Gamboa es una pequeña población estratégicamente situada en la confluencia del río Chagres con el lago Gatún. Su ubicación a orillas del Canal de Panamá no es casual. Gamboa se fundó en 1911 para alojar a los trabajadores que construían el Canal. Posteriormente, se convirtió en la residencia de los militares estadounidenses, hasta que en 1999 abandonaron la Zona del Canal.

Las calles y los edificios de Gamboa me resultan anodinos, reflejo seguramente de su origen e historia. El entorno, en cambio, es apabullante. A un lado, el pueblo se abraza al Canal de Panamá a través de la zona portuaria, en la que sobresale la enorme grúa Titán. Se trata de una de las cuatro grandes grúas flotantes que mandó construir Hitler durante la Segunda Guerra Mundial y que los aliados se repartieron como botín de guerra. Titán acabó en manos estadounidenses y desde 1999 se yergue junto al Canal. Al otro lado, por encima de Gamboa se levanta un extraordinario bosque húmedo tropical. Los árboles gigantes sustentados con amplias gambas que puedo admirar sin siquiera salir de Gamboa provocan que pronto me olvide de la también gigantesca grúa Titán. Y que recuerde lo que realmente he venido a buscar a Gamboa: ¡sus selvas!


La selva funciona como una gigantesca esponja que regula el aporte del agua de lluvia que abastece al Canal de Panamá. Pero en Panamá no siempre se le ha dado a la selva su verdadero valor. Desde la década de 1950, el gobierno panameño promovió la expansión de los potreros a costa de la deforestación de los bosques tropicales. Una política que se denominó “conquista de las selvas”.

Un Monitoreo de la Cuenca del Canal realizado 1999, y reflejado en el documento “La Cuenca del Canal: deforestación, contaminación y urbanización”, mostró que, para entonces, menos de la mitad de la superficie de la cuenca contaba con cobertura boscosa.
En la actualidad, el 69% de los bosques de la Cuenca del Canal están protegidos como parques nacionales. Aproximadamente 108.307 hectáreas. El Parque Nacional Chagres es el mayor de todos ellos y se localiza en la cuenca alta del río Chagres. El Parque Nacional Altos de Campana, en la zona suroeste de la cuenca, fue el primero que se declaró en Panamá, en el año 1966. El Parque Nacional Camino de Cruces acompaña al Canal por su lado este camino de Ciudad de Panamá. Por último, el Parque Nacional Soberanía, declarado en 1980, es posiblemente el que ofrece una mayor y más accesible oferta para el ecoturismo. Y Gamboa es una de sus principales puertas de entrada.

El Camino del Oleoducto o Pipeline Road es uno de los senderos más populares del Parque Nacional Soberanía, en el que se interna partiendo desde Gamboa. Durante la Segunda Guerra Mundial, los estadounidenses construyeron un oleoducto para transportar combustible entre los océanos en caso de que el Canal fuera atacado. La tubería nunca entró en funcionamiento, mientras que el camino que discurre a su par se ha transformado en uno de los principales accesos al Parque Nacional. Se considera que el Camino del Oleoducto es uno de los mejores lugares del mundo para los ornitólogos. No en vano, a lo largo del sendero se han registrado más de 450 especies de aves.


Solo tengo que caminar hasta el final del pueblo de Gamboa para encontrar el Camino del Oleoducto. El primer tramo es una pista amplia, que paulatinamente se va estrechando hasta convertirse en poco más que un sendero que se interna a través de un denso bosque tropical. Aunque conozco que el mejor momento para observar aves son las primeras horas de la mañana, empiezo mi caminata casi al mediodía. Unas horas en las que casi toda la vida de la selva, menos yo, se protege del implacable sol de los trópicos.

Me entretengo intentando fotografiar a algunos de los escasos pájaros que se cruzan en mi camino. Aunque en el Pipeline Road no es difícil sorprender a tucanes, trogones, colibrís e incluso a la mítica águila arpía, me tengo que conformar con la compañía puntual de varios pequeños pájaros. Entre otros, creo identificar al loro frentirrojo, a la tangara cabecigrís o a varias especies de caciques.




A falta de la anhelada abundancia de aves del Camino del Oleoducto, la selva me muestra a cada paso otros pequeños tesoros. Hormigas arrieras transportando en fila enormes trozos de hojas; grandes termiteros con minúsculas termitas; un gigante caballito del diablo; o una lagartija de interminable rabo.
Y entre los altos árboles y palmas que pugnan por alcanzar el dosel en busca de luz, me hace ilusión redescubrir una pequeña planta de sugerentes labios carmesí: la Flor del Beso o Labios de Mujer (Psychotria elata), cuyos labios son en realidad brácteas que protegen a las verdaderas flores.



Después de haber avanzado unos seis kilómetros por el Pipeline Road, me detengo junto a un tronco caído que corta el camino. Un grupo de estudiantes muy jóvenes del STRI, un centro de investigación que pronto conoceré en la isla de Barro Colorado, me advierte de que al otro lado del tronco han visto una colonia de abejas africanizadas. Como además voy solo, decido no tomar riesgos y me doy la vuelta.


Mientras camino de regreso empieza a atardecer, con lo que la vida silvestre vuelve a inundar de sonidos la selva. Primero veo un mono carablanca. Al rato, un grupo de coatíes o pizotes con su cola enhiesta. De pronto, un agutí o ñeque, como los que ya había visto en pleno centro de Gamboa. Y, por fin, me envuelve el sonido más emblemático de la selva, ¡los gritos de un grupo de monos aulladores!


Ya casi de nuevo en Gamboa, paso junto al “Panama Rainforest Discovery Center”, un proyecto de ecoturismo, cuyo objetivo es la conservación de las aves a través del turismo sostenible y la educación ambiental. A pesar de su lema “detente, mira y escucha…” no tengo tiempo para visitar su torre de observación o de recorrer sus senderos internos. En Gamboa me alojo en una de las escasas habitaciones del centro del pueblo que se ofertan en la web. A las afueras, en cambio, está el enorme complejo del “Gamboa Rainforest Resort”. Distintos modelos de ecoturismo, pero con un punto en común: las selvas panameñas y su variedad de flora y fauna. Los bosques del Canal.

0 comentarios