Al Canal de Panamá se le considera una de las obras de ingeniería más impresionantes del mundo. Con su construcción, muchos consideran que el Canal de Panamá cambió el comercio mundial. Como dice el lema del Canal, “la tierra dividida, el mundo unido”.

Para conocer la historia del Canal de Panamá no necesito salir del Casco Antiguo de Ciudad de Panamá. Allí visito el Museo del Canal, en el que se muestra la historia de la unión de dos océanos, la historia del Canal de Panamá.

Cuando en 1513 Vasco Núñez de Balboa atravesó a pie el istmo de Panamá y descubrió el Mar del Sur, que después se denominaría océano Pacífico, inició sin saberlo la historia del Canal de Panamá.
Desde el comienzo de la época colonial, los españoles buscaron un pasaje natural que uniera los dos mares. Pronto establecieron los dos primeros caminos de la ruta interoceánica, que desde Ciudad de Panamá llegaban hasta el Caribe. Estos caminos representaron el germen del futuro Canal de Panamá. Primero construyeron el Camino Real, que discurría en su totalidad por tierra. Pocos años después inauguraron el Camino de Cruces, con una parte fluvial utilizando el río Chagres y otra terrestre desde Venta de Cruces hasta Panamá. El Camino Real y el Camino de Cruces fueron utilizados durante muchos años por los españoles para transportar las riquezas provenientes de Perú y de otros países del Pacífico hacia el Caribe y de ahí al Viejo Continente. Como indica un panel del Museo del Canal, “así fue que por el istmo de Panamá pasaron, solo entre 1531 y 1660, el 60 % del oro y la plata ingresada a España”.


En 1534, Carlos I ya había encargado al gobernador de Panamá los primeros estudios “respecto a la viabilidad de construir un canal en el istmo de Panamá”. Pero no fue hasta el siglo XIX cuando este interés se extendió a otros países, como Francia y Estados Unidos.
La Fiebre del Oro que en 1848 se desató en California reactivó el interés por encontrar una ruta transoceánica rápida y segura y el paso a través del istmo de Panamá se posicionó rápidamente como una de las principales alternativas. Así, el oro se convirtió de nuevo en el elemento dinamizador para que en 1855 se pusiera en marcha el ferrocarril transístmico, otro precursor del futuro canal.


A lo largo del siglo XIX se organizaron varias expediciones para determinar la posibilidad de construir una vía navegable interoceánica en Panamá. Finalmente, en 1880 se inició la construcción del Canal Francés, proyectado como una vía a nivel, que exigía la remoción de ingentes cantidades de tierras y rocas. Se estima que entre 1882 y 1903 los franceses removieron más de sesenta millones de metros cúbicos de tierra en medio de torrenciales lluvias tropicales que provocaban grandes deslizamientos de terreno. Desgraciadamente, también se estima que más de 6.300 trabajadores murieron durante las obras, en gran parte víctimas de enfermedades tropicales como la malaria y la fiebre amarilla. El fracaso del Canal Francés dejó vía libre a Estados Unidos para iniciar la construcción de su propio canal.


En 1903, Panamá obtuvo la independencia de Colombia. Solo unas semanas después, el nuevo país concedió a Estados Unidos la construcción y el manejo del futuro Canal Interoceánico. Los norteamericanos optaron por un canal de esclusas en vez del canal a nivel de la propuesta francesa. Formaron artificialmente el lago Gatún al represar el río Chagres cerca de su desembocadura; construyeron las esclusas que ascendían el agua desde ambos océanos hasta el nivel del lago; excavaron la montaña en el Corte Culebra; lograron controlar la malaria y erradicar la fiebre amarilla; establecieron un enclave bajo control estadounidense a lo largo de todo el canal denominado la Zona del Canal; y en 1914, con el paso del vapor Ancón, el Canal de Panamá quedó oficialmente inaugurado.
Actualmente, tras casi un siglo de desavenencias entre ambos países, desde el año 2000 el Canal está gestionado por Panamá.

Para ver en persona el funcionamiento el Canal de Panamá me acerco hasta las esclusas de Miraflores, a las que se llega cómodamente en autobús desde la ciudad. Lo mejor que se puede hacer en Miraflores es subir hasta la terraza superior del Centro de Visitantes para contemplar el paso de los grandes cargueros a través las esclusas.


El agua es el elemento motor del Canal de Panamá. Por ello, su ubicación estuvo determinada por la abundancia de agua: un istmo estrecho entre dos océanos, con un río caudaloso y un régimen de lluvias torrenciales. El diseño del Canal de Panamá es tan sencillo como ocurrente. El río Chagres se represó cerca de su desembocadura en el mar Caribe, con lo que se generó el lago Gatún, un lago navegable a unos 26 metros sobre el nivel del mar. Para salvar este desnivel, se construyeron sendos juegos de esclusas: las de Gatún en el lado del Atlántico y las de Pedro Miguel y de Miraflores en el Pacífico. El lago Gatún constituye la principal reserva de agua necesaria para el funcionamiento de las esclusas, que funcionan como gigantescos elevadores hidráulicos que levantan o descienden los barcos a través de varios escalones.
Desde el mirador sobre las esclusas de Miraflores observo el paso de los grandes cargueros a través de unos estrechos canales por los que apenas caben. Admiro esta maniobra delicada e impactante en la que pequeñas locomotoras o “mulas” arrastran con precisión casi milimétrica a estos gigantes del mar. Mientras, la megafonía del recinto va soltando una retahíla de datos, entre los que me quedo con una cifra redonda. Por cada barco que cruza el Canal se vierten al mar 200 millones de litros de agua dulce procedente de la cuenca del Canal.


En 2016 se inauguraron dos nuevos juegos de esclusas paralelas a las de Gatún y de Miraflores. Su objetivo era adaptar el Canal de Panamá a los nuevos requerimientos del comercio marítimo internacional y a las dimensiones cada vez mayores de los cargueros, los llamados “neopanamax”. La construcción de las nuevas esclusas ha constituido una obra de ingeniería tan colosal como la que en su día representó la del Canal original.
La cuenca hidrográfica del Canal de Panamá se extiende sobre 326.000 hectáreas. En esta área se han construido dos grandes represas: el lago Gatún, en la desembocadura del río Chagres, y el lago Alajuela, aguas arriba del mismo río. Se estima que entre ambos lagos almacenan más de 1.400 millones de metros cúbicos de agua, provenientes de las cíclicas e intensas lluvias tropicales. Además de proporcionar el agua necesaria para garantizar el tránsito por el Canal, estos lagos también abastecen de agua potable a la mitad de la población panameña.
El agua es el elemento motor del funcionamiento del Canal. No solo posibilita el funcionamiento de las esclusas, sino que también asegura el calado suficiente que permite la navegación de los grandes mercantes. Durante mi visita al Canal de Panamá en marzo de 2023 parece que todo funciona con precisión. Contemplo tanto enormes cargueros como pequeños catamaranes que esperan pacientemente la variación de los niveles de agua de las esclusas de Miraflores para poder proseguir su camino hacia el Pacífico. Contemplo las grandes dragas que trabajan sin descanso en el lago Gatún para mantener el calado necesario. Contemplo que en el Canal de Panamá todo gira en torno al agua. Y aunque el sol luce radiante, pronto tiene que llegar una nueva temporada de lluvias que proveerá de nuevo al Canal de su preciado líquido.

Sin embargo, la temporada de lluvias de 2023 no iba a ser tan generosa como se esperaba. Ya de vuelta en casa, y mientras escribo este relato a finales de 2023, leo en la prensa titulares del estilo de “El Canal de Panamá busca desesperadamente agua para no morir”. En 2023 Panamá está sufriendo una fuerte sequía que ha comprometido el funcionamiento del Canal. Se ha tenido que limitar tanto el número de embarcaciones que lo recorren diariamente como su calado máximo. Las imágenes de más de 200 cargueros esperando a la entrada del Canal resultan impactantes. El problema es de tal magnitud que ha provocado una importante afección al comercio internacional.
Me quedo con dos imágenes del Canal de Panamá. La primera, los tripulantes de los cargueros y los turistas que nos apiñábamos en el mirador de las esclusas de Miraflores, saludándonos y fotografiándonos mutuamente, muestra del impacto que causa el Canal. La segunda, un fotograma del documental sobre la historia del Canal que se emite en Miraflores y en la que con las selvas panameña de fondo se lee “Una abundancia de agua que alimenta a un bosque exuberante”.
Un bosque que solo ocupa el 47% de la cuenca del Canal, víctima de la tala indiscriminada de décadas pasadas. Mi siguiente destino en Panamá tiene que ser esa selva, ese bosque exuberante. Así que decido ir hasta el pueblo de Gamboa para encontrarlo.



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