Progreso:

Berlín forestal (5 de 7)

La Segunda Guerra Mundial. Berlín devastado

Si alguien despistado paseara hoy por las calles de Berlín sin conocer su historia no sería capaz siquiera de intuir la devastación de la ciudad en los momentos finales de la Segunda Guerra Mundial. Berlín ha sabido reconstruirse. Lo que el despistado comprobaría sin duda es la profunda huella psicológica que ha dejado en la ciudad la terrible etapa del nazismo, plasmada en monumentos y memoriales que a través del arte seguramente funcionan a modo de redención colectiva.

En la propia Avenida Unter den Linden, la Neue Wache o Cuartel de la Nueva Guardia fue el primer gran proyecto de Schinkel en Berlín. Concebido para fines militares, el tiempo dio un vuelco radical a su función y se ha convertido en un monumento antibélico. La escultura “Madre con hijo muerto” ocupa el vacío en su interior, expuesta al sol, la lluvia o la nieve que se cuelan por un óculo superior. Representa el sufrimiento de los berlineses durante la guerra.

Neue Wache
Monumento del Holocausto

A no mucha distancia, cerca de la Puerta de Brandeburgo, está el Monumento del Holocausto. Se trata posiblemente del espacio conmemorativo dedicado al genocidio nazi más importante de Alemania. Deambulando entre las luces y sombras de sus 2.711 bloques de hormigón de diferentes tamaños y perfectamente alineados, compruebo que el monumento cumple su cometido y camino en silencio y con respeto.

La destrucción física de Berlín en la guerra se podría comparar con la devastación por la erupción de un volcán. Para comprender su alcance, me acerco hasta la iglesia de Kaiser-Wilhel-Gedächtniskirche. Este templo fue bombardeado en 1943 y únicamente se mantiene en pie el campanario semiderruido. La reconstrucción ha integrado creativamente las ruinas en una construcción contemporánea que con su luminosidad azulada invita a la reflexión. La iglesia se ha reconvertido en un monumento para la paz y la reconciliación.

Iglesia de Kaiser-Wilhel-Gedächtniskirche antes del bombardeo
Iglesia de Kaiser-Wilhel-Gedächtniskirche tras el bombardeo

Humboldt en América. Entre volcanes reveladores

Humboldt arribó a América en julio de 1799. Andrea Wulf describe su encuentro con un nuevo mundo:

Su primera vista del Nuevo Mundo fue una voluptuosa franja verde de palmeras y plataneros que bordeaba la orilla, detrás de la cual Humboldt vislumbraba altas montañas cuyas cumbres lejanas asomaban a través de las nubes. (…) Todo era nuevo y espectacular. Cada ave, cada palmera, cada ola anunciaba la grandiosidad de la naturaleza. Era el comienzo de una nueva vida, un periodo de cinco años en el que Humboldt pasaría de ser un joven curioso y con talento a convertirse en el científico más extraordinario de su tiempo. Era allí donde Humboldt vería la naturaleza con la cabeza y con el corazón”.

Volcán Tungurahua
Volcán Tungurahua (Ecuador)

En los meses que pasó en los Andes, Humboldt ascendió a todos los volcanes que pudo: Pichincha, Cotopaxi, Antisana, Tungurahua,…. Su interés por los volcanes, heredado de sus tiempos de inspector de minas, era comprobar su posible interconexión por conductos subterráneos. Su interés era, en el fondo, descubrir cómo se había creado la Tierra. Intentó escalar el Cotopaxi, un hermoso volcán de perfil piramidal. Aunque no alcanzó la cima, “la imagen solitaria del Cotopaxi fue una de las vistas mas majestuosas que había contemplado jamás”. Humboldt plasmó estos paisajes que le hechizaban en diversas obras literarias. Con el espíritu de conjugar su mirada científica con la artística, de hablar al tiempo a la razón y al sentimiento de sus lectores, en “Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América” escribió y dibujó poéticamente el Cotopaxi: “La forma del Cotopaxi es la más bella y la más regular de entre todas las de las cimas colosales de los altos Andes. Es un cono perfecto que, revestido de una enorme capa de nieve, brilla con resplandor cegador cuando se pone el sol, y destaca como espectáculo grandioso en la bóveda añil del cielo”. Y también de una forma científica: “Yo he utilizado un sextante de Ramsden, cuyo limbo tenia una precisión de seis a ocho segundos, para medir los ángulos que me permitieron determinar el tamaño de las diferentes partes de las montañas. (…) Si repitiéramos este trabajo cada siglo, conseguiríamos conocer los cambios accidentales que sufre la superficie del globo”.

Volcán Cotopaxi
Volcán Cotopaxi (Ecuador)

Pero fue ascendiendo el Chimborazo donde todo cobró sentido para Humboldt. Con sus casi 6.400 metros de altitud, el Chimborazo era considerado en la época la montaña más alta del mundo. Algo de razón tenían, por cuanto hoy se sabe que pese a su “modesta” altitud, es el punto terrestre más alejado del centro de la tierra al estar ubicado prácticamente sobre el ecuador. No es de extraer que Humboldt quisiera ser el primero en llegar a la cumbre del Chimborazo. Cargado con sus instrumentos de medición, junto a su compañero de expedición Bonpland y sus asistentes Montúfar y José de la Cruz, no consiguieron coronar el volcán. Sin embargo, como describe A. Wulf:

La Naturgemälde de Humboldt
La Naturgemälde de Humboldt

“Al mirar hacia abajo por las laderas del Chimborazo y hacia las cordilleras a lo lejos, todo lo que Humboldt había visto en los años anteriores encajó. (…) Humboldt absorbió lo que estaba delante de él mientras su cerebro recordaba todas las plantas, formaciones rocosas y mediciones que había visto y hecho en los Alpes, los Pirineos y Tenerife. Todo lo que había observado en su vida encontró su lugar en el rompecabezas. La naturaleza, comprendió, era un entramado de vida y una fuerza global. Fue, como dijo después un colega, el primero que entendió que todo estaba entrelazado con ´mil hilos´. Esta nueva noción de la naturaleza iba a transformar la forma de entender el mundo”. “Al volver del volcán, Humboldt estaba listo para formular su nueva visión de la naturaleza. En las estribaciones de los Andes empezó a esbozar su Naturgemälde. (…) El Naturgemälde, con una sección transversal del Chimborazo, era una asombrosa imagen de la naturaleza como un entramado en el que todo estaba relacionado. Humboldt colocó en él las plantas repartidas de acuerdo con la altitud. (…) Cada planta estaba situada en la montaña exactamente donde Humboldt la había encontrado. (…) El Naturgemälde mostró por primera vez que la naturaleza era una fuerza global con zonas climáticas correspondientes en todos los continentes. Para Humboldt había unidad en la variedad”.

Antes de los Andes, Humboldt había recorrido los Llanos venezolanos y las selvas del Orinoco. Muchos de los paisajes que allí le sobrecogieron los plasmó en “Cuadros de la Naturaleza”, el que se dice que siempre fue su libro favorito. En “Cuadros de la Naturaleza”, Humboldt mostró su concepción de la naturaleza con párrafos como:

Los bosques que izan la planicie, entrecortada de ríos, próxima a Ecuador; bosques impenetrables que guarecen del sol a la tierra, o no dejan, cuando menos, pasar los rayos sin antes tamizarlos a través de su follaje, y que en el interior del país, en los sitios más alejados del mar y de los montes, exhalan y vierten en la atmósfera enormes masas de agua que han aspirado, o aún producido de por sí mediante el acto de la vegetación”

En este y otros muchos textos de “Cuadros de la Naturaleza” se aprecia lo que Miguel Giusti denomina la integración de las tres grandes dimensiones del amor a la naturaleza de Humboldt: la estética, la ética y la científica. Como el propio Humboldt escribió: “El intento de mostrar la naturaleza en su plena vitalidad y su sublime grandeza, el intento de encontrar lo permanente en las continuas transformaciones del mundo natural, no habrá seguramente de pasar desapercibido en los tiempos venideros”.

En palabras de A. Wulf,

“Cuadros de la Naturaleza volvía a describirla (la naturaleza) como un entramado de vida en el que las plantas y animales dependían unos de otros, un mundo rebosante de vitalidad. Humboldt subrayaba las conexiones internas de las fuerzas naturales. (…) Comparaba los desiertos de África con los Llanos de Venezuela y los páramos del norte de Europa: paisajes muy distantes unos de otros pero unidos en una sola imagen de la naturaleza. (…) Con Cuadros de la Naturaleza, Humboldt creó un género totalmente nuevo, un libro que combinaba una prosa llena de vida y ricas descripciones de paisajes con observaciones científicas y estableció un modelo para gran parte de los escritos actuales sobre la naturaleza. (…) Era un libro científico que no se avergonzaba del lirismo. Para Humboldt, la prosa era tan importante como el contenido, e insistió en que su editor no le cambiara ni una sílaba porque se destruiría la melodía”.

El bosque de Couvet. Llegar a lo bello buscando lo útil

Un artículo de Christian Kuchli describe el desarrollo del sector forestal en Suiza:

El monte Eiger en Suiza

“Los bosques de Suiza, aún en los valles más remotos, han sido aprovechados  con mayor o menor intensidad – durante siglos”. “En torno a 1800, los bosques cercanos a los centros urbanos comenzaron a mostrar signos de agotamiento de los recursos y surgieron los conflictos sobre su uso. En las montañas, la corta a tala rasa para satisfacer las necesidades de madera de las ciudades o para la exportación ha contribuido de manera significativa a las catastróficas inundaciones de la década de 1860, que tuvieron amplias repercusiones en las tierras bajas y las ciudades”.

C. Kuchli cuenta que a mediados del siglo XIX, la gestión de los bosques suizos se orientó hacia el modelo forestal alemán clásico. Se promovieron cortas a hecho seguidas en muchos casos de plantaciones de abeto rojo, pino silvestre e incluso especies exóticas como el abeto Douglas.

Pero los bosques de Suiza no son únicamente una fuente sostenible de madera. Cumplen una importante labor de protección frente a avalanchas, inundaciones y desprendimientos. Como muestra, la función protectora se considera prioritaria en el  40 % de la su superficie forestal. En 1902 se prohibió en Suiza la matarrasa en los bosques de protección designados y en 1922 la prohibición se amplió a todos los bosques. El sector forestal suizo acababa de abandonar el enfoque productivo alemán para decantarse por un enfoque más próximo a la naturaleza. Actualmente, se prioriza la gestión de masas mixtas en monte alto irregular para garantizar la cobertura forestal permanente y la madera se extrae en muchos casos mediante cable aéreo para minimizar la alteración del suelo y el riesgo de avalanchas.

Estructuras de prevención de aludes

La gestión forestal del bosque irregular está escrita en Suiza sobre los nombres de dos pioneros: el de un ingeniero forestal, Henry Biolley, y el de un bosque, el bosque de Couvet. Al igual que el resto de bosques del cantón de Neuchatel, el bosque de Couvet se había aprovechado tradicionalmente a través de cortas de entresaca por “huroneo”, en las que se extraían los pies de mayor valor sin otras consideraciones selvícolas. En 1869, el servicio forestal planteó la conversión del bosque de Couvet a monte alto regular mediante cortas de regeneración por fajas. Era un intento inspirado por los métodos clásicos alemanes de poner “orden” a los abusos anteriores. Pero poco más de diez años después, el devenir del bosque de Couvet dio un giro inesperado. Ocurrió cuando en 1881 nombraron jefe del distrito forestal a un joven Biolley, que iba a desarrollar un nuevo sistema de gestión forestal basado en el bosque irregular.

Vista del bosque de Couvet
Troncos apilados en el bosque de Couvet

El éxito de Biolley fue perfeccionar el antiguo método de selección de árboles individuales, que a través de cortas de “huroneo” había llevado a la degradación de muchos bosques. Biolley fue uno de los primeros forestales en considerar al bosque como un organismo. Pensaba que la irregularidad era una de las características de la naturaleza, cuyas leyes se debían respetar lo más fielmente posible. Por ello, consideraba que había que potenciar la regeneración natural.

Con estas bases, Biolley buscaba un sistema que se alejara de la cuadriculada selvicultura alemana del monte regular, pero sin caer en la anarquía de las entresacas por “huroneo” tradicionales. Sabía que la gestión del monte irregular es más difícil de manejar que los sistemas clásicos de monte regular. Este nuevo modelo de gestión, que Biolley calificó como experimental, tuvo que basarse en nuevos métodos y técnicas, particularmente para el establecimiento de inventarios, control de incrementos y regulación del rendimiento. La clave la encontró en un sistema que el francés Gurnaud había presentado en la Exposición Universal de Paris de 1879: el método de control. En palabras de Biolley, el método de control le enseñó a… “contarle al bosque el secreto de su tratamiento”.

Tronco marcado en Couvet

Posiblemente, ningún otro bosque del mundo ha sido gestionado y monitoreado de acuerdo a los mismos principios tanto tiempo como las 180 hectáreas del bosque de Couvet. Desde 1890 se ha procedido al inventario completo de todos los pies de más de 17,5 cm de diámetro normal cada ocho años, lo que ha permitido ir adaptando continuamente la gestión a los objetivos marcados: producir de forma sostenida un volumen óptimo de madera de calidad con una inversión muy limitada y garantizar sus funciones de protección y fijación de suelo, regulación del agua, regeneración del aire y mantenimiento de la biodiversidad. ¡Casi nada!

Biolley tenía la visión de un “bosque familia”, en el que abetos, piceas, hayas y otras frondosas de todos los tamaños compartían espacio: “nos encontramos con todas las edades o más bien, dado que el concepto de edad esta desterrado del bosque irregular, todos los tamaños, desde la plántula hasta ese del veterano”. Esos grandes árboles de los que Biolley decía que “tenemos una vaga intuición de la suma de esfuerzos lentos, sostenidos, perseverantes, que representa un árbol; de la paciencia opuesta a circunstancias adversas…”.

El trabajo pionero de Biolley conformó la base sobre la cual la mayoría de las prácticas suizas de manejo forestal se desarrollaron más tarde y sus ideas han sido generalmente aceptadas. Todo gracias a que tras más de 100 años de gestión se ha conseguido un bosque irregular productivo en equilibrio. “1.000 m3 de madera cortada por hectárea en cien años… sin mencionar que lo mas importante no es lo que se cosecha, sino lo que se deja”. Paseando hoy por el bosque de Couvet cobra sentido aquella sentencia de Biolley, cuando decía que “el ingeniero forestal que lo trata (el bosque de Couvet) se encuentra disfrutando del raro privilegio de alcanzar lo bello buscando lo útil y de hacer un trabajo útil trabajando la belleza”. Como los «Cuadros de Naturaleza» de Humboldt.

El bosque de Couvet

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