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La taiga de los Chorses (1 de 3)

Un relato forestal viajero por la taiga siberiana en 2019.

La palabra “Siberia” evoca a lejanos e inhóspitos territorios de nieve, tundra y taiga. Evoca a grandes viajes. Evoca al transiberiano, esa interminable vía férrea que a lo largo de más de 9.000 kilómetros comunica Rusia de extremo a extremo, desde Moscú a Vladivostok

Siberia evoca también al correo del Zar, a Lenin y Stalin. Evoca a las terribles épocas del Gulag, los campos de trabajo forzados a los que los gobiernos comunistas deportaban a delincuentes y a sus posibles opositores políticos.

Siberia evoca a frío, vacío y silencio. Sin embargo, en Siberia también hay calor, color y música; los de las más de 35 naciones indígenas que han  convertido la tundra y la taiga siberianas en su hogar.

Estación de tren de Novosibirsk
Novosibirsk

Novosibirsk es la capital “oficiosa” de Siberia. Se fundó hace menos de 130 años en el marco de una política para colonizar el este del país con migrantes “rusos”. En poco tiempo, al abrigo del transiberiano y del río Obi, ha crecido hasta convertirse en la mayor urbe de Siberia. Los motivos para una visita son escasos. Si acaso acercarse al solemne Teatro de la Ópera y la grandiosa estatua de Lenin que lo preside. O admirar la coqueta Capilla de San Nicolás, de la que se dice que marcaba el centro geográfico del Imperio Ruso.

A nosotros nos interesa otro edificio menos espectacular. En el museo etnográfico de Novosibirsk descubrimos que en las vastas extensiones de la tundra habitan pueblos como los Evenkos,  los Yakutos o los Nenets. Y que en los perennes bosques de la taiga viven grupos indígenas como los Jacasios, los Altainos o los Chorses.

Museo etnográfico de Novosibirsk
Museo etnográfico de Novosibirsk
Museo etnográfico de Novosibirsk
Museo etnográfico de Novosibirsk

Únicamente estamos en Novosibirsk de paso. Pero al contrario que la mayoría de viajeros, no nos dirigimos al mítico lago Baikal siguiendo las traviesas del transiberiano hacia el este, rumbo a ciudades de nombres sugerentes como Krasnoyarsk o Irkutsk. Nuestra ruta se desvía al sur, a través de una de las cuencas mineras de carbón más importantes del mundo, hacia Gornaya Shoriya, las montañas de Choria. Nos dirigimos al hogar de los Chorses. Somos un pequeño grupo variopinto  acompañando a una antropóloga española en una de sus visitas a los poblados chorses de la taiga.

Carmen en Ust-Ansas

Carmen Arnau Muro es una antropóloga especialista en pueblos indígenas siberianos. Como se señala en su libro “Chamanismo entre los chorses de Siberia”, es la primera antropóloga occidental que ha convivido largas temporadas con los chorses en sus poblados de la taiga, en las montañas de Choria. Aunque gran parte de las expediciones que realiza desde 1997 a territorio chorse las ha completado en solitario, los últimos años acoge acompañantes para que puedan conocer de primera mano las culturas tradicionales siberianas. Esta vez somos seis los afortunados que, de la mano de Carmen, vamos a tener el privilegio de convivir por unos días con los Chorses en la taiga de las montañas de Choria.

La capital de Choria es Testagol. Mientras arreglamos los siempre complicados trámites administrativos rusos para poder acceder por unos días a los poblados chorses, aprovechamos para conocer la ciudad. Testagol se fundó en 1939 como un asentamiento minero de carbón en pleno territorio chorse. Hoy es una ciudad de más de 20.000 habitantes en la que conviven chorses y rusos, pero con poco contacto entre ambos grupos.

Visitamos el orfanato, el museo etnográfico de los chorses, la biblioteca… Con Larisa, la bibliotecaria, podemos comprobar cómo vive la clase media cuando nos invita a una parrillada a su “dacha”, una pequeña casa de campo a la que va con su familia los fines de semana. Con Shina, colaboradora rusa de Carmen que nos va a acompañar a los poblados chorses, podemos comprobar cómo vive la clase baja cuando nos invita a cenar a la humilde casa que comparte con su madre anciana en el extrarradio de la ciudad. En uno y otro  caso, comprobamos la hospitalidad del pueblo ruso, que en muchas ocasiones se esconde tras una fachada áspera y hosca.

La estatua "Golden Shoria"
«Golden Shoria»

En Testagol descubrimos una ciudad relajada y plagada, sí, plagada, de estatuas. Entre todas destaca “Golden Shoria”. Esta escultura de bronce de más de cinco toneladas representa a una niña chorse con un cuenco en las manos montando un poderoso alce. Un monumento en homenaje a ese pueblo indígena de la taiga que estamos a punto de conocer.

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