Remando por el Yukón.
Por fin, llega el momento esperado en que deslizamos nuestras canoas al río y damos la primera palada de las muchas que necesitaremos para llegar en once días hasta Dawson City, a más de ochocientos kilómetros de distancia.
Estamos recorriendo el Yukón como durante mucho tiempo lo han hecho los indios, más tarde los pioneros en busca de pieles, y finalmente los buscadores de oro, por lo que me siento afortunado de descubrir así la taiga canadiense, desde sus venas, el mismísimo río Yukón.
Tras varias jornadas en el río, llegamos a la población de Carmarcks. Después de varios días bañándonos, lavando la ropa y fregando en el río, nos parecen un auténtico lujo las duchas de agua caliente y las lavadoras del camping. Y poder acercarnos al pueblo a disfrutar de unas cervezas y una buena cena no baja de lujo asiático. No deja de ser paradójico que lleváramos tiempo soñando con el momento de iniciar el descenso del Yukón, en autonomía, descansando en campamentos improvisados y prescindiendo de las comodidades de nuestra vida cotidiana y que, sin embargo, volver a tener una ducha caliente y una cerveza fría nos parezcan casi el mejor momento del viaje.

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