El bosque de los bisontes
Es precisamente el bisonte el principal artífice de que el bosque de Bialowieza haya llegado a convertirse en el tesoro que es hoy en día.
La historia de Bialowieza en nada se debería de haber diferenciado de la del resto de bosques de llanura centroeuropeos, que han soportado una continua alteración humana desde los olvidados tiempos del Neolítico hasta nuestros días. Aquí, sin embargo, un simple elemento alteró la dinámica: había bisontes.
La protección “real” del bosque de Bialowieza empezó en 1409 cuando nuestro ya conocido rey Jagiello partió en una cacería de ocho días para abastecer de carne a sus ejércitos en la batalla de Grunwald. A partir de entonces, la PUSZCZA se convirtió en propiedad de la corona polaca, como una exclusiva reserva de caza. En el siglo XVI gran parte de la población local fue empleada como guardas forestales, para luchar contra la caza furtiva, la corta ilegal de madera o la roturación de terrenos para la agricultura. Un obelisco conmemora una de las más famosas cacerías reales, organizada por el rey Augusto III en 1752, en la que se cazaron la friolera de 42 bisontes, 13 alces y 2 corzos. A finales del siglo XIX, con la división de Polonia, la zona se integró en el Imperio Ruso y el bosque de Bialowieza pasó a ser propiedad de los zares. Los zares repitieron la historia y lo convirtieron de nuevo en un coto de caza exclusivo.
De este modo, Bialowieza entró en el siglo XX como el único lugar de Europa en el que había sobrevivido el bisonte europeo hasta los tiempos contemporáneos. La necesidad de proveer bisontes a la nobleza implicó el establecimiento de severas normas de conservación del bosque, aunque no conllevaban una preservación estricta. El fomento de las poblaciones de bisonte conllevó el control de sus predadores naturales o la apertura de huecos en el bosque para la generación de pastizales y algunas actividades se continuaron desarrollando en su interior, como la apicultura en los árboles o la producción de carbón vegetal y potasa.
En todo caso, gracias a los bisontes el bosque de Bialowieza estuvo protegido de la acción del hacha hasta hace un siglo, lo que le ha permitido mantener una estructura y una biodiversidad única y le ha valido el calificativo de “el último bosque primigenio de Europa”. Pero con el siglo XX los vientos del cambio que recorrieron Europa llegaron también hasta la PUSZCZA.
Me instalo en un camping en el pueblo de Bialowieza y dedico los siguientes días a recorrer el bosque en bici. Intento seguir casi al pie de la letra las enseñanzas de “Walden”:
“Levántate libre de cuidado antes del alba y busca aventuras. Que el mediodía te encuentre en otros lagos y la noche te coja en todas partes como si estuvieras en casa”.
A pesar del consejo, el otoño me recuerda que los días son cada vez más cortos y las noches más frías, por lo que agradezco el cobijo nocturno de la cama de mi furgoneta.
El bosque de Bialowieza se extiende por 150.000 hectáreas, de las que 87.500 pertenecen a Bielorrusia y 62.500 a Polonia. En Polonia, sólo poco más de 10.500 hectáreas constituyen el Parque Nacional y algo más de 6.000 se incluyen en el área de reserva estricta. El resto del bosque, unas 51.700 hectáreas, conforma el área de manejo forestal, gestionada por la Administración de los Bosques del Estado.
Durante la Gran Guerra, con la llegada en 1915 de las fuerzas germanas, las primeras sierras entraron en Bialowieza. Los forestales alemanes la época consideraban que los bosques no intervenidos de la periferia europea constituían un recurso infrautilizado. En aras del progreso de estas poblaciones pobres e incultas, en los pocos más de tres años que permanecieron en la zona se construyó una amplia red de ferrocarriles en el bosque, numerosos aserraderos y una industria forestal en Hajnówka y se explotaron más de 4,5 millones de metros cúbicos de madera.
En 1920, los forestales polacos retomaron la gestión del bosque. Entre 1924 y 1929, con la necesidad de conseguir ingresos para el nuevo Estado, se volvieron a cortar más de 1,6 millones de metros cúbicos de madera. Miles de operarios trabajaron en la explotación y las industrias forestales de Hajnówka y Bialowieza. El escudo de Hajnówka recuerda esos tiempos con los símbolos de abetos y sierras.
Pero la explotación forestal no llegó a todo la PUSZCZA. En 1921 se estableció una reserva forestal en el núcleo de Bialowieza, un área a la que no habían llegado las sierras. La reserva tenía una superficie de 4.594 hectáreas e incluía a su vez una reserva estricta de 1.061 hectáreas. En 1932 la reserva adquirió la categoría de Parque Nacional. Afortunadamente, ya casi olvidada la guerra, los tiempos habían mejorado también para el bosque de Bialowieza.
La suerte de los bisontes corrió una vez más paralela a la del bosque. Los 757 bisontes que campaban por Bialowieza en 1915 fueron diezmados por los alemanes para alimentar a las tropas hasta el punto de quedar únicamente 180 tras su retirada, en diciembre de 1918. Ya en la posguerra, el último bisonte fue cazado por furtivos en 1919.
Como el bosque, los bisontes también resurgieron en el periodo entreguerras. En 1929, procedentes de zoológicos y colecciones privadas, se reintrodujeron en Bialowieza los tres primeros ejemplares, iniciando su recuperación. Hoy viven en la PUSZCZA unos 900 bisontes, más de 500 de ellos en la parte polaca del bosque.
Tras un par de días dando vueltas en bici por el bosque, tengo la suerte de ver por fin los bisontes en unas áreas abiertas de pastizales entre las poblaciones de Narewka y Siemianówka. Al día siguiente los volvería a ver en los alrededores de Teremiski, pero la de Teremiski en realidad es otra historia….
La Historia, con mayúsculas, se volvió a repetir una vez más con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, con el inicio un nuevo período de desorden y caos. En 1939 los tanques alemanes llegaron a Hajnówka; pocos días después, las tropas soviéticas entraron en Bialowieza. En este nuevo periodo oscuro muchos lugareños fueron deportados a la Unión Soviética y muchos otros fueron asesinados. Aunque el bosque fue declarado “zapovednik”, esto es, reserva natural estricta, en este período se volvieron a cortar más de 1,5 millones de metros cúbicos de madera. En 1941 la PUSZCZA cayó otra vez en manos alemanas y se convirtió de nuevo en terreno de caza. Casi se podría decir que de caza humana, local, ya que más de mil habitantes fueron asesinados.
Con el fin de la guerra, el bosque se repartió entre Polonia y la Unión Soviética. En la zona polaca, en 1947 se restituyó el Parque Nacional. Para gestionar los bosques fuera del Parque Nacional se establecieron los Distritos Forestales de Hajnówka, Bialowieza y Browsk, encargados del manejo forestal y de la recuperación de las áreas más degradadas, en las que se realizaron extensas plantaciones de pino y abeto rojo.
En 1996 se amplió el Parque Nacional hasta los límites actuales y posteriormente se ha establecido una red de 21 reservas naturales en la zona manejada. Desde 2004 está incluido en la Red Natura 2000, desde 2005 es Reserva de la Biosfera y desde 2014 está considerado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO.
Un recorrido por Bialowieza deja ver la huella de la Historia; puertas afuera de la reserva estricta el bosque ya no se muestra con tanta grandiosidad. Desde que empezara en 1915 la extracción de madera a gran escala, en las más de 50.000 hectáreas de la zona manejada, la composición de especies de árboles y su estructura de edades ha variado sustancialmente respecto a la zona no intervenida. Estudios de los años 90 ya indicaban importantes diferencias ecológicas entre ambas zonas. En la zona manejada había disminuido la edad media de 130 años a 73 años y había aumentado la proporción de coníferas del 27% al 53%, fruto de una política de fomento del abeto rojo. Como consecuencia, el hábitat de especies que requieren bosques viejos y abundancia de madera muerta se ha reducido considerablemente en gran parte del bosque de Bialowieza, con lo que muchas especies ahora encuentran su principal refugio puertas adentro de la reserva. Ya sabemos, “detrás de la puerta al paraíso”.
En este contexto, desde hace ya más de cien años se ha ido larvando un conflicto en relación a la forma de proteger los valores únicos del bosque de Bialowieza. Se han generado dos discursos antagónicos entre los partidarios de proseguir con el manejo forestal y los defensores de ampliar la protección de la PUSZCZA. Este conflicto se ha agravado en los últimos años, con la aparición de un nuevo-viejo conocido: el escarabajo de la corteza del abeto rojo.
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