3. Maramures, la civilización de la madera
3.1. Tesoros de madera
La región histórica de Maramures está al norte de Transilvania, haciendo frontera con Ucrania. Un viaje a Maramures es como un viaje en el tiempo a esa Europa rural que ya casi no se ve en Europa.
No es que el tiempo se haya detenido en Maramures; más bien se ha desdoblado. Lo antiguo y lo moderno parecen empeñarse en convivir. Como paradigma, veloces automóviles comparten carretera con lentas carretas tiradas por caballos que transportan heno a un ritmo de otros tiempos. Tiempos como aquellos en los que Jonathan Harker llegaba desprevenido al encuentro de Drácula:
“De cuando en cuando adelantábamos a una carreta, el transporte corriente de los campesinos, con su larga vértebra como de serpiente, calculada para adaptarse a las irregularidades de la carretera.”
Maramures es una tierra de tradiciones, entre las que sin duda destaca el perfeccionamiento alcanzado en el trabajo de la madera. Por algo a Maramures se le ha denominado “la civilización de la madera”. Las viejas iglesias de madera declaradas Patrimonio Mundial de la UNESCO, el cementerio alegre de Săpânța, pequeñas aldeas con casas típicas de madera, monasterios como el de Barsana, el último ferrocarril forestal a vapor del mundo,… La madera está presente en cualquier rincón de Maramures.
Y como no podía ser de otra forma, Maramures es una tierra de bosques. Su historia, forma de vida, cultura y tradiciones están íntimamente ligadas a sus bosques. Aproximadamente el 50 % de la región está cubierta por bosques naturales, que comparten paisaje con los prados. Madera y heno, dos elementos que confieren su personalidad a esta tierra y a sus gentes. Ya lo avisaba el conde Drácula:
“Estamos en Transilvania; y Transilvania no es Inglaterra. Nuestras costumbres no son sus costumbres, y para usted habrá muchas cosas extrañas”
Me alojo por unos días en un camping en Breb, una pequeña aldea en el corazón de Maramures. Breb, que se traduce como “castor”. Paseando por sus calles de tierra entre las casas tradicionales de madera intento reconocer alguna de las veinte destilerías de “horincii”, un licor local de frutas, o las casas de Charles, dos viviendas compradas y restauradas por el mismísimo príncipe Carlos de Inglaterra.
Lo primero que destaca de Breb son las altas torres de la iglesia de la Santísima Trinidad. Sin embargo, yo estoy buscando la vieja y escondida iglesia de madera, que guarda un pequeño tesoro. A la iglesia de la Santísima Trinidad se accede a través de una de esas construcciones tan especiales de Maramures: las puertas de madera. Como pequeños arcos del triunfo, las puertas tradicionales de madera de Maramures constan habitualmente de tres arcos con un techo superior y en su mayoría se construían con madera de roble. Estas puertas están cuidadosamente talladas con elementos simbólicos como cuerdas retorcidas o el árbol de la vida y atravesarlas tenía un simbolismo especial. Se cuenta que el hombre debía pasar primero, seguido de la esposa. Al regresar de la guerra o del trabajo, se suponía que pasar por debajo de la puerta le curaría de todas las enfermedades. En una tierra pródiga en leyendas, se afirma que la medra de roble sólo debe ser cortada durante la luna llena para mantener la casa a salvo de desgracias.
Pero el verdadero tesoro de Breb es la vieja iglesia de madera. Aunque no forma parte de las iglesias Patrimonio Mundial de la UNESCO, puede presumir de contar con la torre de madera más vieja de Rumanía. Aunque la iglesia se construyó en 1622, algunas partes de la estructura de la torre datan de 1530.
Tengo que acercarme hasta el cercano pueblo de Budesti para admirar una de las ocho viejas iglesias de madera de Maramures catalogadas Patrimonio de la Humanidad. En la iglesia de San Nicolás de Budesti, construida con madera de roble, destacan las cuatro torretas cónicas que decoran la torre del campanario.
Ante la prohibición por parte del imperio austro-húngaro de construir iglesias ortodoxas rumanas de piedra, entre los siglos XVII y XVII se erigieron estas maravillas arquitectónicas que han perdurado en el tiempo. Rodeadas de vistosos cementerios, las iglesias están construidas enteramente en madera, habitualmente de pino, roble y abeto. Una torre alta y estrecha de inspiración gótica preside la nave desde su extremo occidental. La torre se continúa hacia el suelo a través de unos llamativos tejados de pequeñas tejuelas de madera superpuestas. El interior de estas iglesias es pequeño y oscuro y está pintado con murales de los siglos XVII y XVIII que representan escenas bíblicas.
Las viejas iglesias de madera de Maramures son auténticas obras de arte construidas con materiales extraídos de los bosques cercanos.
El Monasterio de Barsana es otro de los tesoros de madera de Maramures. En una amplia explanada se puede pasear entre diversos edificios de madera: una puerta tradicional de entrada, una vieja iglesia, una iglesia nueva de los años 90, un altar de verano, las celdas de los monjes, la capilla, la casa del artista,… Un remanso de paz solo alterado por los turistas con nuestras cámaras.
La vieja iglesia de madera de Barsana tiene su propia leyenda. Se construyó hacia el año 1711, pero la actual no es su ubicación original. La leyenda cuenta que después de que la iglesia fuera trasladada, los muertos enterrados en el cementerio de su emplazamiento original empezaron a desplazarse bajo tierra por el valle, con el fin de poder descansar en paz junto a la torre de su iglesia.
Aunque la influencia del mito del conde Drácula apenas se aprecia en esta comarca, las leyendas de los muertos vivientes forman parte de la espiritualidad local. En Maramures, las cruces de madera se han convertido en un elemento más del paisaje. Y en un lugar en particular, han conseguido juntar muerte y alegría: el cementerio alegre de Săpânța.
El cementerio de Săpânța es uno de esos extraños lugares que te cambia los esquemas. De entrada, sorprende el colorido de las más de 800 cruces de madera que colorean el cementerio, todas de un alegre y vivo tono azul. Pero lo que hace especial al cementerio de Săpânța es que en cada cruz está tallada una escena de la vida del difunto, sobre un poema como epitafio. Las escenas representan de forma humorística alguna característica de la vida del fallecido y en ocasiones hasta la causa de su muerte. El cementerio alegre de Săpânța es un lugar en el que a la muerte se la mira de otra manera.
Maramures todavía me reserva una nueva sorpresa forestal. Un tesoro que sintetiza la relación entre esta civilización de la madera y sus bosques: el tren “Mocanita”, el último ferrocarril forestal a vapor del mundo.
En el norte de los Cárpatos rumanos orientales, cerca de la frontera ucraniana y en el corazón de las montañas Maramures se encuentran los remotos bosques del valle de Vaser. Desde 1933 el tren “Mocanita” recorre el valle de Vaser transportando una madera que hasta ese momento solo se podía extraer por vía fluvial. Y a partir del año 2000 los turistas podemos acompañar a estas humeantes locomotoras alimentadas con leña en su recorrido hacia las profundidades de estas montañas. Es un viaje a la historia forestal de los Cárpatos. Un viaje en el tiempo en el último ferrocarril forestal a vapor de Europa.
Pero mi viaje forestal por Rumanía no termina aquí. Quiero llegar allí hasta donde el “Mocanita” no ha conseguido llegar a por madera. A los bosques vírgenes de Rumanía, a sus “bosques de leyenda”.
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