Progreso:

Bosques martianos (5 de 6)

La Habana

Cuadro de La Habana

Cuando piense en La Habana, siempre me vendrá la imagen de ese puzle de 1.000 piezas de mi padre que representa una callejuela de la Habana Vieja. Se ven edificios de diversas alturas, unos pintados de colores, otros desconchados. Rejas de hierro forjado protegen las ventanas. Por encima, un revoltijo de cables y antenas parece querer sombrear la calle bajo el sol del Caribe. La gente camina relajada, sin prisas, por la acera y por la carretera, ante el escaso tráfico. Al fondo se intuye un autobús escolar amarillo y un bicitaxi. Al frente, un viejo coche rojo de los años 30 parece posar orgulloso. Y al final de la calle se alza el Capitolio, como queriendo recordar los esplendores de la vieja Habana.

Busco habitación en el Vedado, en una casa particular. Esta vez mi casero resulta ser un ex-diplomático que estuvo destinado en Bruselas. Al alojarme en casas particulares he tenido ocasión de conocer a anfitriones interesantes, buenos conversadores, como este ex-diplomático; como ese que participó en las conversaciones de paz con ETA en 1999; o como aquel que daba clases en prisiones, pero solo en los módulos de nacionales y de extranjeros, ya que en el de presos políticos me decía que no tenía autorización para entrar.

Malecón de La Habana
Malecón de La Habana

Viajar en bici y alojarme en casas particulares me ha facilitado conversar sobre la política y economía cubana con personas de muy diversas ideologías. Como recuerdo de estas discusiones, tomo copiada una reflexión de un blog de Internet: Jamás habléis de lógica con los cubanos, pues ésta implica razonamiento y mesura, y ellos, son hiperbólicos y desmesurados. (…) Cuando discuten, jamás dicen: “No estoy de acuerdo con Ud.”, sino “Está Ud. completamente equivocado”.

Mi anfitrión en La Habana parece que se excusa de alquilar habitaciones cuando me dice que con el sueldo que le queda algo tiene que “inventar” y que es mejor alquilar una habitación que poner un puesto de comida callejera… No he llegado a comprender la doble economía de Cuba, con el peso y el peso convertible o CUC. La simple economía de Cuba tampoco la entiendo. El sueldo medio de un cubano es de menos de 25 dólares al mes y un buen sueldo no pasa de 40 dólares. Es cierto que Cuba es unos de los países latinoamericanos con menor índice de pobreza extrema y mortalidad infantil y la educación y la salud son universales. Sin embargo, un sueldo de 25 dólares al mes apenas llega para la manutención diaria, por lo que gran parte de la población se busca un sobresueldo, ya sea legal o ilegal, que en un porcentaje alto proviene de las remesas y del turismo. “¡No es fácil, ya tú sabes…!”.

Camino por el Malecón hacia la Habana Vieja. Paseando por la Plaza de la Catedral y por la Plaza de Armas encuentro también aquí pequeñas joyas “forestales” como un ejemplar de segunda o quinta mano de “Mi tesoro es Cuba”, de Salvador Capote, del que he reproducido algunos extractos en este relato. En un pequeño mercado de artesanías converso con un escultor sobre los tipos de maderas que utiliza y sus características y me sorprende comprobar que conoce incluso los nombres científicos de especies como la jocuma, el ébano negro o carbonero, la ácana, el jiqui, el júcaro, la majagua azul, el caguairán, el ébano real, el guayacán o la caoba cubana.

Muestrario de maderas de Cuba
Muestrario de maderas de Cuba
Algunos de los principales árboles maderables de Cuba son el guayacán (Guaiacum officinale), con su madera olorosa; el ébano carbonero (Diospyros crassinervis), no tan negro como sus hermanos africanos y asiáticos; o la jocuma (Mastichodrendum foetidissimum), que tiene una madera amarilla apreciada en marquetería.

En mi última noche en Cuba, escuchando en directo a la Charanga Habanera caigo en la cuenta de que también un árbol está presente en los ritmos cubanos. Con los frutos esféricos de la güira (Crescentia cujete) se elabora uno de los instrumentos musicales más característicos de la música latina: las maracas.

He intentado descubrir la tierra y el pueblo cubano a través de sus bosques y sus árboles; a través de uno de sus símbolos, los Bosques Martianos. Pero también he visitado sus ciudades. Ya va llegando la hora de despedirme de La Habana. ¡Y qué mejor despedida que tomando un mojito en la Bodeguita del Medio!

Tomando un mojito en la Bodeguita del Medio
La catedral de La Habana

¿Qué te ha parecido este relato viajero?

Si quieres hacer algún comentario, este es tu espacio.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Logotipo conectando bosques
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.

Puedes revisar nuestra política de privacidad en la página de privacidad y cookies.