El lago Inari
Hace ya cuatro días que aterrizamos en Ivalo, la principal población del norte de la Laponia finlandesa. A pocos kilómetros de Ivalo, en Veskoniemi, hemos iniciado nuestra travesía con esquís y pulkas sobre el hielo que cubre el lago Inari. Somos un grupo de siete novatos encabezados por Pitxi, un veterano guía navarro de Naturtrek para el que Inari esconde ya pocos secretos.
El primer día hemos avanzado siguiendo las huellas de las motos de nieve por lo que llaman “autopistas de invierno”, recorridos balizados cada cincuenta metros que comunican las principales poblaciones de las orillas del lago mientras éste permanece helado. Con mayor o menor destreza, la menor la mía, hemos aprovechado esos primeros tramos para poner a punto nuestra técnica con los esquís de fondo arrastrando las pulkas, en las que llevamos todo lo necesario para los seis días de recorrido por el lago. Tras varias horas de marcha y sintiéndonos ya unos avezados exploradores, en una superficie tan plana como solo puede ser un lago helado, hemos llegado a Karpasaari, la primera de las cabañas en las que nos vamos a alojar.
En nuestra toma de contacto con el lago hemos disfrutado de un agradable día soleado, lo que ha hecho posible que hayamos disfrutado la noche todavía más. En efecto, mientras los espaguetis se cocinaban en el fuego, hemos podido contemplar nuestra primera y deslumbrante aurora boreal. Las también llamadas “luces del norte” nos han deleitado hasta que el hambre y el aviso de que la cena estaba lista ha podido más que el espectáculo visual de un cielo vibrando con diversos tonos verdes.
A la aurora boreal los Samis la llaman “revontuli”, en referencia al legendario zorro de fuego, cuya piel brilla en la oscuridad reflejada en el cielo nocturno. Una vieja creencia Sami decía que el resplandor rojo, representando quizá la sangre de los hombres, predecía la guerra. Los Samis de Koltta creían que las luces se formaban por la batalla continua de las almas de los muertos en guerra y que no respetar las “luces del norte” podía provocar que bajaran y despedazaran al culpable. A principio de este siglo, la gente de Inari todavía pensaba que se trataba de algún tipo de gas surgiendo del océano Ártico. Muchos afirman que las auroras boreales emiten ruidos crepitantes y que los han escuchado con sus propios oídos, lo que podría explicarse por el chasquido de ramas de los árboles cuando las temperaturas están muy por debajo de cero grados.
El segundo día hemos tomado dirección a Kakusaari siguiendo la huella que abría Pitxi ya fuera de la “autopista”, mientras iba adivinando la ruta entre el laberinto de islotes del lago.
Como hemos llegado temprano a Kakusaari, hemos aprovechado la tarde para acercarnos a la cabaña de Nikula, el pescador. Emeri Nikula fue el último pescador sami que residía todo el año en el lago, incluido el duro y largo invierno nórdico. Hemos encontrado la cabaña de Nikula cerrada, convertida en casa de veraneo de la familia. Junto a la cabaña principal se mantienen la sauna, una especie de hórreo para almacenar comida, el secadero de pescado, el embarcadero, el leñero y el almacén de aparejos, todavía lleno de redes. Alrededor llaman la atención varias cajas nido, que Nikula instalaba para que el kukeli o arrendajo funesto y otros pájaros le hicieran compañía, ¡para evitar el silencio del bosque!
Ayer fue el tercer día de ruta. Camino a Petajassari, hemos podido comprobar que aunque los tiempos de los viejos Samis como Nikula ya quedaron atrás, las tradiciones se mantienen, si bien a lomos de veloces y ruidosas motos de nieve. Junto a nuestra ruta unos palos clavados en la nieve señalaban el lugar en el que se había tendido una red por debajo del hielo con la que pescar salmones, truchas, salvelinos o whitefish. Esta técnica tradicional de pesca no es más que una muestra más de la necesidad que tienen las poblaciones locales de aguzar el ingenio para adaptarse a este entorno tan hostil.
En Petajassari hemos decidido pasar un día de descanso. Bien temprano hemos salido a inspeccionar el itinerario que tomaremos mañana, ya que este año se han formado en el lago abundantes balsas de agua que dificultan nuestro avance y en esta zona, con pasos estrechos entre las islas, son bastante habituales. Las balsas de agua se originan al resquebrajarse la capa de hielo y aflorar el agua, que al nevar, queda aprisionada entre la capa inferior de hielo y la superior de nieve ¡Una trampa para los esquiadores y las motos de nieve! Afortunadamente, hemos encontrado un paso sin presencia de balsas de agua, con lo que pronto hemos regresado satisfechos a la cabaña.
Además, hemos tenido la suerte de ver los primeros renos. Un grupo de unos doce ejemplares ha salido corriendo desde un pinar cercano y ha cruzado por el lago helado frente a nosotros antes de volver a perderse entre los pinos de otro islote.
n Petajassari hemos decidido pasar un día de descanso. Bien temprano hemos salido a inspeccionar el itinerario que tomaremos mañana, ya que este año se han formado abundantes balsas de agua en el lago que dificultan nuestro avance y en esta zona, con pasos estrechos entre las islas, son bastante habituales. Las balsas de agua se originan al resquebrajarse la capa de hielo y aflorar el agua, que al nevar, queda aprisionada entre la capa inferior de hielo y la superior de nieve ¡Una trampa para los esquiadores y las motos de nieve! Afortunadamente, hemos encontrado un paso sin presencia de balsas de agua, con lo que hemos regresado pronto a nuestra cabaña.
Además, hemos tenido la suerte de ver los primeros renos. Un grupo de unos doce ejemplares ha salido corriendo desde un pinar cercano y ha cruzado por el lago helado frente a nosotros antes de volver a perderse entre los pinos de otro islote.
Entre pinos, líquenes y renos
Como teníamos la tarde libre en la cabaña de Petajassari, he salido a caminar un rato por el bosque. Ahí sigo, ya casi de noche y con el único sonido del disparador de mi cámara de fotos. Fotografío la luna, el rastro de la liebre o los líquenes que cuelgan fantasmagóricos de los pinos. Unos líquenes que guardan la explicación de que los renos permanezcan en este territorio durante el duro invierno.
En Finlandia, el pastoreo de renos es practicado por ganaderos organizados en cooperativas o “palikuntas”, con sus correspondientes áreas de pastoreo predeterminadas. En las ocho cooperativas de la zona de Inari la mayoría de los pastores de renos son Samis, excepto en la cooperativa de Ivalo y Nellim, en la que conviven con varios pastores tienen otros orígenes .
En verano la comida es abundante y variada, tanto que los renos se alimentan de más de 350 plantas y hongos diferentes. En invierno, por el contrario, su alimentación está basada en los líquenes, que encuentran en los bosques maduros de pino. A principios del invierno escarban entre la nieve en busca de líquenes del suelo y en los meses más duros subsisten gracias a los líquenes de cola de caballo (horsetail lichen) que cuelgan de las ramas y troncos de los pinos adultos.
Yo continúo en el bosque en silencio, sacando fotos a esos austeros líquenes que desde hace siglos han hecho posible que se mantenga un modo de vida basado en el pastoreo de renos y en las migraciones entre los territorios de verano ricos en pastos y los duros territorios de invierno en los que nos encontramos.
Pronto descubriré que estos líquenes también han sido el detonante de importantes enfrentamientos entre la industria maderera y los pastores de renos.
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