Progreso:

La aventura del Yukón (2 de 7)

El mítico Chilkoot Pass

Hemos aterrizado hace un par de días en Whitehorse, la capital del Yukón canadiense. Sin embargo, nuestra aventura comienza realmente en Skagway, en la costa del suroeste de Alaska.

Skagway
Skagway
Skagway
Skagway

Apenas paramos en Skagway el tiempo necesario para obtener en las oficinas del “Klondike Gold Rush National Historical Park” los permisos del trekking del Chilkoot Trail y para llenar el estómago en un puesto de comida rápida. Tiempo suficiente para comprobar que es una ciudad turística que vive de recrear sus tiempos gloriosos de la fiebre del oro, cuando Skagway era el punto de llegada de los barcos cargados con ávidos aventureros impacientes por iniciar su travesía a través de las montañas para alcanzar Dawson City y el oro. Hoy, esos barcos han sido sustituidos por lujosos cruceros cargados por ávidos turistas también impacientes por saborear rápidamente los aromas de otro tiempo, los aromas de la fiebre del oro del Klondike.

Tras esta rápida visita a Skagway, nuestro minibús nos lleva hasta la cercana Dyea, ciudad portuaria ahora desaparecida que rivalizó con Skagway como puerta de entrada al sueño del Klondike. Para nosotros, Dyea es el punto de partida del Chilkoot Trail, el punto de partida de nuestra aventura hacia los territorios del Yukón.

Dyea-Canyon City Camp

El iprimer tramo del Chilkoot Trail remonta el río Taiya a través de un bosque de imponentes coníferas. Aunque pronto nos internaremos en la inmensa taiga, el frío bosque boreal del norte, ahora nos encontramos en un tipo de bosque diferente, el bosque húmedo de la costa del Pacífico.

Caminamos entre Tsugas del Pacífico (Tsuga heterophylla), en las que sus troncos columnares contrastan con su follaje suave y colgante que da un aire fantasmal al paisaje.

Los indios nativos norteamericanos utilizaron la madera suave y de fina textura de la Tsuga para tallar utensilios y adornos. En la actualidad es una importante especie maderera muy empleada para la obtención de pulpa de celulosa.

Tsuga del Pacífico (Tsuga heterophylla)
Tsuga del Pacífico (Tsuga heterophylla)

Atravesamos por cuidadas pasarelas algunos terrenos inundados, en los que consigue prosperar principalmente una especie de chopo (Populus trichocarpa).

Pasarelas en el Chilkoot Pass
Pasarelas en el Chilkoot Pass
Populus trichocarpa
Populus trichocarpa

En cuanto regresamos a tierra firme, comprobamos que el suelo está completamente tapizado por una espesa y mullida capa de musgo. Aunque la imagen parece incitar a salirse del camino para “flotar” sobre el musgo, una mirada más en profundidad nos hará ver lo complicado que sería que nos internemos fuera del sendero, ya que un laberinto de troncos y ramas caídas parecen querer impedir cualquier acceso. Lo explica Félix Rodríguez de la Fuente al referirse a sus experiencias en la taiga canadiense:

“El suelo del bosque frío está total y absolutamente cubierto de musgos, de gramíneas, de líquenes, de plantas rastreras, de una apretada urdimbre que constituye una auténtica y mullida alfombra. Uno comprende rápidamente que en estos suelos los clásicos mocasines indios de planta blanda proporcionan al caminante el confortable y sensitivo placer de andar sintiendo la suave estructura del suelo” (…) “Y por si fuera poco, los árboles muertos o inclinados que naturalmente nadie se lleva de estas inmensas selvas, obligan al caminante a superar enormes troncos, a encorvarse para no golpearse en la cara o clavarse una rama en el ojo, transformando una etapa de 15 kilómetros por la selva fría en un auténtico y verdadero suplicio.”

Bosques en el Chilkoot Pass
Bosques en el Chilkoot Pass
Bosques en el Chilkoot Pass

Los indios que como decía Félix han caminado con sus mocasines durante siglos por la mullida alfombra de musgos de los bosques húmedos del Chilkoot Trail son los Tlingit.

Poste totémico Tlingit
Poste totémico

Los Tlingit, al igual que otros grupos indios de la costa noroeste como los Haida, tenían un complejo y rico sistema social y ceremonial, con manifestaciones artísticas notables, trabajadas en madera. De hecho, se les ha llegado a denominar “la cultura de la madera”, por su habilidad para tallar canoas de hasta 20 metros con un solo tronco y para esculpir sus reconocibles postes totémicos. Estos postes totémicos contenían elaboradas combinaciones de figuras y cabezas que representaban a los antepasados a través de los distintos clanes.

El árbol que utilizaban los Tlingit y los Haida para sus postes y canoas era el enorme Cedro Rojo del Pacífico (Thuja plicata), con una distribución natural que termina más al sur de donde nos encontramos, por lo que en esta ocasión no podremos disfrutar de su porte.

En el libro “Homenaje a los Árboles” descubro cómo trabajaban tradicionalmente estos grandes troncos:

Los nativos norteamericanos del Noroeste del pacífico hicieron muchísimo uso de este cedro. Los arqueólogos han descubierto toda una serie de herramientas con las que trabajaban la madera, herramientas de astas, huesos y, después, metal, éste último probablemente conseguido a través de intercambios con Asia. La madera se empleaba para construir casas y edificios comunales; también se vaciaban troncos enteros para hacer canoas y los artefactos más famosos de la región, los tótems. La tala de árboles maduros fue una ardua labor para los pueblos preindustriales, ya que hacía falta una gran cantidad de manos y una buena organización. Lo primero que se hacía era aplacar el espíritu del árbol mediante unas ceremonias; después se llevaba a cabo un procedimiento en el que se alternaba el corte con herramientas de piedra y obsidiana y la quema, con lo que se lograba que el tronco fuera cediendo poco a poco. Tras la tala seguía haciendo falta mucho trabajo para cortar los enormes troncos hasta darles longitudes útiles”

Este uso tradicional del Cedro Rojo tuvo un considerable impacto sobre su distribución ya que fue talado selectivamente. La llegada de los colonos europeos provocó una fase de tala todavía más agresiva. En la actualidad, aunque el manejo forestal tiene por fin un alto componente de sostenibilidad, todavía se producen conflictos, como el que protagonizaron los Haida en la década de los 80, cuando tras importantes enfrentamientos lograron detener la tala de cedros y piceas centenarias en la isla de Lyell, en lo que hoy constituye por fin un Parque Nacional.

Canyon City Camp-Sheep Camp

El primer día de caminata termina sin más novedad en Canyon City Camp, donde damos inicio a la rutina diaria de montar nuestras tiendas de campaña y nuestro campamento. Los sí que tienen novedades que contarnos son dos compañeros que venían retrasados por gentileza de la policía de frontera de Alaska. Se han cruzado en mitad del camino con un oso grizzly que no les ha prestado demasiada atención y del que el resto del grupo ya habíamos detectado sus huellas y excrementos.

Tenemos que tener presente que estamos en tierra de osos, tanto grizzlys como negros, y que cualquier encuentro con ellos puede ser peligroso. Por suerte, nuestro guía Jaime Barrallo es experto en el comportamiento del oso en estos territorios y nos alecciona detenidamente sobre cómo reaccionar si nos cruzamos con uno. Aprendemos las medidas preventivas al caminar y en el campamento; aprendemos que ante un ataque hay que diferenciar si es un grizzly o un oso negro y si el ataque es defensivo o predatorio; aprendemos a utilizar el spray defensivo anti-osos de pimienta; en definitiva, aprendemos que es mejor no meterse en problemas con los osos.

Contenedores anti-osos en el Chilkoot Trail
Contenedores anti-osos en el Chilkoot Trail

En los primeros kilómetros de la segunda jornada todavía domina la Tsuga del Pacífico junto a la Picea de Sitka (Picea sitchensis), que van dando paso paulatinamente a medida que ascendemos a la Tsuga de Montaña (Tsuga mertensiana) y al Abeto Subalpino (Abies lasiocarpa).

Picea de Sitka (Picea sitchensis)
Picea de Sitka (Picea sitchensis)
Abeto Subalpino (Abies lasiocarpa
Abeto Subalpino (Abies lasiocarpa)

La Picea de Sitka es la más alta de las piceas de Norteamérica, ya que puede alcanzar más de 50 metros. Debe su nombre a la isla de Sitka, localizada en el sureste de Alaska a poco más de doscientos kilómetros de Skagway.

Sitka fue la capital de la América rusa a principios del siglo XIX. Los rusos habían llegado a la costa noroeste del Pacífico alrededor del año 1750 a través de las islas Aleutianas y unas pocas décadas más tarde establecieron su principal base en la isla de Sitka. Instauraron un muy lucrativo comercio marítimo de pieles, principalmente de nutria marina, obligando en ocasiones a los indios Tlingit y Haida a cazar para ellos.

Las rutas de acceso desde la costa al territorio del Yukón habían estado controladas desde mucho antes por los Tlingit y no hay ningún registro de que fueran utilizadas por los europeos hasta bien entrado el siglo XIX. En el territorio del Yukón, fue la Compañía de la Bahía de Hudson la que estableció los principales puestos de comercio de pieles en el interior, en este caso de martas, castores y otros mamíferos terrestres accediendo desde el este y noreste de Canadá. Pero esto ya es otra aventura.

Sin ningún nuevo encuentro con el grizzly llegamos a Sheep Camp, un antiguo campamento de caza reconvertido durante la fiebre del oro. El nombre del campamento nos deja entrever que ya estamos llegando a las montañas en las que se cazaban los muflones de Dall y en consecuencia al mítico y temido Chilkoot Pass.

Ascendiendo hacia el Chilkoot Pass
Ascendiendo hacia el Chilkoot Pass

Sheep Camp- Chilkoot Pass

El Chilkoot Pass y el cercano White Pass son los principales puntos de paso por la cadena montañosa que separa la costa del noroeste del Pacífico de la cuenca del Yukón. Durante la fiebre del oro del Klondike más de 30.000 buscadores de oro se enfrentaron con el Chilkoot Pass y las legendarias Golden Stairs en su carrera contra el reloj y contra los elementos por llegar los primeros a Dawson City.

La Klondike Gold Rush fue una aventura mediática y profusamente documentada, ya que a la estampida de buscadores de oro y de fortuna le acompañaban expertos fotógrafos que inmortalizaron numerosas escenas del momento. Nuestro recorrido por la antigua ruta del oro nos hace revivir aquellos tiempos con el apoyo de esas fotos históricas que retrotraen nuestros pasos a los de la época de la fiebre del oro.

Chilkoot Pass (McBride Museum of the Yukon History)
Chilkoot Pass (McBride Museum)
Chilkoot Pass
Chilkoot Pass

En el McBride Museum of the Yukon History de Whitehorse hemos podido examinar las fotografías en blanco y negro de hileras interminables de porteadores ascendiendo fatigosamente el Chilkoot Pass. Más que cualquier otra imagen, el ascenso a las Golden Stairs se ha convertido en el símbolo icónico de la locura de la fiebre del oro del Klondike.

Ahora que estamos por fin a los pies de las Escaleras de Oro, nos parecen menos infernales de lo que nos imaginábamos y en realidad se asemejan a una empinada pero corta ascensión por una pedrera de los Pirineos de no más de cuatrocientos metros de longitud.

Chilkoot Pass (McBride Museum)
Chilkoot Pass (McBride Museum)
Chilkoot Pass
Chilkoot Pass

Para los aventureros de finales del siglo XIX superar este paso representó sin embargo un esfuerzo increíble. En la cima se había establecido la frontera entre Alaska y Canadá y un puesto de la Policía Montada únicamente permitía el paso a los que llevaran pertenencias para sobrevivir un año entero en el territorio del Yukón.

Esto suponía tener que superar el paso de veinte a cuarenta veces con todo el peso que pudieran cargar a sus espaldas, descender deslizándose por la nieve y volver a incorporarse con una nueva carga a la imparable hilera humana que ascendía sin descanso las escaleras talladas en la nieve. Los más afortunados podían contratar porteadores, generalmente indios, para ayudarles en la labor y en determinado momento se instaló un teleférico para subir las cargas mecánicamente, con su correspondiente cargo económico. Javier Reverte recoge de nuevo en “El río de la Luz” el testimonio del periodista Tappan Adney:

“No hay nada más que una pared de roca gris y tierra. Pero ¡alto! Miremos más detenidamente. El ojo distingue un movimiento. La montaña está viva, algo parecido a un tren que no cesa de moverse. Son como hormigas que zigzaguean a lo largo de la pared que crece junto al precipicio, hacia arriba, hacia arriba, y que llegan a lo más alto. ¡Miren! Van hacia el cielo. Son seres humanos; pero nunca los hombres parecieron tan pequeños”

Descendiendo del Chilkoot Pass hacia el Yukón
Descendiendo del Chilkoot Pass hacia el Yukón

Nosotros tenemos que ascender una sola vez y cargados con pequeñas mochilas el mítico paso. En la cumbre, en vez de la Policía Montada de Canadá nos espera un desacostumbrado buen tiempo, que nos permite deleitarnos con la vista hacia el otro lado, ¡hacia el también mítico territorio del Yukón!

Tras reponer fuerzas, iniciamos el descenso hacia Happy Camp, nuestro próximo campamento y cuyo nombre refleja la alegría e ilusión de los expedicionarios que habían conseguido dejar atrás el terrorífico Chikoot Pass en busca de la gloria económica y de una nueva vida. Nosotros que solo buscamos la gloria interior, descendemos con la misma alegría e ilusión, admirados por un paisaje de montaña en el que ya empiezan a aparecer los primeros de los innumerables lagos que dibujan la cuenca del Yukón.

Iniciando el descenso hacia el Yukón
Iniciando el descenso hacia el Yukón

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