Los viejos troncos dañados por el fuego crecen más lento y se impregnan de resina, lo que los protege de hongos patógenos de la madera.
Termino una intensa y larga jornada caminando por uno de los principales bosques boreales maduros que permanecen en Suecia. Llego a la furgoneta con una sensación de calma y paz. Ha sido un día envuelto por el silencio del bosque, solo interrumpido por unos pocos animales. Esa bandada, creo que de camachuelos picogruesos que me han acompañado mientras almorzaba. Esos pájaros carpinteros que se hacen sentir aquí y allá. O ese reno solitario que me ha acompañado tímido pero relajado en parte de mi camino por el bosque.
Reno solitario porque la mayor parte de los rebaños permanecen en verano en los pastos de montaña y solo bajan al bosque en invierno. ¡Creo que tendré que ir a la montaña!
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