Progreso:

El paraíso de las aves (5 de 8)

Los recién llegados

El Pukeko es un primo cercano del Takahe. A diferencia de éste, es un ave muy abundante, frecuente en toda la isla Norte y en la costa oeste de la isla Sur. Es fácil sorprenderlo en  cunetas de carreteras y otras áreas abiertas. Pese a que cuando se siente incordiado prefiere alejarse corriendo o esconderse al estilo de su primo el Takahe, el Pukeko es capaz de volar, incluso grandes distancias. Se calcula que el Pukeko llegó por primera vez a Nueva Zelanda hace unos 1.000 años, por lo que se puede decir que es un recién llegado. Algunas teorías defienden que llegó volando; otras, que fue introducido por los primeros grupos de maoríes que llegaron a las islas.

Pukeko (Porphyrio melanotus)
Pukeko (Porphyrio melanotus)

Se estima que los maoríes arribaron por primera vez a Nueva Zelanda hacia el año 1200, navegando provenientes de la Polinesia. Estos recién llegados no vinieron solos. Les acompañaban perros, ratas, cerdos y pequeñas aves, entre las que podría encontrarse el Pukeko. Encontraron una tierra acogedora y fértil, propicia para el cultivo de boniatos y calabazas y pródiga en caza, con los enormes Moas, que doblaban en tamaño a los actuales avestruces, como principal presa. Hacia el año 1400 los Moas comenzaron a escasear como consecuencia de la caza y muchas otras aves no voladoras, como el Takahe, iniciaron un fuerte declive a consecuencia de la predación por perros y ratas. El “paraíso de las aves” había comenzado a desaparecer.

Canterbury Museum (Christchurch)
Canterbury Museum (Christchurch)

Los primeros europeos llegaron en 1642, cuando una expedición encabezada por Abel Tasman fondeó en la costa norte de la isla sur. Del encuentro con los maoríes resultaron cuatro tripulantes muertos, por lo que el resto tomó la decisión de alejarse de esas tierras hostiles. Los europeos no regresaron hasta 1769, con la visita de un personaje cuyo apellido que ya nos suena conocido, James Cook. El desembarco de estos nuevos recién llegados no había hecho nada más que comenzar.

Parque Nacional de Abel Tasman
Parque Nacional de Abel Tasman

Acabo de iniciar un trekking de tres días por el Parque Nacional de Abel Tasman, muy cerca de la bahía en la que fondeó por primera vez el propio Abel Tasman. El Abel Tasman Coast Track es una de las nueve grandes rutas de senderismo oficiales de Nueva Zelanda y seguramente la más concurrida de turistas, los últimos recién llegados.

Muchos visitantes consideran al Abel Tasman como el más bonito de los “Great Walks”. Es cierto que entremezcla playas de arena dorada con aguas turquesas, marismas y estuarios con un exuberante bosque tropical al que dan personalidad los abundantes helechos arbóreos. Sin embargo, para mí no deja de ser un bonito paseo junto a la playa, sin la majestuosidad de las grandes montañas o de los bosques impenetrables de otras áreas del país. El camino es un continuo sube y baja en el que se alternan tramos por la arena de bonitas playas, cruces de ensenadas que solo se pueden atravesar en marea baja y otros en los que se interna en un frondoso bosque.

Parque Nacional de Abel Tasman
Parque Nacional de Abel Tasman
Parque Nacional de Abel Tasman

Se trata de un bosque mixto de hayas y podocarpus. En las zonas más cercanas a la costa y más secas predomina el hayedo de Black Beech (Nothofagus solandri), que debe su nombre al llamativo color negro de su tronco. Un pequeño insecto chupa la savia de estos árboles y a cambio exuda una especie de pegajosas gotas de miel que, además de servir de alimento a numerosos animales y de ser recolectada por los apicultores locales, fomentan el crecimiento de un hongo negro, responsable del peculiar tono negruzco de Black Beech. Hacia el interior, en las zonas más húmedas aparece otro haya, Hard Beech (Nothofagus truncata). Por encima de las copas de las hayas se eleva el Rimu (Dacrydium cupressinum), el podocarpus más común de Nueva Zelanda y que debe su nombre a sus hojas colgantes similares al alga “sea rimu”. Otros árboles comunes en el bosque son dos pequeñas mirtáceas: Manuka (Leptospermum scoparius) y Kanuka (Kunzea ericoides), especies pioneras que colonizan fácilmente espacios degradados o incendiados y de las que se obtiene una miel de calidad. Pero si algo destaca en el dosel, son los helechos arbóreos de hasta 20 metros de altura (Cyathea sp. y Dicksonia sp.) y la única palma nativa, Nikau Palm (Rhopalostylis sapida), que confieren a los bosques de Nueva Zelanda su inimitable aspecto.

Black Beech (Nothofagus solandri)
Black Beech (Nothofagus solandri)
Rimu (Dacrydium cupressinum)
Rimu (Dacrydium cupressinum)
Nikau Palm (Rhopalostylis sapida)
Nikau Palm (Rhopalostylis sapida)
Helecho arbóreo (Cyathea sp. o Dicksonia sp.)
Helecho arbóreo (Cyathea sp. o Dicksonia sp.)

La amplia variedad de hábitats conlleva la misma variedad de avifauna en el Abel Tasman: descubro aves marinas como el cormorán (Pied Shag) o la gaviota (Black-backed Gull), limícolas como el ostrero (Variable Oystercatcher), palustres como la garza (White-faced Heron) o forestales como la paloma (New Zealand Pigeon), el Tui, el Fantail, el Weka o el halcón (New Zealand Falcon).

White-faced Heron (Egretta novaehollandiae)
White-faced Heron (Egretta novaehollandiae)
Weka (Gallirallus australis)
Weka (Gallirallus australis)
Pied Shag (Phalacrocorax varius)
Pied Shag (Phalacrocorax varius)
New Zealand Falcon (Falco novaeseelandiae)
New Zealand Falcon (Falco novaeseelandiae)
Variable Oystercatcher (Haematopus unicolor)
Variable Oystercatcher (Haematopus unicolor)

La principal amenaza para la biodiversidad de Nueva Zelanda son las especies invasoras; esto es, otros recién llegados. En el Abel Tasman las campañas de control de predadores han conllevado un aumento del número y variedad de la avifauna local. Impresiona conocer la cifra de que los predadores introducidos acaban con unas 68.000 aves nativas al día en el país. Con las campañas de control de pinos invasores se pretende frenar en los bosques nativos la expansión de coníferas exóticas procedentes de plantaciones comerciales, principalmente Pinus radiata y Pseudotsuga menziesii. En Bark Bay, donde paso mi primera noche del trekking, son visibles los efectos de los esfuerzos de erradicación de una masa Pinus pinaster, que amenazaba con ocupar toda la bahía.

Pinus pinaster en Bark Bay
Pinus pinaster en Bark Bay

Estoy recorriendo el Abel Tasman en abril, a principios de otoño. Acaba de pasar la Semana Santa, época en la que proliferan unos nuevos recién llegados: los turistas. El Departamento de Conservación (DOC) tiene en marcha otra campaña de control para esta nueva “especie invasora” y en los nueve Great Walks restringe el número de visitantes diarios que pueden pernoctar.  Aunque estoy caminando largos tramos prácticamente en solitario, me dicen que en temporada alta las aglomeraciones son importantes. Las cifras son elocuentes, anualmente recorren los senderos del Abel Tasman unos 250.000 visitantes, gran parte de ellos internacionales. El DOC sigue implementando nuevas medidas para controlar la proliferación de estos últimos recién llegados y para el próximo año doblará el precio de las cabañas y los campamentos de los principales Great Walks a los extranjeros.

Avanzo por una playa dejando mis huellas en la arena, que permanecerán de forma fugaz hasta la próxima marea alta. Llevo páginas escribiendo sobre el impacto que me produce caminar por estos bosques y montañas. Pero, ¿qué impacto produzco yo sobre ellos?,  ¿cuál es mi huella?, ¿y la de los más de 1,7 millones de visitantes de los parques nacionales en todo el país? Seguramente, la mayoría de las veces nos limitamos a consumir un producto, la Naturaleza, que resulta abundante y accesible en Nueva Zelanda. Los neozelandeses, en cambio, lo tienen muy claro. Para ellos, la conservación de su Naturaleza, la protección de su flora y fauna, representa una obligación moral, tanto a nivel colectivo como individual. Solo así se entiende que el voluntariado ambiental sea una parte de la cultura de Nueva Zelanda, una manera mediante la que jubilados, trabajadores y estudiantes, hombres y mujeres, pretenden dejar huella y contribuir activamente a hacer de estas islas un lugar mejor para su flora y fauna y en consecuencia para ellos mismos.

Abel Tasman Coast Track
Abel Tasman Coast Track

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