Conflictos en el Bosque (1). Los forestales.
Mis paseos en bici me muestran ese nuevo protagonista que sin pretenderlo ha recrudecido los conflictos en el bosque. Para descubrirlo tengo de nuevo que dejar de mirar hacia arriba, a las copas y dirigir la vista hacia abajo, a los troncos de los abetos. Allí podré sorprender a un insecto de no más de cinco milímetros de longitud, el escarabajo de la corteza del abeto rojo (Ips typographus).
Este pequeño escolítido está provocando la muerte masiva de los grandes abetos rojos del bosque de Bialowieza. La lucha contra el escarabajo, por su parte, está provocando fuertes conflictos entre forestales y ecologistas.


En mi visita a la reserva estricta ya me habían explicado que los gestores del Parque Nacional habían decidido no actuar para controlar los daños. Consideran al escarabajo de la corteza un elemento más de la dinámica del bosque y no una plaga a combatir. Sus afecciones cíclicas habían conllevado en esta ocasión un brote masivo, favorecido por el cambio climático, que debilita a los abetos y los pone en desventaja respecto al resto de especies que conforman el bosque mixto. Así, prevén una etapa en la que los abetos y los fresnos, atacados éstos por un hongo, disminuirán su abundancia, en beneficio de los carpes y los arces.
En la parte manejada del bosque, con mayor presencia de abeto rojo, no hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que la decisión adoptada ha sido radicalmente distinta. Por todo el bosque se observa y se escucha la actividad de las motosierras, en lo que parece una frenética carrera en la batalla contra el escarabajo de la corteza.

Me acerco a las cuadrillas de taladores y enseguida percibo que un forastero no es bien recibido. Menos aún si lleva la cámara al hombro. No me dejan sacar fotos y me despachan con rapidez. Se deja entrever la aspereza del conflicto, con buenos y malos, o malos y buenos nítidamente delimitados en cada bando. Entablo conversación, por fin, con uno de los forestales que supervisan las cortas, tranquilo por saber que yo también soy forestal. Entre mi “spanglish” y su “polandglish”, a duras penas consigue explicarme su trabajo.
Me muestra un abeto seco recién cortado, de unos 150 años. Al estar en una de las zonas de reserva natural, dejarán el tronco sobre el terreno. En el resto de la zona manejada del bosque, la madera se apila para su extracción. Ante nuestra casi nula capacidad de comunicación, me invita a que me acerque al Jagiellonskie Forest Education Centre, donde me podrán informar mejor. Por desgracia, cuando llego al Centro de Educación Forestal al final de mi paseo en bici, ya está cerrado.
Si hubiera llegado a tiempo, me habrían explicado algo así como que en 1994 los tres Distritos Forestales adquirieron el estatus de “Bialowieza Forest Promotional Forest Complex”, con el objeto de promover el manejo forestal sostenible y la multifuncionalidad. Que en la práctica, se han prohibido las matarrasas, la corta de árboles de más de determinado diámetro, de más de cien años o de árboles huecos y que se promueve la regeneración natural del bosque.
Me habrían explicado que los forestales quieren mantener las prácticas de manejo forestal, en lo que se conoce como “protección activa” y que perciben la acción de los ecologistas como un intento de limitar su autoridad sobre el bosque y de introducir métodos de manejo forestal equivocados basados en la no intervención o “protección pasiva”. Que por esta defensa de su visión del bosque se sienten retratados en los medios de comunicación casi como un tipo de villanos.
Me habrían explicado que la grave plaga del escarabajo de la corteza del abeto rojo ha obligado a aplicar medidas extraordinarias para contenerla. Y que estas medidas han conllevado un aumento de los volúmenes de corta desde los 63.000 m3 de madera que establece el Plan de Gestión Forestal 2012-2021, hasta los 188.000 m3, fundamentalmente de abetos rojos afectados por la plaga.
Me habrían explicado, por último, que cuentan con el apoyo de buena parte de la población local, que considera que los forestales han sido capaces de gestionar el bosque por mas de cien años garantizando su protección y aportando recursos y empleo para el desarrollo local.


Blicharska describe con cierto desdén esta visión de los forestales polacos:
“En un discurso antropocéntrico que data del siglo XIX, los bosques son áreas manejadas por los forestales de acuerdo con las enseñanzas de la ciencia forestal, asegurando su uso sostenible a largo plazo por los humanos, incluida la extracción continua de madera. El manejo forestal en este discurso es una actividad tradicional implementada por las comunidades locales (incluidos los silvicultores), que les proporciona trabajo y prosperidad.”
Una visión en la que seguramente se puede percibir un cierto aroma de melancolía. Una visión idealizada de un pasado en el que el trabajo en el bosque bajo la dirección de los forestales contribuía a la unidad de la comunidad y a la prosperidad económica de la región. Un tiempo añorado de solidaridad colectiva en el que todos iban juntos a plantar árboles al bosque, contrapuesto a los grandes cambios sociales y económicos de las últimas décadas.

Conflictos en el bosque (2). Los ecologistas.
Después de más de 20 años de campañas por la protección del bosque de Bialowieza, en 2017 se ha producido un punto de inflexión en las protestas. Con el “argumento” o “excusa” de la plaga del escarabajo de la corteza del abeto, se ha multiplicado el volumen de las cortas, las cosechadoras han entrado al bosque por primera vez en la historia y se han iniciado talas en rodales de más de 100 años de edad hasta ahora preservados.


En mayo de 2017, un grupo de personas que está de contra de la tala masiva que se ejecuta en Bialowieza se ha unido con el compromiso de proteger el bosque. Así, se ha instalado el Campamento para el Bosque (Camp for the Forest), con el objeto de detener las cortas y conseguir la ampliación del Parque Nacional a todo el bosque de Bialowieza. El campamento no representa a ninguna organización ni partido político y cuenta con el respaldo de una buena parte de la comunidad científica. Con la próxima llegada del invierno, el campamento se ha trasladado a Teremiski, una pequeña población en plena PUSZCZA, a una casona cedida por simpatizantes de la protesta.
Llego a Teremiski acompañando a una pareja de jóvenes polacos que hacían “dedo” en Bialowieza y que acaban de incorporarse a las protestas. Ya en la casa, el resto del grupo me da la bienvenida y me invitan a quedarme esa noche y así conocer su actividad. Como ya ha pasado el verano, el número de acampados se ha reducido y comparto cena con unos 20 ó 30 activistas. Algunos vienen a colaborar por unos pocos días, mientras que otros llevan aquí desde el principio de la protesta. Y no se irán hasta que se vayan las procesadoras.


Su día a día se centra en organizar patrullas por el bosque para monitorear el avance de las cortas y en ejecutar acciones de protesta concretas, bloqueando caminos e interrumpiendo los trabajos. Me cuentan que hace pocos días han realizado uno de los bloqueos y que han sido respondidos con violencia por parte de los forestales.
Hablando con ellos veo que es gente firmemente concienciada con la necesidad de defender al bosque de Bialowieza de las cortas, que consideran abusivas. Un cartel con el dibujo de un árbol y una sierra preside una de las salas: “¡Alerta! ¡El bosque crece despacio, desaparece rápido!”. El clima que se respira no es el de un campamento de verano, ya que viven un enfrentamiento fuertemente crispado y con un alto grado de violencia. A los ojos de unos son los “defensores del bosque”; a los de otros, son los “ecoterroristas”.
Con sus acciones y sus campañas a nivel nacional e internacional han conseguido muchas adhesiones y poner el conflicto de Bialowieza en el centro de las discusiones a diversas escalas. A escala internacional tienen gran parte de la batalla ganada. De hecho, en abril de 2018 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea declararía ilegales las talas en Bialowieza.
A escala local, sin embargo, el conflicto aún no está resuelto. Los intentos de las últimas décadas para ampliar el Parque Nacional a todo el bosque de Bialowieza han contado con la oposición de la población local. En Bialowieza, la población y las autoridades locales rechazaron la ampliación del Parque Nacional en 2010 argumentando posibles problemas para la compra de leña, limitaciones a las oportunidades de empleo y el posible aumento de daños por la fauna salvaje. Como señalan Blicharska & Angelstam:
“la singularidad del bosque de Bialowieza a nivel europeo no significa automáticamente que la población local esté dispuesta a protegerlo, especialmente en una situación en la que en gran medida dependen de los recursos naturales locales, por miedo a los efectos sobre la economía local.”
Desde el Campamento para el Bosque han tomado conciencia de esta realidad. Como ellos mismos explican:
“Sabiendo que la actitud de muchos lugareños es una de las principales barreras para la ampliación del parque, estamos trabajando con la comunidad. Hacemos educación informal para niños, estamos creando plataformas para el debate sobre el futuro de la región, estamos tratando de superar el cliché negativo de un ambientalista, mediante el contacto diario y directo con nuestros vecinos. Es un largo camino por recorrer, pero cambiar las actitudes de las personas crea un terreno mucho más estable para un mejor régimen de protección, que contar únicamente las decisiones vertidas por los políticos.”

Realmente, la población local es necesariamente uno de los actores fundamentales en cualquier conflicto relacionado con la conservación de la naturaleza y frecuentemente se les deja de lado en la toma de decisiones. Tengo que volver a “Walden”:
“La disposición de ánimo de pescadores, cazadores, leñadores y otros, que pasan sus vidas en los campos y los bosques, en cierto modo siendo ellos mismos una parte de la naturaleza, es a menudo más favorable para la observación, en los intervalos de sus propósitos, que la de los filósofos e incluso que la de los poetas, que se acercan a ella con expectación. A la naturaleza no le preocupa mostrarse a ellos”
En el Campamento charlamos de éstos y otros aspectos. Surge un tema importante. Están en contra de las cortas en el bosque; pero, ¿hay que dejar hacer al escarabajo? ¿No se generaría un problema mayor, como aseguran los forestales? Me defienden que el escarabajo de la corteza no es más que otro de los componentes del ecosistema, que se acaba autorregulando. Ciertamente, esta postura es respaldada por una parte importante de la comunidad científica. Me cuentan además la visita de los responsables del Parque Nacional de Sumava, en la República Checa, y cómo allí se había desarrollado una estrategia opuesta a la que siguen los forestales de Bialowieza.
No me queda otra que, de vuelta a casa, ¡visitar los bosques de Sumava! Aunque solo sea por recorrer de noche las callejuelas de cuento de hadas de Cesky Krumlov o pasear por la reserva forestal de Boubin ya merece la pena desviarse del camino. Pero además, quiero ver cómo gestionan allí los bosques devastados por el escarabajo de la corteza. Conduzco hasta Modrava, me acerco por una pista forestal hasta Bleznik y poco a poco voy ascendiendo hasta llegar a la cumbre de Lusen, en la frontera con Alemania. Camino por un paisaje cuando menos peculiar. Hasta donde me alcanza la vista se extiende una inmensa masa de abetos secos en pie y una profusa regeneración que, a rey muerto rey puesto, va ocupando su lugar.


Un conflicto similar al que sacude Bialowieza lleva ya varias décadas asentado en estos bosques. El Parque Nacional de Sumava, junto al vecino Parque Nacional del Bosque Bávaro, constituye una de las áreas naturales más amplias de Europa Central. Son bosques dominados por el abeto rojo, en ocasiones mezclado con hayas, que se ven sometidos a frecuentes perturbaciones, ocasionadas por la acción, muchas veces conjunta, del escarabajo de la corteza y los vendavales.
Desde la creación del Parque Nacional en 1991, la decisión de los gestores siempre fue la de eliminar los pies afectados por el escarabajo, de forma similar a como se procede en la actualidad en Bialowieza. Sin embargo, desde principios del S. XXI esta estrategia, que incluye cortas en grandes superficies, ha originado reiteradas protestas encabezadas por grupos ecologistas, provocando un cambio de política.
Como puedo comprobar durante mi caminata por Sumava, la decisión de paralizar las cortas y dejar evolucionar el bosque a su ritmo a pesar de los fuertes ataques de escarabajo no ha impedido que bajo la masa original muerta se establezca un denso regenerado que parece garantizar la pervivencia del bosque. Además, los altos volúmenes de madera muerta que se mantienen permiten el desarrollo de numerosos insectos y otras especies que la precisan. Para acabar de cuadrar el círculo, algunos estudios aseguran que la percepción de los turistas es mucho más favorable a estos bosques “fósiles” que a las grandes extensiones de cortas comerciales. Y no hay que olvidar que el turismo se ha convertido en el principal recurso económico de la región. ¿Sería éste un modelo de gestión forestal viable para Bialowieza? No estoy seguro.
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